James Petras.
Washington ha dado al menos seis respuestas a su decadencia:
1) La respuesta a largo plazo y gran escala a su posición de decadencia dentro de la economía mundial y a su decreciente influencia política en varias regiones ha consistido en ampliar y reforzar su red de bases militares mundiales . A partir de la década de 1990, convirtió a los antiguos países del Pacto de Varsovia –Polonia, Hungría, República Checa, etc.– en miembros de la OTAN, bajo el liderazgo de EE.UU. Más tarde, amplió su alcance militar con la incorporación de Ucrania y Georgia como miembros “asociados” de la OTAN. Y a esto siguió el establecimiento de bases militares en Kirguistán, Kosovo y otros pequeños estados de la ex república yugoslava. El nuevo milenio ha sido ya testigo de una serie de prolongadas guerras e invasiones militares, en Iraq y Afganistán, que culminaron en la construcción de enormes bases militares y el reclutamiento de ejércitos mercenarios y policía locales. Además, la Casa Blanca consiguió siete bases militares en Colombia, amplió su presencia militar en Paraguay y Honduras, y firmó tratados militares bilaterales con Perú, Chile y Brasil, aun cuando EE.UU. fue expulsado de su base militar en Manta (Ecuador). Mientras ampliaba su presencia militar global en Asia y América Latina, China tomó su lugar como principal socio comercial de Brasil, Argentina, Perú y Chile . Mientras EE.UU. financiaba un enorme ejército mercenario en Iraq, China se convertía en el principal mercado de exportación del petróleo de Arabia Saudí. La expansión militar global estadounidense no se ha traducido en un aumento paralelo proporcional de su poder económico global; por el contrario, con la expansión de lo militar, la economía ha seguido decayendo.
2) La segunda respuesta de la Casa Blanca a su declive económico mundial ha sido una campaña muy activa y bien financiada de creación de regímenes satélites. La mayor parte de este esfuerzo consiste en financiar a élites locales, ONG, políticos de oposición maleables y ex patriotas residentes en Estados Unidos, y con conexiones en Washington y sus agencias de inteligencia. Las llamadas revoluciones de colores en Ucrania y Georgia; la rebelión de los tulipanes en Kirguistán; la desintegración étnica de Yugoslavia; la partición de facto de Iraq y el establecimiento de una república kurda; la promoción de los separatistas tibetanos y uigures en China, y de oligarcas en el oriente de Bolivia; y el refuerzo militar gradual de Taiwán pueden considerarse parte de este esfuerzo por extender el dominio político frente a la crisis económica mundial. Sin embargo, la construcción global de espacios clientelares ha sido un fracaso por dos razones. Por una parte, los gobiernos satélites han saqueado la economía y el erario público y han empobrecido a la población, lo que en algunos casos ha llevado a su derrocamiento por la fuerza o por las papeletas de votos . En segundo lugar, los gobiernos satélites suponen un costo de préstamos y donaciones del Tesoro de EE.UU., en lugar de contribuir a las aspiraciones económicas globales de este país. La construcción de costosas clientelas y el apoyo a sátrapas locales socava la construcción del imperio económico. Mientras tanto las inversiones chinas en la industria y su demanda resultante de nuevos materiales y productos alimentarios han llevado a una mayor y más rentable presencia, incluso en estados satélites de EE.UU. Mientras los estados satélites estadounidenses surgen y desaparecen en rápida sucesión, la presencia china, de tipo económico, experimenta un crecimiento constante.
3) Bajo la dirección de una elite altamente militarizada, entre la que se cuentan influyentes políticos sionistas, Washington se ha empantanado en múltiples guerras de ocupación, a un costo de muchos billones de dólares, en Oriente Próximo y Asia Meridional, en la suposición errónea de que estas demostraciones de fuerza intimidarían a los países nacionalistas e independientes y reforzarían la presencia económica de EE.UU. En cambio las guerras han disminuido la influencia de EE.UU. y han incrementado el nacionalismo local y el rechazo panislámico, a la luz del respaldo incondicional de Washington al colonialismo israelí. Más que cualquier otro movimiento destinado a reforzar el imperio, las guerras coloniales prolongadas han asignado erróneamente enormes recursos económicos a gastos militares no productivos. Estos recursos, en teoría, podrían haber revitalizado la presencia económica global de EE.UU., y han potenciado la posición competitiva global de China.
4) Las guerras coloniales de restauración del poder imperial fueron, como hemos señalado, una opción fallida de las potencias europeas al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo EE.UU., debilitado internamente por el saqueo perpetrado por Wall Street de la economía productiva, por las transferencias al extranjero de un gran volumen de capital y por la deslocalización de la producción –principalmente a China e India– está en peor situación para restaurar y sacar provecho de la construcción imperial. La ironía es que hace medio siglo EE.UU. optó por el dominio del mercado frente al modelo colonial europeo de construcción imperial. Ahora es al revés: europeos y chinos persiguen la hegemonía por la via del mercado, mientras que EE.UU. adopta el modelo militar colonial en su construcción del imperio.
5) Las operaciones clandestinas, es decir, el fomento de los golpes de Estado, se ha convertido en un método preferente para revertir los regímenes nacionalistas populistas en América Latina, Irán, Líbano y otros lugares. En todos los casos, Washington no consiguió restaurar sus regímenes satélites, y en cambio provocó un efecto boomerang: los gobiernos afectados han radicalizado su política, han aumentado su apoyo y se han arraigado con más fuerza. Por ejemplo, un golpe de Estado con el apoyo estadounidense en Venezuela fracasó, el presidente Chávez fue repuesto, y luego procedió a nacionalizar las grandes transnacionales y a estimular la oposición de América Latina a los acuerdos de libre comercio y las bases militares . Del mismo modo el respaldo de EE.UU. a la invasión israelí de Líbano y la efectiva defensa posterior de Hizbulá reforzó la presencia de este partido en el gobierno pro estadounidense de Hariri.
6) El apoyo incondicional de EE.UU. al Estado colonial militarista y racista de Israel como su principal aliado y acompañante en las guerras coloniales de Oriente Próximo, ha tenido, de hecho, el efecto contrario y ha conseguido alienar a 1.500 millones de ciudadanos islámicos, erosionando el apoyo de antiguos aliados (Turquía y Líbano) y fortaleciendo a los promotores de la política sionista de abrir un “tercer frente militar”: una guerra contra Irán, país que cuenta con dos millones de personas en sus fuerzas armadas.
TOMADO DE :
James Petras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario