Movimiento Caamañista (MC)
¡Nueva democracia¡ ¡Nuevo socialismo¡
Líneas programáticas y de acción
I
El país en que vivimos
La República Dominicana es un país situado en la parte oriental de una de las islas de las Antillas Mayores del Caribe, integradas también por Cuba, Jamaica y Puerto Rico. En la parte occidental está ubicada la hermana República de Haití. Esta isla fue llamada originalmente Quisqueya o Haití y después bautizada a sangre y fuego por los conquistadores españoles con el nombre de La Hispaniola. Nuestro país ocupa algo más de 48 mil kilómetros cuadrados, equivalente a la dos tercera parte de todo el territorio isleño.
La población dominicana es predominantemente mulata, con sectores minoritarios blancos y negros. La población originaria fue exterminada por la represión y la explotación extrema a que la sometieron los conquistadores españoles encabezados inicialmente por Cristóbal Colon y su familia, en su condición de representantes de la monarquía española.
Nuestro pueblo, integrado inicialmente por una combinación de blancos venidos de España, aborígenes y esclavos (as) negros (as) procedentes de África, empezó a forjar su identidad nacional y su propia cultura en dura lucha contra las imposiciones imperiales y a través de un proceso de combinación y fusión de las diversas etnias y culturas que influyeron en su conformación. Es un pueblo realmente multicolor.
Identidad propia, dependencia y lucha por la soberanía
La identidad dominicana se expresa en su vida cotidiana: costumbres, hábitos, lenguaje, alimentación, expresiones artísticas, historia, sentimiento y sentido de pertenencia a un país, a una nación. Ella fue forjada no solo frente a los conquistadores y colonizadores españoles, sino además frente al régimen de ocupación derivado de la expansión de la revolución haitiana y frente a las sucesivas formas de dominación y dependencia de los Estados Unidos de América y las potencias europeas, como también frente al despotismo y al entreguismo de la oligarquía capitalista criolla y de las corrompidas elites políticas que han detentado el poder.
Así, la identidad y el temple de los dominicanos(as) se ha venido creando en luchas heroicas, en la resistencia permanente contra la explotación, discriminación, colonización y recolonización del país. Desde las rebeldías del cacique Guarocuya (Enriquillo) y las primeras guerrillas de la Sierra de Bahoruco, del esclavo Lemba y los negros insurrectos, de los criollos insumisos encabezados Roldán, de los Trinitarios independentista y de los restauradores de la República hasta los combates contra la intervención estadounidense de 1916 y 1965 liderados por Gilbert y Cayo Báez, las luchas anti-ttrujillistas de Tulio Arvelo, Jiménez Moyas, Manolo Taváqrez y Minerva Mirabal y los enfrentamientos al terror balaguerista que tuvieron en Amaury Germán y los combatientes del 12 de Enero, en Orlando Martínez, Amín Abel y Narciso González expresiones señeras de extraordinario valor.
En 1822 los gobernantes haitianos, continuadores de un valioso proceso revolucionario que le posibilitó conquistar tempranamente su independencia en 1804 y a la vez liberarse de la esclavitud, tratando de lograr la unificación de toda la isla y de garantizar la derrota definitiva de los imperialistas europeos (franceses y españoles) ocuparon la parte oriental de la misma sometida todavía al dominio colonial pero en la que habitaba un pueblo que en buena medida ya había forjado una identidad propia diferenciada de la haitiana., derivando lamentablemente esa expansión en un régimen de ocupación militar y dominación política.
El pueblo dominicano, después de una breve independencia frente a España, conocida como “independencia efímera” (1821), resistió la ocupación haitiana, la derrotó y conquistó su segunda independencia en 1844 (que perduraría durante un periodo relativamente corto), para luego tener que reconquistarla en 1865 frente a la anexión a España, promovida e impuesta por el sector conservador, latifundista (hatero) y pro-español liderado por Pedro Santana, que si bien hizo causa común con Duarte y los Trinitarios en las luchas que culminaron con la derrota de las tropas haitianas y con la separación de ambas naciones (expresada en la proclamación de la independencia el 27 de febrero de 1944), luego traicionó la causa independentista promoviendo de nuevo la entrega a España..
La Restauración de la República, el restablecimiento de la autodeterminación de nuestro país frente a España y la derrota de los anexionistas criollos, fue una especie de tercera independencia. El principal héroe de esa epopeya fue el general Gregorio Luperón.
Luego de restaurada la independencia en 1865, plasmados los ideales que representó el grito de Capotillo del 16 de agosto de 1863, tras sufrir varias agresiones militares de la naciente potencia del Norte, el país fue ocupado militarmente por los Estados Unidos de América en dos ocasiones, primero de 1916 a 1924 para controlar las aduanas y expandir sus capitales, y mas tarde de 1965 a 1966 para impedir el triunfo de la revolución democrática-popular que encabezaron los coroneles Fernández Domínguez y Caamaño Deñó destinada a restablecer la derogada Constitución de 1963 y el derrocado gobierno democrático del Profesor Juan Bosch, uno de los procesos más avanzado en nuestra historia republicana.
A lo largo de su accidentada y heroica existencia, nuestro pueblo, después de derrotar el colonialismo español, ha sufrido las consecuencias del saqueo económico, las agresiones militares y el sometimiento ideológico-cultural de los Estados Unidos de América, convertido ese país en el discurrir del siglo XX en el imperialismo más moderno, poderoso y agresivo del sistema capitalista mundial.
Esa dominación estratégica imperialista, que contó con el apoyo de la oligarquía dominicana en sus diferentes fases y expresiones, ha determinado que la República Dominicana, aunque formal y aparentemente independiente, se haya convertido en una verdadera dependencia de Estado Unidos y en menor medida de sus corporaciones y de sus aliados y socios españoles, ingleses, alemanes franceses y japoneses.
A esto se le ha llamado neo-colonia, o sea, una colonia de nuevo tipo, con instituciones propias de las llamadas repúblicas independientes, con una constitución y un sistema formalmente democrático-liberal-representativo y con el nombre de república; pero realmente con gobiernos, economía, mecanismos ideológicos-culturales y sistemas políticos subordinados al imperialismo estadounidense.
La conquista, la colonización, la expansión imperialista sobre nuestro territorio y su domino sobre nuestra sociedad, así como el devenir de nuestro país y de esta isla como eslabón del sistema capitalista mundial, han implicado -en diferentes periodos históricos y con distintas modalidades de estructuras, clases, ideologías y sistemas dominantes- la apropiación del resultado del trabajo de una gran parte de la sociedad y de sus valiosos recursos naturales por una minoría explotadora y depredadora.
La generación de riqueza a partir de la explotación de la fuerza de trabajo manual e intelectual de nuestra sociedad y de la apropiación y transformación del patrimonio natural del país y de nuestra isla por esa esas minorías criollas y por las corporaciones extranjeras, dieron lugar a partir de la conquista y la colonización española a una dinámica destructiva que ha empobrecido de múltiples maneras a los seres humanos que habitan este país y han diezmado en alto grado su entorno natural.
Esta sigue siendo, ahora en mayor grado que nunca antes, la causa fundamental de los principales sufrimientos y sinsabores del pueblo dominicano.
La sociedad dominicana de hoy
Somos así parte de una hermosa diversidad geográfica y cultural caribeña y latinoamericana que ha sufrido la tragedia de la dominación colonial, de la carencia de libertades, de la explotación, el saqueo y el empobrecimiento causado por esa injusta y bárbara apropiación y distribución del producto del trabajo colectivo y nuestras valiosas riquezas naturales. Somos, por tanto, un pequeño pero digno pedacito de la geografía mundial, con un pueblo y un entorno natural cada vez más empobrecidos.
País situado -como lo describió nuestro poeta nacional Pedro Mir “en el mismo trayecto del sol”. Ubicado, además, en el mismo paso y escenario de huracanes y terremotos, en permanente lucha contra sus efectos destructivos, cada vez más devastadores, dada su empobrecida población y su depredada y saqueada naturaleza, por demás injusta y discriminatoriamente asignada.
País –pese a todo- hermosamente caribeño, racialmente multicolor; triste por momentos y alegre casi siempre, con una historia llena de opresiones y abusos, pero también de lindas rebeldías y renovado heroísmo.
País de gran colorido y belleza natural, profundamente musical, de una gran riqueza cultural y artística.
Punto de partida de la conquista y colonización de América, que aun cargando con el dolor histórico del exterminio de su pueblo originario, ha construido su propia identidad y su ejemplarizadora historia.
Hemos sido, somos y seguiremos siendo un pueblo en lucha contra todas las formas de opresión, explotación, discriminación y exclusión. Expresión, además, de los profundos anhelos por derribar la frontera imperial caribeña que anula o mediatiza la soberanía de casi todos los países hermanos de esta región (con hermosas excepciones), en procura del gran salto hacia la soberanía colectiva: la Unidad Dominico-Haitiana y la Federación Antillana camino a la Patria Grande liberada.
Predominio de la propiedad privada altamente concentrada y la corrupción de Estado.
Así las cosas, la sociedad dominicana ha devenido en una sociedad en la que predomina la gran propiedad privada capitalista extranjera y criolla, encadenada comercialmente, ideológicamente y financieramente al capital transnacional (particularmente estadounidense y en menor grado europeo y japonés).
Los dueños del gran capital convertido en empresas industriales, comerciales, constructoras, financieras o de servicios (telefónicos, electrónicos, transporte, salud, educación, turismo, seguros, juegos de azar…), le roban al Estado una gran parte del dinero de los contribuyentes y explotan al pueblo y a los/as trabajadores/as. Obtienen grandes ganancias, enormes ingresos, quedándose con una alta proporción del producto del trabajo de los demás, ya sea por la vía de la explotación directa de sus obreros (as) o empleados, ya a través de lo intereses bancarios, ya como ganancia comercial, ya como ingresos por corrupción, ya por la imposición de términos de intercambio desiguales, así como imponiendo de salarios nacionales muy por debajo del precio real de la fuerza de trabajo determinado por las condiciones mundiales de productividad. Sus grandes empresas nos compran barato la mano de obra, las mercancías, las materias primas y los servicios, y nos venden caro todo.
Esta injusta situación se ve empeorada por el robo a cargo la alta burocracia estatal, la partidocracia y los grandes empresarios más voraces de una gran parte de nuestras riquezas, tanto mediante las más diversas formas de corrupción como a través de políticas fiscales y tributarias basadas en impuestos al consumo combinadas con la ausencia de políticas destinadas a distribuir justamente los ingresos del país, por la existencia sueldos de lujo, prebendas y privilegios escandalosos a favor de los jerarcas del Estado y por el uso politiquero del presupuesto nacional y el derroche de recursos en las prácticas clientelistas. Otro factor alarmante, es la apropiación de riqueza a través de la proliferación de los juegos de azar, bancas de apuestas y loterías, que mediante la venta de falsas ilusiones le arrancan a la población trabajadora una parte importante del fruto de su trabajo.
Además, a lo largo de nuestra historia, el ejercicio del poder le ha posibilitado a los grandes capitalistas criollos y extranjeros y a la alta burocracia y los jerarcas militares controlar una gran parte de recursos naturales del país (tierras agrícolas y ganaderas, playas, bosques, minas y ríos).
El proceso de concentración de riquezas por diferentes vías a su vez ha determinado que unas cuantas familias multimillonarias -asociadas o no a otros empresarios- conformen poderosos grupos económicos (tradicionales y no tradicionales) y controlen importantes áreas de la economía y del poder junto a los grandes consorcios extranjeros establecidos en el país.
Entre los grupos criollos mas fuertes se destacan el Grupo Vicini, el Grupo Popular, el Grupo Bonetti, el Grupo Hazouri, el Grupo E. León Jiménez, el Grupo Corripio, el Grupo Fanjul, el Grupo Estrella/García/Clase, el Grupo Villena-Vitienes, el Grupo Cuesta, el Grupo Lama, el Grupo Báez Romano/Báez Figueroa, el Grupo Pellerano, el Grupo Barceló, el Grupo Cisneros…
Y entre los grandes consorcios extranjeros ocupan lugares señeros la Falconbridge, la Barrick Gold, el Grupo Slim (Codetel-Claro), la ESSO Standar-Oil, la Texaco, la Shell Company, la cadena hotelera Barceló, el grupo Balderas, la General Electric, la Smith/Earon, el Grupo Melia y otros.
El paralelo, y a veces cruzando a estos poderosos grupos y consorcios, actúan las nuevas mafias empresariales (civiles y militares) y en ellas tienen presencia relevante los clanes de políticos enriquecidos al vapor y las narco-mafias integradas, formando los carteles de la construcción y los carteles de la droga con una destacada participación de jefes políticos corruptos y corruptores, asociados o no entre sí.
Estos clanes de los nuevos súper-ricos compiten en poder, pactan, pelean entre sí y despliegan sus ambiciones llegando incluso a importunar y amenazar el dominio empresaria tradicional.
Capitalismo dependiente y dramáticas desigualdades sociales.
El capitalismo vigente en nuestro país tiene una característica que sobresale sobre las demás: es un capitalismo dependiente en términos comerciales, en términos financieros, en términos tecnológico y científico, en todos los órdenes. Pero el capitalismo en nuestro país por esa misma razón también acusa de un escaso desarrollo de la industria de bienes de consumo y sobretodo de la industria de bienes de capital, particularmente en comparación con los países que nos dominan, como, por ejemplo, los Estados Unidos de América. La productividad del trabajo es muy baja en muchas ramas de la actividad económica.
La República Dominicana tiene que importar equipos y maquinarias para la industria y la agricultura, las plantas eléctricas, los hornos, los equipos pesados los automóviles. La generación de tecnología propia es muy escasa y una buena parte de la que se trae del exterior es altamente perjudicial para la salud y la vida de nuestro pueblo y causa graves daños a de toda nuestra naturaleza. Carece de grandes laboratorios avanzados y centros de investigación apropiados para el desarrollo autóctono y autodeterminado, y depende en múltiples aspectos de las grandes potencias capitalistas. Tiene incluso que importar una gran parte de lo que utiliza la sociedad, su población, sus empresas… Recibe importantes sumas de divisas fuertes por conceptos de las remesas enviadas por los(as) dominicanos(as) residentes en el exterior.
La relación con los grandes mercados, bancos, laboratorios y centros tecnológicos y científicos del exterior controlados por los países capitalistas ricos y desarrollados, es muy desigual. Sus grandes empresas compran barato nuestra mano de obra en las llamadas zonas franca, las mercancías que producimos, las materias primas y los servicios, y en cambio nos venden caro todos sus productos, servicios y tecnologías. Sus bancos prestan igual que los usureros, cobrando elevadísimos intereses o “réditos” y nos obligan a vivir endeudados y a pagar enormes sumas en intereses y amortizaciones.
El capitalismo al ser dependiente tiende solo a crecer hacia fuera, basándose en una economía fundamentalmente exportadora de mano de obra barata, turismo, drogas, y placer sexual sobre-explotado… y en menor medida de productos agrícolas, bienes manufacturados y minerales.
Los intereses y las necesidades de los países capitalistas altamente desarrollados son los que determinan el proceso económico y los patrones culturales e ideológicos dominantes en nuestro país.
Exportamos ropas, cigarros, ron, cerveza, productos agrícolas (café, cacao, vegetales, flores, frutas, viandas, plátanos), y también mano de obra barata, servicios turísticos (sobre todo de playas), casinos…Somos receptores de dinero sucio que se invierte en bienes raíces, economía suntuaria y áreas no productivas, escenario y mercado para el lavado del dinero procedente del negocio de la droga y la gran corrupción mundial.
Nuestro país tiene una agricultura con grandes contrastes entre su limitada parte moderna y sus extensiones primitivas, atrasadas. El latifundio y el minifundio, ambos escasamente productivos, siguen predominando. La productividad agropecuaria –salvo en sectores muy específicos- en general es muy baja. Todavía existen relaciones precapitalistas (aparcería, venta de producto a la flor…) y cultivos de subsistencia sumamente precarios.
El trabajo asalariado además de sobre-explotado y ubicado fundamentalmente de en las llamadas zonas francas, en el comercio, en el sector turismo, en el sector construcción, en la agricultura, en la administración pública, en las fuerzas armadas, en las pequeñas y medianas empresas y en la economía de servicio y especulativa… en muchos casos es inestable, temporero, precario y se combina con el trabajo en la parcela y en micro-empresas propias y con oficios y actividades vinculadas al comercio y al transporte (semi-asalariados, chiriperos, buhoneros, moto-taxistas).
El desempleo absoluto es enorme y el empleo precario y ocasional (en ciudades y campos) abarca a una gran parte de la población de todas las edades.
El Banco Central de la República Dominicana, que desde hace tiempo se ha especializado en técnicas de cálculos que presentan tanto los niveles de pobreza como el desempleo muy por debajo de la realidad, dio a conocer que en octubre del 2006 la pobreza afectaba a 3.283.676 (36.5%) personas y la pobreza extrema a 1.182.691 (13.05%), para un total de 4.5 millones de personas equivalente a casi un 50% de la población. Cifras graves, pero a la vez bastante por debajo de la realidad. A su vez reveló la existencia en ese año de solo 1.505.583 personas empleadas en el sector formal de la economía y 1.825.168 en el sector informal de la economía.
Aunque en su Informe de la Economía Dominicana (Enero-diciembre 2007) esa misma entidad se empeñó en hablar de un “desempleo ampliado” de solo el 15.5% de la población económicamente activa (25.1% en las mujeres, 30.5 % en los jóvenes, y 9.4 % en los hombres), la verdad es que de acuerdo a datos menos manipulados el desempleo en general supera el 25%, con el agravante de que más del 56% son empleos informales, inestables y precarios.
A su vez el mercado interno ha sido desnacionalizado en alto grado. Muchos productos traídos del exterior han desplazado a los productos criollos y las políticas gubernamentales favorecen esa tendencia y muchas materias primas y productos que podrían procesarse, industrializarse aquí, no son tenidos en cuenta con esos fines.
Por eso nuestro país arrastra un serio y creciente déficit comercial (que en el 2005 llegó a los 3.481.4 millones de dólares y en el 2007 a los 6,579 millones de dólares) y una elevadísima, creciente y onerosa deuda externa que en el 2007 alcanzó los 7.265 millones de dólares y en el 2009 superó los 10 mil millones de dólares, comprometiendo más de la tercera parte del presupuesto nacional en el pago de sus intereses y amortizaciones y con tendencia a seguir creciendo.
El elevado déficit comercial ha llegado afectar incluso la cuenta corriente de la balanza de pagos, hasta registrar en el 2007 un saldo negativo de 2,230.8 millones de dólares y provocar la perniciosa tendencia a tapar déficit mediante la concertación de nuevos préstamos y nuevas formas de endeudamiento como las ventas de “bonos soberanos”.
La propiedad y el producto del trabajo de toda la sociedad están altamente concentrados y pertenecen en pocos grupos de personas que representan fortunas fabulosas disfrutadas por minorías. Esas grandes desigualdades económicas provocan a su vez graves problemas sociales y de esa manera el pueblo dominicano ha sido empobrecido en mas del sesenta por ciento (unos 6 millones de pobres, de los cuales 3 millones viven en condiciones de pobreza extrema o indigencia.
A esto se agrega los bajos niveles salariales. En su “Informe sobre la Economía Dominicana” (Banco Central enero-diciembre del 2007) los resultados de la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo revelan que el salario promedio (no se habla del mínimo), contemplados trabajadores formales (63 pesos la hora) e informales (51.78 pesos la hora), es de 57,31 pesos la hora con jornadas promedio de 42 horas semanales, para un ingreso mensual de unos 10,456 pesos, equivalentes a unos 300 dólares. Y como se trata de un promedio en una sociedad sumamente polarizada, es grande el sector de los(as) asalariados(as) que percibe ingresos mínimos de 7,000, 5,000, 4000 y menos pesos mensuales.
En todos los casos esos ingresos están bastante por debajo o muy por debajo del costo de la canasta básica familiar que ascendió en el 2007 a los 18,500 pesos mensuales en la Capital del país y a los 16,000 pesos en las provincias, llegando a los 20,000 y a los 18.500 respectivamente en los primeros meses del 2008; esto es, entre los 550 y los 650 dólares mensuales, según los casos.
La explotación de los (as) trabajadores asalariados(as) se mezcla con la usura interna y externa, con la extorsión y la especulación comercial, con la corrupción de la clase dominante-gobernante, con el saqueo de los recursos naturales (minas, playas, tierras, agua, bosques, ríos, mares...), con las narco-mafias civiles y militares… para garantizarle continuamente enormes riquezas a una minoría y empobrecer abusivamente a la mayor parte de los seres humanos de nuestro país y a su entorno natural, provocando grandes sufrimientos y generando en perspectiva ascendente una multi-crisis que pone en riesgo la vida de nuestra sociedad y nuestra isla.
Los grandes ricos viven como reyes, posen y atesoran enormes fortunas en el país y en el exterior, disfrutan de mansiones, carros de lujo, artículos de consumo de la mejor calidad y de todo tipo de riqueza… hasta para botar. Tienen posibilidad de frecuentar restaurantes y hoteles de alto lujo, hacer turismo caro, enviar a sus hijos a los mejores colegios y universidades, divertirse y derrochar dinero sin límite alguno.
Los(as) pobres y sus hijos(as) están agobiados por las necesidades y sufren falta de educación, graves problemas de salud, están mal alimentados, abandonados, excluidos de los avances de la ciencia, viviendo en casuchas miserables y en las calles, empujados a las áreas más empobrecidas de la naturaleza, a los derricaderos, a la orilla de los ríos, en las zonas secas, en los barracones y zonas de alto riesgo.
Los huracanes, los terremotos, los tornados, los grandes aguaceros, las inundaciones… se ensañan contra la naturaleza y contra la sociedad continuamente empobrecida a causa de la acentuación del robo y saqueo.
La oligarquía financiera y sus actividades especulativas predominan cada vez en el quehacer económico del país y en general la clase dominante es más especuladora y mafiosa que productiva y en ella predominan banqueros, grandes comerciantes especuladores, empresarios de servicio, negociantes inescrupulosos, lumpen-empresarios, políticos corruptos y capos de las mafias súper-enriquecidos… por encima de los agentes productivos, de los industriales, de los empresarios agropecuarios y de los capitalistas emprendedores, los cuales son discriminados y desprotegidos por el Estado.
Una clase dominante anti-haitiana, patriarcal, adulto-céntrica y ecocida.
La clase dominante-gobernante de nuestro país, que tiene en su centro al imperialismo estadounidense, es en gran medida anti-haitiana, fomenta el racismo contra los nacionales de ese país hermano, los/as sobre-explotan, los casi esclavizan, los discriminan y abusa de su empobrecimiento. La cultura hegemónica además asume el patrón de belleza blanco y todo el sistema de prejuicios racistas de matriz occidental caucásica, lo que fomenta el desprecio hacia las personas con otras características étnicas y deforma y manipula los conceptos de belleza para mercantilizarlo.
El anti-haitianismo, por otra parte, como construcción ideológica, nutre el sistema de explotación insular que sobre-explota al pueblo haitiano, deprime los salarios de trabajadores(as) dominicanos(as) de toda la isla, potencia el empobrecimiento en ambas naciones, desune a ambos pueblos y lo hace presa mas fácil de las oligarquías capitalistas y de las corporaciones imperialistas, las cuales incrementan sus capitales y riquezas por esa vía.
El capitalismo en nuestro país es un capitalismo patriarcal-machista porque discrimina, explota con más crueldad a nuestras mujeres y garantiza que ellas sean una especie de propiedad de los hombres, mal consideradas como “seres inferiores”, instrumentos de placer sexual y esclavas del trabajo doméstico no pagado, no reconocido, no valorado y, a lo sumo, muy mal remunerado. Su ideología dominante tiene como centro al hombre (andro-centrismo) e inculca la homofobia, esto es el rechazo y la discriminación de la homosexualidad reprimiendo la libertad de opción sexual.
El poder capitalista en este país está impregnado de una cultura adulto-céntrica que menosprecia, subordina y relega a la juventud; que maltrata a los niños/as y usa las habilidades, energías y talentos de unos y otros todo a su favor. Impone, en consecuencia, dentro de la dictadura del gran capital, la dictadura de los adultos contra jóvenes y niños/as.
El capitalismo vigente, en consecuencia, no es solo un modo de producción, no es solo economía y dominación social. Es cultura, es ideología al servicio de la explotación y del empobrecimiento de la mayoría de los seres humanos y del patrimonio natural del país; al servicio del enriquecimiento escandaloso de unos pocos, del bienestar de una parte limitada de la sociedad y de la alienación del pueblo para reproducir los anti-valores que le posibilita dominar sus mentes.
El capitalismo no solo se impone a través de la propiedad privada altamente concentrada, del control del Estado, de sus cuerpos militares, de sus mecanismos de explotación, exclusión y represión, sino además –y sobre todo- de su cultura, de su ideología, de sus poderosos medios para imponerla, para dominar las mentes, para sustituir la realidad por fantasías, mitos, mentiras encubiertas, conceptualizaciones funcionales a su constante reproducción material, política e ideológica.
La apropiación del resultado de la explotación del trabajo ajeno, el saqueo de la naturaleza y del patrimonio histórico-cultural, la sobre-explotación de las mujeres, de jóvenes, niños e inmigrantes; la especulación con el dinero, la ganancia, las discriminaciones racistas para abusar…están sustentadas en un conjunto de ideas y conceptos que esconden la realidad, que encubren la verdad, que presentan como “natural” la explotación, la exclusión, el empobrecimiento de muchos(as) y la discriminación de todo tipo.
El neoliberalismo ha endurecido el capitalismo y restringido la democracia en todo el mundo y también en nuestro país.
En medio de una profunda y prolongada crisis estructural, antes de finalizar el siglo XX, los grupos dirigentes del sistema capitalista decidieron poner en marcha un proceso de reestructuración económica, gerencial, tecnológica e ideológica destinado a contener la baja en las ganancias de las corporaciones privadas, a compensar las carencias de mercados para sus productos y capitales, a superar sus graves déficit en recursos naturales vitales (petróleo, gas, carbón, agua, minerales estratégicos, litio, biodiversidad), a salir del estancamiento tecnológico y abordar otros graves problemas que afectaban a todo el sistema.
A esa reestructuración sirvió la ideología neoliberal o neoconservadora (hasta esa fecha archivada), recuperada entonces para reducir el rol del Estado en la economía y en las políticas sociales, para apropiarse de sus empresas productivas, financieras, comerciales y de servicios (traspasándoselas al gran capital privado); para apoderarse de los recursos naturales, tomar los mercados nacionales derribando las barreras aduanales, darle rienda a la especulación financiera, mercantilizar todas las actividades (incluidas la política), imponer sin ninguna restricción la ley del más fuerte y la insolidaridad absoluta, y seguir empobreciendo y alienando a los pueblos para enriquecer aun más a las minorías que los dominan.
Con esos fines las corporaciones, las oligarquías capitalistas y los Estado bajo su control, impusieron las llamadas áreas y tratados de “libre comercio”, las políticas privatizadoras, la competitividad sin límites, la conquista de territorios y riqueza, y los cambios de la cuarta ola tecnológica al servicio del gran capital y de la especulación financiera.
Las contra-reformas neoliberales, agravaron la dinámica del despojo de los productores y de las riquezas naturales y su fatal apropiación por la gran burguesía mundial y local.
Nuestro país y nuestro pueblo han sido una de las víctimas relevantes del neoliberalismo en la periferia del sistema capitalista mundial.
En el pasado reciente y en el presente, hemos estado -y estamos- sometidos a un intenso proceso de recolonización y anexión a través de la privatización y extranjerización de la parte del patrimonio público, natural, histórico, cultural y científico del país que todavía no había sido usurpado por las potencias imperialistas a través de nuevos contratos leoninos, de acuerdos comerciales tipo TLC, de las intervenciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (controlados por EEUU y sus aliados), de las contra-reformas neoliberales y las nuevas modalidades de intervención militar directa e indirecta de EEUU y del imperialismo europeo.
La dependencia en esta etapa nos ha conducido a una modalidad de capitalismo peor que todas las anteriores: a un capitalismo neoliberal, cada vez más excluyente y gangsterizado, que optó por suprimir los controles de precios y dar rienda suelta a la especulación, a la anulación de toda regulación de la contratación de los (as) trabajadores (as), y a la privatización de toda propiedad pública o social y al desmonte de los aranceles de aduana, entre otras medidas.
Por esa ruta las funciones sociales del Estado dominicano y sus políticas de protección de la producción nacional, de la naturaleza, de los derechos sociales y de los seres humanos, han sido progresivamente eliminadas o reducidas a su mínima expresión. Todo se “liberaliza” para que la competencia sin límites entre desiguales favorezca a los más fuertes. Todo se privatiza a favor de las grandes corporaciones extranjeras: la electricidad, la producción industrial del Estado, la salud, la educación, los aeropuertos y puertos, los peajes, las carreteras, los medios de comunicación, la seguridad social. ¡Hasta los partidos políticos y sus candidatos se privatizan, se compran y se venden!
El neoliberalismo impuso además la reestructuración de sistema financiero nacional enmarcado en un nuevo código monetario y financiero que asume la eliminación de barreras entre bancas comerciales, hipotecarias, financieras, de ahorros y préstamos, así como la creación -vía “reforma” a la seguridad social- de nuevos espacios bajo dominio de esa oligarquía financiera, (aseguradoras y prestadora de salud y seguridad, fondos de pensiones), que potencian tanto la expropiación del patrimonio público, como el control y manejo se los ahorros individuales en función de los intereses particulares de los poderosos grupos financieros, hasta el punto que los fondos de pensiones en manos de la banca privada superan los 100,000 millones de pesos equivalentes a más de tres mil millones de dólares.
El neoliberalismo impregnó los medios de comunicación y de producción y reproducción de ideas –cada vez más concentrados y orquestados de favor de la clase dominante–gobernante y de sus ideas y conceptos; potenciando la mercantilización de todas las actividades humanas, incrementando el individualismo y abriendo en mayor grado las compuertas de la corrupción.
De esa manera la soberanía nacional y la soberanía popular han sido aplastadas en mayor medida y la “democracia” reducida a unas elecciones clientelizadas.
En la dinámica neoliberal el Estado dominicano se ha vuelto cada vez mas chiquito y débil para apoyar o proteger al pueblo empobrecido y se ha tornado más grande y más fuerte para defender a los poderosos; y, sobre todo, para reprimir las protestas y rebeldías populares esgrimiendo la “seguridad democrática” a la colombiana.
EL triunfo personal se mide por el dinero atesorado y la capacidad de consumir productos de marca y servicios sofisticados, y todo se vale para lograrlo. El enriquecimiento fácil promueve la corrupción tradicional y la narco-corrupción. Las mafias civiles se articulan con las mafias policiales y militares, y el poder establecido reproduce ese mal en casi todas sus instituciones estatales y no estatales, y en otros niveles de la sociedad. Los grandes beneficiarios de esa situación son protegidos por el Estado y sus gobiernos, cuyos cuerpos represivos solo estigmatizan y persiguen a conveniencia el micro-trafico y la delincuencia menor, aquella que brota del empobrecimiento o económico, social y cultural del pueblo humilde y acorralado. Y para colmo, lo esencial de todo esto ha sido consagrado en la Constitución del 2010 para facilitar más aun la conversión del Estado dominicano en un estado corporativo, altamente privatizado, desnacionalizado y delincuente.
II
Dinámica inicial hacia las transformaciones necesarias: los siete pilares del neo-liberalismo a desmontar
Los pilares de la restructuración neoliberal pueden identificarse con facilidad:
1.-El neoliberalismo ha provocado un proceso de fragmentación, de disgregación de las estructuras sociales, de las redes de apoyo, solidaridad y movilización de los pueblos. En el mundo entero –pero muy especialmente en nuestra América y en nuestro país- el neoliberalismo se ha consolidado a medida que ha ido descuartizando al viejo movimiento obrero, al antiguo movimiento campesino y al antiguo movimiento barrial que se formó en los años, 60, 70 y 80. Y esa fragmentación de la sociedad, su división interna, la destrucción de sus redes de solidaridad, de su tejido de asociación, es lo que ha permitido la implantación del régimen neoliberal dentro del capitalismo dependiente de estos países, ahora en proceso de declinación sobretodo en nuestra América.
2-El neoliberalismo avanzó en esa dirección aquí y en todo el mundo imponiéndose mediante la privatización, mediante la apropiación privada de las riquezas colectivas, de los bienes públicos (llámese empresas del Estado, llámese ahorros públicos, llámese tierra, llámese fondos de pensiones, llámese bosques, llámese minerales…). El neoliberalismo se desplegó privatizando esos recursos, sobretodo a favor de las corporaciones imperialistas y de sus aliados locales comprometidos con su plan de recolonización capitalista. Lo acontecido con la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), con el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), con la Corporación de Empresas Estatales (CORDE), con la seguridad social y con innumerables propiedades públicas y recursos naturales de nuestro país son expresiones de esa contra-reforma privatizadora.
El neoliberalismo aquí y muchos países extendió la privatización a la política, a la ideología, a la comunicación, a la información y a la cultura, imponiendo el interés privado de unos pocos por encima de todo e incrementando y creando una situación de injusticia, insolidaridad, desigualdades, miseria espiritual y material, violencia, criminalidad y banalidad muy superior a la de otras etapas del capitalismo… hasta convertir la necesidad de su abolición y reemplazo se su poder en algo de vida o muerte para nuestras sociedades.
3-El neoliberalismo se propuso derribar las barreras aduanales de los países dependientes para que las grandes potencias imperialistas se apropiaran de sus ya debilitados mercados nacionales y de sus riquezas inexploradas a través de las llamadas áreas de “libre comercio” y de la “libre inversión”. Como muestra basta observar el TLC entre EEUU, República Dominicana y Centroamérica (DR-CAFTA) y el TLC con la Unión Europea.
4.-El neoliberalismo se implantó fortaleciendo los mecanismos supranacionales de dominación (FMI. BM. OMC, G8, Consejo de Seguridad de la ONU, OTAN…) empequeñeciendo los Estados nacionales como el nuestro (sobretodo en lo relativo a su poder económico, a las políticas sociales y culturales autodeterminadas, al ejercicio de soberanía (no así a sus capacidades represivas, su policía, su ejército…) y transfiriendo en consecuencia el poder de decisión a esas instancias supranacionales.
En la medida el Estado representó lo poco que quedaba de la idea de lo común, de lo colectivo, el neoliberalismo procuró destruir esta idea para implantar un tipo de corporativismo que se fue apropiando, vía privatización y liberalización, de las riquezas colectivas acumuladas por dos, tres, cuatro y hasta cinco generaciones; manteniendo y ampliando su fuerza en el terreno de la represión interna (militar-policial) y su poder para salvar las empresas privadas en quiebra y favorecer a la oligarquía capitalista.
5-El neoliberalismo se montó sobre el avance de la informática y micro-electrónica para financierizar el capitalismo, para potenciar la especulación por encima de la producción, para entronizar las estafas bancarias apoyadas en la no regulación y de la competitividad sin límites.
Estado y grandes empresarios además se confabularon para robotizar en mayor escala no solo ciertas áreas de la producción y servicios públicos sino las mentes, la manera de percibir y pensar de las personas, a través de una enorme y alienante maquinaria de desinformación y distorsión de la realidad, de un sistema que impone un mundo virtual ajeno al real.
6-El neoliberalismo se montó sobre la restringida democracia liberal representativa, limitando en mayor grado la participación del pueblo, reduciendo la democracia a la elección condicionada por el poder de dinero, la desigualdad, el clientelismo, donde las decisiones ya no radican en el ciudadano(a), en el votante, sino en ciertas mafias, en pequeñas elites de políticos corrompidos, que usurpan la representación del pueblo y que en el caso dominicano han impregnado el sistema político de la cultura política autoritaria, despótica y caudillista heredada del trujillismo y del balaguerismo.
7-El neoliberalismo se propuso destrozar toda cultura de solidaridad, reforzar en altísimo grado la cultura egoísta del capitalismo y potenciar al máximo el individualismo, identificando el éxito personal con el enriquecimiento a cualquier precio y por todas las vías, especialmente las ilícitas.
El consumo superfluo es dentro de esa perversa lógica neoliberal el fin único de todo trabajo, profesión o actividad humana, al extremo de que su nivel y su exhibición definen la importancia de las personas reducidas a la condición de clientes; mientras que la condición de máquinas productoras de dinero y generadora de opulencia caracteriza a los integrantes de sus cúpulas sociales y gerenciales. Esto se evidencia en los contenidos de la publicidad y de las opiniones que inundan los medios de comunicación masiva y reproducen los voceros del orden dominantes.
Por esa vía el neoliberalismo ha sumido al capitalismo, a su Estado y a sus beneficiarios –ya de por sí corrompidos- en un antro de malas artes delictivas, generando sistemas, gobiernos y Estados mafiosos e incluso narco-delincuentes. Ese ha sido en muchas partes del mundo y ese ha sido el caso dominicano.
El neoliberalismo hizo todavía más funcionales a la acumulación de capital y riquezas en pocas manos, la discriminaciones de clase, de género, de generaciones, de corte “racista”; mientras la crisis integral del sistema imperialista a aumentado la voracidad y la violencia empresarios contra los seres humanos y su entorno natural simbolizado en corporaciones como Barrick Gold, Uni Gold, Falconbridge y Cementera Y a todo esto hay que agregarle los impactos mundiales y locales del diseño de guerra global infinita puesto en práctica por un imperialismo decadente, pentagonizado y carente de materias primas esenciales, como el que encarna EEU
Crisis y oportunidad.
Si estos siete son los siete pilares del neoliberalismo que tanta pobreza, tanta marginación y tanta desgracia han creado en nuestro país, entonces está claro que hay que desmontar esos pilares y sustituirlos revolucionariamente por otras estructuras e instituciones, por otro sistema jurídico-político, por otros mecanismos, y otras políticas que les devuelvan a la sociedad, que les devuelvan a la patria, que le devuelvan a la gente común, sencilla y trabajadora, el derecho a decidir su destino y a conquistar el bienestar colectivo e individual. Y esta es una gran oportunidad
Sí, la oportunidad para ese cambio ha madurado porque el neoliberalismo agotó su fase de auge y crecimiento entrando en un periodo de franca de declinación, agravando la crisis integral de la civilización burguesa, aumentando enormemente los riesgos de vida del planeta y de la humanidad toda, y potenciando las luchas sociales y políticas en contra de la permanencia de este modelo empobrecedor y desnacionalizador; registrándose a la vez significativos avances en dirección a su superación y la derrota de los gobiernos que lo han encarnado, sobre todo en nuestra América. El capitalismo, por demás, ha entrado en la crisis más grave de su historia.
El neoliberalismo y las guerras por recursos naturales vitales requeridos por el imperialismo actual ha sido la respuesta de las elites capitalistas a la prolongada crisis estructural de ese sistema de dominación, lo que al tiempo de favorecer el enriquecimiento de las minorías dominantes y de sus respectivas potencias, ha puesto en riesgo la existencia de nuestros pueblos y de toda la humanidad creando sociedades más empobrecidas en todo los órdenes que se resisten a ese suicidio. Las muestras de esa penosa realidad abundan, y si nuestro caso es dramático, el del pueblo haitiano ha tomado la característica de gran tragedia.
Pero los efectos devastadores de esa dinámica neoliberal, la resistencia de los pueblos y sus nuevas ofensivas políticas han dado lugar al auge de las alternativas post-neoliberales, a una etapa cualitativamente distinta a aquella en la que el discurso único neoliberal y las imposiciones de sus modelos reinaban y parecían detentar un poderío invulnerable.
Entonces es urgente –y es posible- enfrentar sus siete pilares y desmontar ese modelo en nuestro país y en todos los países azotados todavía por ese estrategia en crisis; todo esto dentro de una dinámica esencialmente antiimperialista y anticapitalista.
¿Cómo hacerlo?
La mejor forma de luchar contra el neoliberalismo en nuestro país es mediante la reconstrucción y consolidación de movimientos sociales, de redes populares, de organizaciones autónomas, de hombres y de mujeres, de jóvenes y de obreros, de campesinos, de profesionales y de estudiantes. La organización, la politización, el restablecimiento del sujeto popular y las demás fuerzas sociales afectadas por la crisis la sociedad, es un punto de partida sumamente importante.
Esto exige entender la lucha como creación de contra-poder y/o construcción de un poder alternativos-transformador, anti-neoliberal, clasista, popular, feminista, anti-imperialista, joven, ecologista, campesino, de capas y sectores medios, de pequeños empresarios arruinados o en vía de serlos… Esto es imprescindible para ir desmontando el régimen neoliberal en decadencia.
La reconstrucción desde abajo, desde la base, es la primera gran tarea, la primera gran labor que tenemos que emprender para ir desmontando el régimen neoliberal y la recolonización capitalista. Los grandes encuentros políticos-sociales alternativos nos brindan una buena oportunidad para trabajar en esa dirección, siempre que nos propongamos ir más allá de una simple reacción defensiva y de limitadas reivindicaciones.
En una parte de los países del continente, se han dado pasos en ese sentido para ofrecer un conjunto de experiencias de procesos de rearticulación del tejido social; quizás ya no por centro de trabajo, sino de base territorial, en torno a temas y luchas específicas por el derecho de la sociedad al agua, a los recursos minerales, a la tierra, a los hidrocarburos, al patrimonio público y natural de la nación, contra la onerosa deuda externa, contra corrupción depredadora y la carestía de vida. Han sido las necesidades vitales, básicas, los puntos de unificación enarbolados para construir nuevas redes de agrupaciones obreras, campesinas, indígenas y populares que fueron desmontadas en los últimos veinticinco años.
En la República Dominicana necesitamos actuar con ese gran propósito, lo que implica reconstituir las redes del movimiento social y político-social de los(as) de abajo para dotarlas de fuerza militante y propuestas que impugnen el modelo neoliberal; para enfrentar el neoliberalismo como nueva modalidad del capitalismo y en dirección a aglutinar y conquistar poder organizativo y de convocatoria para hacer reclamos contundentes.
De ahí la importancia de las propuestas transformadoras y alternativas, de la creación de una organización revolucionaria de nuevo tipo inmersa en las luchas sociales y políticas y de las demandas movilizadotas asumidas desde una gran alianza político-social alternativa; concebidas ambas como factores de creación de conciencia, organización y nuevas capacidades de convocatoria, movilización y confrontación.
La lucha contra el neoliberalismo debe situar en lugar destacado la recuperación de la riqueza colectiva, lo que implica volver a entregar a sus verdaderos dueños lo que siempre fue de todos/as y que en las últimas décadas fue privatizado a favor de pequeños grupos familiares y consorcios extranjeros. Y eso significa recuperar recursos naturales (agua, tierra, bosques, minerales, playas, costas) y empresas y bienes públicos para contribuir a transformar la economía especulativa en una economía fundamentalmente productiva y reemplazar la falacia del libre mercado por mercados internos y externos regulados y por otras formas de intercambios y cooperaciones solidarias.
Solamente mediante un proceso de reapropiación social de la riqueza que es común a todos/as, tanto la que resulta del trabajo humano como la dotada por la naturaleza, podremos ir desmontando este núcleo duro del neoliberalismo. Las experiencias que recorren el continente muestran que ése es el camino que la gente, la gente de a pie, la gente de base ha ido pensando y reflexionando de manera directa y autónoma.
En nuestro país hay que encontrar esos ejes, pensando en temas como el de la desprivatización del patrimonio nacional y como la soberanía popular sobre las fuentes agua, bosques playas, áreas protegidas; como la lucha contra la carestía, el combate por la anulación de los TLCs, la justa distribución de tierras urbanas y rurales, la erradicación de la impunidad de la delincuencia estatal y oligárquica, la anulación de la deuda externa, la recuperación de las riquezas robadas por los corruptos…
La lucha contra el neoliberalismo es inseparable de la consolidación de un Estado soberano en lo económico, fuerte en lo político, fuerte en lo cultural, que le brinde a los movimientos sociales un escudo de protección, un blindaje contra la agresión internacional derivada de la globalización neoliberal, un blindaje que facilite la expansión de las luchas sociales.
Construir un nuevo Estado lo suficientemente eficaz para contrarrestar la contrarrevolución interna e imperialista, pero controlado por un poder popular y ciudadano de gran amplitud y profundo calado. Un Estado controlado, subordinado y atravesado por la impronta, por la participación, por la actividad de los movimientos sociales; única manera de garantizar que sus instituciones no sean usurpadas por nuevos empresarios creados desde él o por nuevas capas burocráticas corrompidas, y única manera de irlo limitando y extinguiendo paulatinamente, centrada su existencia temporal en la misión defender la revolución, regular el desarrollo integral y promover el bienestar social.
Los procesos de integración subordinada a EEUU y a Europa deben ser reemplazados por la unidad en soberanía de los pueblos de nuestra América y del llamado Tercer Mundo.
La cuarta ola tecnológica debe ser puesta al servicio del bienestar colectivo y no del capital financiero y las transnacionales.
La lucha contra el capitalismo neoliberal exige el despliegue participativo, la innovación de múltiples maneras de democracia; es decir, implica asumir en las manos de uno como individuo y como sociedad el control de su destino.
Democracia no es solamente colocar un voto cada cuatro años. Democracia es tener capacidad de participar en lo que sucede en el país: desde lo que va a pasar con la inversión de un municipio hasta definir si se firma un contrato o no se firma. Y en América Latina y el Caribe tenemos experiencias múltiples de democracia de base: en las comunidades indígenas, en nuestros barrios populares, en las zonas obreras, entre los desocupados, hay múltiples gérmenes de democracia real, de democracia directa, de democracia comunitaria, de democracia participativa. Y éstos tienen que ser los escenarios de desarrollo, de iniciativas, de propuestas, de conquista de derechos. Porque solamente con la gente peleando por sus derechos, se podrá obtener la legalidad y la legitimidad de los derechos consagrados luego en las Constituciones y en las leyes.
En nuestro país en materia de democracia tenemos la valiosa experiencia de la democracia de abril de 1965, de esa especie de “comuna caribeña”, basada en la Constitución del 1963, la más avanzada de nuestra historia, en los comandos populares armados y en una experiencia de democracia directa, de poder popular, que superó todas las fronteras y límites de la democracia liberal. Y esa expresión de democracia participativa debe ser recuperada a plenitud y proyectada al presente y al futuro mediato e inmediato.
La nueva democracia, la democracia participativa e integral, la combinación de democracia directa y representación, la democracia integral por la que luchamos, debe sustentarse en la soberanía nacional y popular expresada en una nueva Constitución creada por una Constituyente Popular.
Esto implica claridad y firmeza en la propuesta de asamblea constituyente por elección y participación popular como mecanismo para reemplazar este sistema político-jurídico y esta institucionalidad decadente por una nueva institucionalidad basada en esa nueva constitución, cuyos contenidos fundamentales debemos previamente consensuar en eventos alternativos hasta convertirlos en bandera unificadora y movilizadota.
La lucha contra el neoliberalismo conlleva un combate a fondo contra el egoísmo y una intensa promoción de la cultura de la solidaridad, de la hermandad, del amor entre los seres humanos, de la honestidad. Sin desmedro de lo individual como parte de lo social, lo colectivo debe ser potenciado sobre lo particular, lo público debe primar sobre lo privado, lo social debe reinar. EL “sálvese quien pueda” debe ser reemplazado por el “salvémonos todos(as)”.
La división debe ser superada por la unidad en la diversidad.
Los sistemas mafiosos, fruto del egoísmo, del endiosamiento del dinero y del consumo y de la impuesta desde arriba, deben ser desmotados y reemplazados por normas de convivencias sanas, justas y respetuosas de las personas y derechos consagrados.
El concepto de raza es una construcción ideológica negada por los avances de la ciencia moderna, inventado para dividir, subordinar, discriminar y sobre-explotar desde una supuesta superioridad de la “raza” blanca. El ser humano es uno solo, con fenotipos, con apariencias diferentes, determinadas por condiciones climáticas y circunstancias específicas. Asumimos los derechos del ser humano, su plena liberación y su bienestar, optando por la igualdad de condiciones de vida y derechos independientemente del color de piel, estatura, conformación física, pensamiento y cultura.
Carácter de la revolución, bloque dominante, sujeto del cambio y alianzas posibles
La revolución dominicana, las transformaciones que ella está llamada a emprender son de carácter democrático y antiimperialista con claras perspectivas socialista, y la asumimos como un proceso único y progresivo, con tareas, objetivos y prioridades precisas en cada periodo de su desarrollo ininterrumpido y ascendente. Su carácter democrático, nacional-liberador, popular y socializante se deriva de la imperiosa necesidad de superar el capitalismo dependiente y la cultura despótica negadora de derechos esenciales y de soberanía popular y nacional.
La asunción de su contenido anticapitalista y sus perspectivas socialistas para erradicar el capitalismo dependiente no es sinónima de pretender una superación instantánea de todas las relaciones de propiedad, de producción y distribución del viejo régimen, ni mucho menos una socialización total desde su inicio. Se trata más bien de una transición revolucionaria con transformaciones progresivas, escalonadas y ascendentes en las que están contempladas diferentes formas de propiedad, producción y distribución, cambios culturales y procesos de socialización del poder que no puede ni deben ser simplemente decretados, así como y cambios de mentalidad y cultura que implican la formación de seres humanos nuevos imbuidos de ideas de solidaridad y amor por los demás.
El sujeto social fundamental de esta trascendente transformación revolucionaria es un bloque de fuerzas integrado por los trabajadores(as) asalariados(as), por los(as) desempleados(as), por el campesinado, por los pequeños empresarios urbanos empobrecidos o acorralados, por las mujeres discriminadas y sobre-explotadas, por la juventud excluida, por los sectores populares afectados por la depredación ambiental, por los intelectuales y técnicos concientes de la necesidad del cambio, por las capas medias afectadas por el gran capital y el orden dominante, por toda la pobrecia explotada, marginada y excluida. Es un sujeto popular, del cual es inseparable el proletariado con su actual conformación y nuevas expresiones.
Es un sujeto socialmente diversos, generado por este capitalismo dependiente y su modalidad neoliberal, que precisa ser articulado alrededor de demandas movilizadotas y de objetivos destinados a la construcción de contra-poder y a la creación un nuevo poder enfrentado al bloque dominante.
El bloque dominante está integrado por la burguesía imperialista, por gran burguesía dependiente criolla, por la partidocracia y las mafias civiles y militares que explotan, oprimen y excluyen al pueblo y a sectores medios afectados por su dominación. Los poderes imperialistas, la oligarquía financiera y todos los componentes de ese el bloque de dominación, sustentador y beneficiario de este sistema y de su actual modalidad neoliberal, se constituyen en los adversarios fundamentales del cambio que el pueblo y la nación necesita.
Las clases y sectores resistentes al desmonte del modelo neoliberal y a su decadente y corrompido sistema político, así como a la creación y desarrollo de una democracia participativa, definen con precisión los blancos de ataques inmediatos dentro del bloque dominante así como las alianzas sociales y políticas para lograr en un primer periodo esos propósitos. Entre los aliados deben incluirse a sectores empresariales medianos, pequeños, e incluso algunos más grandes afectados por las políticas neoliberales, como también corrientes políticas adversas al neoliberalismo y al proceso de perversión de la partidocracia.
Los sectores que conforman el bloque popular y otros significativamente perjudicados por el neoliberalismo y por la partidocracia corrompida pueden cooperar entre sí con intensidades diversas, tanto para conformar el contrapoder necesario como para provocar la ruptura imprescindible y la creación de un nuevo Estado y una institucionalidad democrática y participativa. Todos, con grados diversos de compromiso, algunos incluso con timidez o solo inclinados a la unidad de acción en cuestiones especificas o a una determinada neutralidad positiva, pueden ser parte de las luchas y de las alianzas necearías para arribar a la transición planteada.
En verdad la micro, la pequeña y mediana empresa y las asociaciones cooperativas solo podrán sobrevivir al proceso de concentración capitalista y de trans-nacionalización del gran capital, inclinándose por la democracia participativa, por la alternativa post-neoliberal e, incluso, a más largo plazo, accediendo a contribuir y ser voluntariamente parte y beneficiarios de los nuevos procesos de socialización. Incluso algunas sectores empresariales de mayor magnitud afectados por el modelo vigente podrían ser parte o coexistir con el proceso transformador.
La clave está en la manera como los actores diversos del cambio se constituyen en factor político de poder desde las organizaciones políticas revolucionarias, los movimientos sociales y políticos sociales transformadores, las luchas sectoriales contestatarias (de trabajadores/as juventud, mujeres, medio-ambientales, obreros, campesinos, sectores populares…) y desde movimientos comunitarios, anticorrupción y anti-discriminación, movimientos cristianos y religiosos revolucionarios de diversos tipos, y movimientos de defensa del patrimonio colectivo y fuerzas intermedias agobiadas por la crisis.
En el curso de las lucha y de todo el proceso podrán hacerse compromisos específicos y alianzas coyunturales para la consecución de reivindicaciones, demandas y reformas políticas, económicas, sociales y culturales; y para el logro ciertos objetivos que contribuyan a abrirle paso y espacios a estas líneas programáticas y de acción, con la condición de que en ningún caso deben estar reñidos con la estrategia y los principios de la organización y de ninguna manera deben contribuir a dañar la identidad de las fuerzas alternativa y a facilitar la permanencia y el reciclaje de las derechas oligárquicas, pro-imperialistas, corrompidas y pro-neoliberales. Los pasos tácticos y coyunturales en el plano de la unidad de acción y las alianzas tácticas, así como las banderas de lucha, siempre deberán armonizar con las metas superiores y servir a la estrategia revolucionaria.
Así podría crearse la dinámica imperiosa que nos permita abrir la ruta para avanzar más adelante hacia la socialización progresiva de las relaciones económicas y sociales, la política y la cultura. ¡Hacia el país que tanto anhelamos! Siempre presente el criterio de que nuestra vocación socialista revolucionaria no admite falsificaciones ni distorsiones, aun éstas se hagan a nombre de este ideal.
Porque en general creemos en la necesidad de luchar contra cualquier sistema político y ordenamiento socio-económico cultural que le niegue a los seres humanos el derecho a rebelarse y liberarse de cualquier modalidad de opresión o discriminación conocida o por conocer; o que reproduzca la apropiación de las riquezas creadas por la sociedad y los recursos naturales del país por una minoría, ya sea por la vía del control burocrático o a través de la reprivatización de lo social.
III
Avanzar hacia el país que anhelamos: transitando del capitalismo neoliberal al nuevo socialismo
La alternativa al neoliberalismo no debe separarse de una firme voluntad de superación del capitalismo y creación de nuevo socialismo mediante el desarrollo multilateral y multifacético de la democracia participativa.
En sociedades como la nuestra el tránsito del capitalismo neoliberal al nuevo socialismo nos exige -además de una propuesta fresca, renovada y atractiva del proyecto socialista- establecer una clara diferenciación entre el camino a recorrer y las metas a alcanzar, entre el socialismo a que aspiramos y la transición necesaria hacia él. Porque ciertamente una cosa es el tránsito al socialismo y otra el socialismo como modo de producción y distribución consolidado, sistema político e instituciones de profundo calado social, cultura colectiva solidaria y salto cualitativo en la transformación de los seres humanos.
El tránsito es el proceso que conduce a esa meta y se diferencia de ella en que contiene como herencia negativa no pocos elementos del pasado capitalista y precapitalista que es preciso ir erradicando.
La socialización de la economía, la democratización y extinción paulatina del poder estatal, la revolución cultural, la generalización de la cultura solidaria, los cambios necesarios en la conciencia individual y colectiva para formar seres humanos nuevos, despojados de egoísmo y plenos de espíritu cooperador son sus semejantes, no pueden darse en actos instantáneos o de corta duración. Es más bien una orientación y una práctica transformadora sistemática de mediano y largo plazo, lo que es una verdad mayor en el caso de países de capitalismo dependiente como el nuestro con retrasos significativos en el desarrollo de sus fuerzas productivas, de las tecnologías apropiadas y de la formación educativa y en el conocimiento científico, sometidos durante años, por demás, a la recolonización neoliberal y a sus efectos, acompañada muchas veces de fuertes o débiles herencias precapitalistas y de significativos déficit culturales y serias precariedades en todos los órdenes.
Se trata no solo de un proceso transformador, cuya velocidad, profundidad y extensión, varía por países en función de los obstáculos a vencer, de las trabas a superar y de la correlación entre las fuerzas del cambio revolucionario y las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas; si no también de un proceso multifacético e integral. Porque el capitalismo en sus diversas expresiones no es solo modo de producción, sino sobre todo un sistema de dominación integral, que incluye otras esferas de la economía e importantes vertientes sociales, jurídicas-políticas, institucionales, militares, ideológica y cultural.
Si en la economía es inviable una socialización instantánea, también lo es en los demás aspectos de la vida en sociedad y sobre todo en el orden del acceso al conocimiento científico y la superación de la ideología dominante.
Las cambios de una formación económica-social, política y cultural a otra, de un sistema a otro, enfrentan altos grados y variadas formas de resistencia, requieren de transformaciones profundas, exigen procesos y niveles de conciencia revolucionaria, demandan nuevas formas organizativas, nuevos métodos de gestión y participación, nuevas bases constitucionales, nuevas leyes, cambio de mentalidad…que tardan en lograrse. Y todo esto se complejiza en los países la periferia dependiente, tratándose de un sistema altamente mundializado, con supremacía imperialista y sumamente degradante como lo es el capitalismo actual.
Por eso, cuando nos referimos a las alternativas al capitalismo, procede hablar del tránsito hacia una sociedad post-capitalista que históricamente y desde el desarrollo de las ciencias sociales ha sido conocida como sociedad socialista, antesala de la sociedad comunista. Porque tránsito o transición es palabra clave para reflejar en la denominación del periodo transformador el carácter procesal de los cambios, evitando así etiquetar con el nombre de socialismo lo que es un proceso hacia él, cargado de malas herencias, trabas y limitaciones a superar; pero que siempre debe procurar eliminar progresivamente toda opresión, discriminación, explotación, enajenación y coerción de los seres humanos.
En nuestra América está bastante claro -vistos en forma dinámica los hechos acaecidos en tiempos recientes- que el punto de partida de la transición al socialismo consiste en desmantelar el modelo neoliberal impuesto y avanzar hacia una sociedad pos-neoliberal de profundo contenido anticapitalista, socializando primero parcialmente, siempre de manera progresiva y luego completamente, determinadas vertientes de la propiedad, la economía, la política y la cultura.
Antes de llegar al socialismo a que aspiramos, queda por recorrer un intenso y más o menos largo camino de transformaciones en esa dirección; cambios y realizaciones que pasan por completar la transición hasta consolidar y desarrollar el proyecto socialista más haya del desmonte del modelo neoliberal y de los primeros avances de la vía no capitalista. Cambios progresivos en las relaciones de propiedad hacia el pleno predominio de la propiedad social, en la distribución del ingreso nacional, priorizando la superación del proceso de empobrecimiento de los seres humanos y de la naturaleza, y definiendo las urgencias en la política de inversión en función de la felicidad y bienestar material y espiritual de los seres humanos
Cambios también en las modalidades de gestión de las empresas, entidades e instituciones públicas, introduciendo la autogestión, la co-gestión, la administración por concurso y el control ciudadano; y en las características del mercado y de la economía, procurando su regulación y el avance de la economía de equivalencias basada en el valor real de bienes y servicios.
En los procesos de integración con países de la región tales como el ALBA, procurando más poder para contrarrestar y superar la globalización neoliberal y la integración subordinada a EEUU.
En la naturaleza de de los cuerpos castrense y policiales, en el vínculo entre lo civil y lo militar, en la relación entre las Fuerzas Armadas, las Policías, los aparatos de seguridad y la sociedad civil; procurando reemplazarlas y recrearlas en función de los contenidos del nuevo poder, procurando relaciones solidarias y respetuosas entre esas entidades y el pueblo, y aplicando políticas capaces de erradicar progresivamente la necesidad de la coerción y de su propia existencia, esforzándonos por incorporar al pueblo a las tareas de defensa y seguridad nacional y a los militares a las tareas de desarrollo del país.
Transformaciones en el poder de información y comunicación, garantizando su democratización y el fin de la dictadura mediática del gran empresariado.
En la concepción de desarrollo, centrándolo en el bienestar colectivo de los dominicanos y dominicanas de todas las edades, colores y sexos.
En el sistema energético nacional, revirtiendo la privatización, convirtiéndolo en área pública socialmente controlada y eficazmente gerenciada, reduciendo sus costos de operaciones y sus tarifas, promoviendo fuente alternas de energía y formas de integración continental beneficiosa para el país.
En el tratamiento del patrimonio histórico, cultural y científico, preservándolo frente al afán de lucro y de la ignorancia.
En las relaciones internacionales, haciendo valer la autodeterminación y la integración solidaria.
En la concepción sobre los derechos humanos, reconociéndolos, respetándolos en toda su amplitud y diversidad.,
En el tratamiento de la sexualidad, superando los tabúes, prejuicios e imposiciones desde el poder del hombre sobre la mujer.
En el vínculo entre Estado y sociedad civil, Estado y movimientos sociales, Estado y organizaciones políticas o político-sociales; evitando suplantaciones, aplastamientos y fusiones perjudiciales.
En el ejercicio del sufragio en toda su plenitud y sin mediaciones clientelistas y mercuriales que lo perviertan.
En los sistemas de administración del Estado y sus instituciones, imponiendo en su gestión la más absoluta transparencia, métodos eficientes y control social y ciudadano.
En el respecto al derecho de los seres humanos sobre su cuerpo, superando toda intromisión y/o agresión.
En el concepto ciudadanía y derechos ciudadanos, erigiendo su presencia y acción en poder real.
En el carácter de los sistemas de salud, educación y deporte, procurando su desprivatización, su masificación, universalización, su gratuidad y su socialización progresiva inseparablemente vinculada a la calidad de los servicios y de las prácticas, a su constante renovación tecno-científica, a la cultura de la solidaridad, a la desalineación de los seres humanos.
Hacia la socialización integral de la propiedad, la economía, los recursos naturales y el poder.
En la médula de esta transformación revolucionaria que nos proponemos debe situarse el propósito de devolverle a la sociedad el derecho de apropiación colectiva del producto de su trabajo y de las riquezas naturales contenida en nuestro territorio, costas y jurisdicciones marítimas y todo su patrimonio histórico, científico y cultural.
Tal propósito es inseparable de un proceso de desprivatización y socialización de los medios de producción, distribución y servicios; de un proceso de recuperación del patrimonio natural, histórico y cultural en manos de la burguesía local y transnacional, de un proceso que garantice una justa distribución de los excedentes económicos y que supere el circulo vicioso de generación de riqueza empobreciendo seres humanos, naturaleza y patrimonio histórico-cultural y científico.
Es inseparable, además, de la progresiva socialización del poder y extinción del Estado y de una profunda revolución cultural que subvierta todo el sistema de dominación ideológica que posibilita la reproducción de la dominación capitalista y todos sus anti-valores, creando una nueva manera de pensar y de ser que le de primacía a la solidaridad, a la cooperación, a la hermandad y el mutuo respaldo entre los seres humanos.
La desprivatización de los medios de comunicación, producción y distribución y de los recursos naturales y todo el patrimonio del país, la modificación de las relaciones de propiedad y del sistema económico que proponemos, no equivale a la estatización mediante la cual se conformó en nuestro país el sector estatal de economía después del ajusticiamiento del tirano Trujillo y de la confiscación de sus bienes y los de su familia, tampoco a la estatización generalizada que degradó progresivamente las promisorias revoluciones obreras y populares y dio lugar a los modelos estatista-burocráticos en Europa Oriental que afectaron gravemente los promisorios procesos de orientación socialistas en esos países y facilitaron su derrumbe en la última década del siglo XX.
Equivale más bien a una visión diferente: a su progresiva conversión en propiedad de toda la sociedad y de los trabajadores(as) que devendrían en propietarios y gestores de los mismos en el marco de una planificación democrática y participativa, combinada con la creciente implementación del intercambio de equivalencias y de un nuevo sistema monetario y financiero.
Los cambios en las relaciones de propiedad capitalista y en la economía, la conversión de la gran propiedad privada en propiedad social y de la economía capitalista en una economía socialista, precisan de cierto rigor y cierta gradualidad, lo que en el proceso de transición incluye su coexistencia con otras formas de propiedad privada, mixta e individual y con originales modalidades de mercado, siempre dentro de una concepción que procure su total superación a favor de la propiedad social o colectiva y de la planificación democrática.
Deben medirse bien la prioridad, pertinencia, modalidad y necesidad de cada paso y en cada caso de expropiación-confiscación-nacionalización, y contemplarse las reales posibilidades de realización exitosa, teniendo bien presente su carácter estratégico o no, su tecnología y su relación con la seguridad el país y con la soberanía. Si progresiva debe ser la socialización en sentido general, con mayor razón debe serlo en el campo decisivo de la propiedad de los medios.
El proceso de superación del un capitalismo, en cuanto procurar el mayor consenso a su favor, exige primero expropiar y socializar selectivamente, poniendo énfasis de entrada en la gran propiedad burguesa y sobretodo en la transnacional y transformar el sector financiero en dirección al predominio del interés social y al desarrollo nacional, en función de los avances productivos, el bienestar de la colectividad y el fin de la especulación. Requiere también darle un tratamiento especial a la mediana y pequeña propiedad así como a ciertas áreas productivas articuladas al mercado interno, respaldar la asociación y cooperativización de la pequeña y mediana empresa y combinar diversas formas de propiedad en función de todos esos factores. A fin de evitar traumas sociales de envergadura y resistencias innecesarias, ese proceso debe ser voluntario y a través de formas asociativas respaldadas, pero no impuestas, por el Estado.
El latifundio hay que erradicarlo, estableciendo topes en la tenencia de tierra según la categoría de los terrenos y ejecutando una justa distribución de ese recurso natural productivo en el contexto de una reforma agraria integral, que contemple el avance progresivo de formas asociativas de propiedad y las concesiones de la tierra, agua y otros recursos naturales como bien social.
Esto es válido tanto en sus modalidades de explotación precapitalista como de capitalismo de explotación extensiva, porque es la única manera de solucionar el drama del minifundio improductivo y de los (as) campesinos sin tierra, privilegiando a la vez las formas de propiedad social y de trabajo colectivo (cooperativas, proyectos colectivos y asociativos diversos y otras modalidades de economía solidaria); estableciendo mecanismos de financiamiento y asistencia que privilegien las áreas articuladas a la reforma agraria.
Las inversiones extranjeras deben ser rigurosamente reguladas en función del interés nacional, social y medioambiental. Ellas no son “persé” dañinas ni totalmente recusables, sino que bien normadas pueden incluirse en el área de la propiedad mixta (asociación privada-pública-social y acuerdos interestatales) o en el plano de los acuerdos de transferencias de tecnologías adecuadas, o en determinadas formas contractuales de mutuo beneficio. Igual pueden tener cabida las concesiones de explotación, operación y/o comercialización de recursos naturales que no afecten la soberanía sobre la propiedad nacional, la sanidad del ambiente y el equilibrio ecológico. En ese terreno tampoco hay receta rígida, sino una orientación general hacia el predominio de lo social y del interés nacional.
La socialización tiene además una relación directa con el destino de los excedentes de la producción y los ingresos nacionales, con los impuestos sobre los beneficios y la relación entre la apropiación por minorías de las ganancias de las empresas privadas y el destino de una parte significativa de ellas para el bienestar colectivo, tanto de los (as) trabajadores (as) de las empresas como de la sociedad en general.
Pero a la vez una auténtica orientación socialista incluye la progresiva superación de la explotación del trabajo ajeno y del mercado capitalista basado en el precio de las mercancías y no en el valor del producto a partir de la fuerza de trabajo manual e intelectual socialmente necesario para producirlas; debe tender a eliminar el capital como relación social, al Estado como empleador-explotador del trabajo asalariado y garantizar el traspaso progresivo de la propiedad y la gestión de los medios de producción, distribución y servicios al pueblo trabajador.
180.-La transición al socialismo debe poner en el centro de su mirada en el ser humano y su entorno natural, su sana existencia, su bienestar y su felicidad, a través de una combinación de medidas emancipadoras. Y esto requiere en primera fase, entre otras condiciones, una democracia participativa que asegure la existencia de un Estado distribuidor en términos justos del ingreso nacional a través de un sistema fiscal que comience gravando las grandes ganancias y riquezas privadas y diseñando y ejecutando un presupuesto nacional que eleve constantemente el gasto social y la inversión relacionada con la recuperación y preservación del medio ambiente, con el bienestar social y la dignidad de los seres humano, y que garantice el interés colectivo sobre el afán de lucro de una minoría.
Requiere también, junto a empresas públicas socialmente controladas y co-gestionadas, de un sistema de empresas de propiedad social autogestionadas, ya sean municipales, cooperativas, asociativas, mixtas...El tipo de administración, las características de la gestión empresarial, las formas de escogencia de los gerentes, ejecutivos y técnicos, no deben desvincularse de la socialización y de sus esencias democráticas. La participación de los colectivos laborales y de la sociedad en las decisiones y en la fiscalización de sus procesos es consustancial a la intención de socializar de verdad los medios de producción, distribución y servicios públicos. Igual el diseño de presupuestos participativos, el control de su ejecución y el acceso a los estados financieros de empresas, entidades autónomas del Estado y propiedades de conglomerados sociales. Los presupuestos participativos y abiertos deben regir la vida económica.
La propiedad pública sin autogestión de las comunidades laborales o sin cogestión entre administradores, gerentes y comunidades laborales, deviene en estatismo burocrático, donde los excedentes y el cuidado del patrimonio nacional que representan están sujetos exclusivamente a la voluntad de la burocracia y la tecnocracia y, por tanto, expuesto a la dilapidación, a los privilegios y a la corrupción. Porque la mejor prevención de esos males, lo que convierte definitivamente la propiedad estatal en propiedad social, es la participación de los (as) trabajadores (as) en la gestión, es el control de los colectivos laborales sobre las administraciones, es su participación en la distribución del excedente, en el destino de la inversión empresarial y social, en la designación de los administradores y directivos por concurso; es el acceso de la sociedad a los estados financieros, la elaboración de sus presupuestos con el más alto grado de participación de sus trabajadores/as intelectuales y manuales y su relación con las comunidades y los mecanismos de control ciudadano creados por la sociedad.
Otro capítulo trascendente es el de las regulaciones del mercado interno y del comercio exterior: la distribución y redistribución de las riquezas creadas, la remuneraciones justas y la eliminación de los privilegios de las elites sociales y burocráticas, así como la progresiva transformación de la economía de mercado basada en precios en una economía de equivalencias de valores determinados por la fuerza de trabajo socialmente necesaria para producir los bienes y servicios requeridos por la sociedad, lo que se ha facilitado con los avances de las matemáticas y la informática. Entendemos además, que mientras perdure el mercado, la competencia no debe ser ilimitada, ni en el interior del país ni en sus vínculos comerciales con el exterior.
En el proceso de transición al socialismo hay sectores que deben ser estimulados por la vía de la relación entre costos y precios, con el respaldo estatal-gubernamental, sectores productivos y/o consumidores que necesitan ser protegidos y asistidos para su adecuada rentabilidad en un caso y para elevar su capacidad de compra en el otro. Los sistemas de control de precios, de almacenamiento, de impuestos y aranceles, deben ser palancas de intervención y regulación en procura del desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, del intercambio justo y la justicia social.
Transitar del capitalismo neoliberal hacia una sociedad post-capitalista pasa también de manera obligada por la creación de una nueva institucionalidad que asegure de manera simultánea la superación del anacronismo en la asignación de los recursos económicos y productivos, como la resolución del problema de la distribución del excedente en detrimento de las clases trabajadoras. Ambas cuestiones solo pueden ser resueltas con la planificación integral de ambas cuestiones con la participación democrática y plena de las clases trabajadoras y de toda la sociedad.
Democracia participativa e integral y planificación democrática
El socialismo, claro está, no es solo economía. Por eso la trascendencia de la democracia participativa e integral, sustentada en nuevos sistemas constitucionales, creados y desarrollados por la vía de la participación popular, de procesos y poderes constituyentes autónomos, capaces de superar las “democracias” estrictamente electorales, representativas, liberales y neoliberales.
La transición al socialismo es a la vez una transición hacia una nueva democracia, hacia una democracia real, verdadera, en la que el poder del sufragio se traduzca en ejercicio cotidiano de participación política y de creación constantes de múltiples maneras de democracia directa, de participación y control ciudadano sobre las autoridades y estructuras electas.
Que apoyándose en las garantías, normas y principios constitucionales incorpore al ejercicio gubernamental y a la gestión económica-social cotidiana el respeto pleno a todas las categorías de derechos humanos (individuales, políticos, sexuales, sociales, medioambientales…).
Que promueva la abolición de todas las formas de dominación, de todas las relaciones de poder basadas en la discriminación, la violencia, la opresión y la injusticia.
Que abra las compuertas a la equidad entre los géneros masculino y femenino y deje aceleradamente atrás la sociedad patriarcal y la cultura machista y tire por la borda el patriarcado junto al capitalismo neoliberal.
La transición al socialismo y los programas de desarrollo integral son inseparables de la adopción de políticas y planes que reformulen profundamente la relación seres humanos-naturaleza, deteniendo la depredación, la desertificación, la contaminación, el empobrecimiento de la naturaleza y la injusta y bárbara distribución de la misma, que le asigna las partes mas empobrecidas y riesgosa a los/as más pobres en el marco de una producción de riquezas con medios tecnológicos, concepciones de desarrollo y relaciones sociales que la empobrecen constantemente sin reparación alguna.
El resto de naturaleza y el ambiente son entorno de vida y patrimonio social de las presentes y futuras generaciones, y no deben estar sujetos al afán de lucro y a la ganancia privada, ni a la productividad estrictamente empresarial, ni a prácticas socialmente irresponsables y ajenas a la continuidad de la vida. La regulación de ese trascendente capítulo, que incluye la exclusión de la propiedad capitalista sobre los recursos naturales estratégicos, además de normas preservadoras y de contención de su afectación desde la empresa privada, social y del Estado, es algo irrenunciable para detener y revertir todo lo que en ese plano atenta contra la vida.
Hoy más que nunca la defensa de la madre tierra es vital para defender la existencia segura y feliz de los seres humanos. Es claro que todo lo que daña el resto de la naturaleza, daña a los seres humanos del presente y del futuro. Impedirlo y revertirlo, por tanto, es de alto interés social, palanca clave para un tránsito revolucionario que procure salvar la humanidad de la crisis de existencia impuesta por el gran capital privado y la globalización de sus espurios intereses.
La opresión de clase a eliminar con la erradicación progresiva de la explotación del trabajo ajeno, está atravesada y potenciada por otras variantes de opresión-discriminación-subordinación, entre ellas - además del peso negativo del patriarcado- por el poder de los adultos contra los niños (as) y los jóvenes, por la discriminación racial y otras aberraciones. Y ella, la opresión de clase, a su vez la atraviesa a todas.
El sistema vigente, afectado por la peor crisis en nuestro país no es solo capitalista-dependiente, sino además patriarcal (machista), adulto-céntrico, racistas, depredador y estructurado para imponer el reino y los intereses, las ideas y los privilegios de las grandes corporaciones y oligarquías capitalistas, de las mafias políticas, de las elites blancas y su cultura racista, de los adultos abusadores, de los hombres machistas y de su masculinidad opresora e insensible frente al drama educativo y al deterioro de la salud en nuestra sociedad… por lo que la nueva democracia y el nuevo socialismo que proponemos como alternativa, para plasmar en cadena un proceso integralmente liberador, tienen que asumir con firmeza la superación definitiva de todas esas formas de opresión y dominación funcionales al sistema capitalista, audaces políticas sociales en áreas tan sensible como la salud, la educación y el deporte y la alimentación del pueblo.
El área salud precisa de transformaciones profundas dirigidas a crear un sistema único de salud sostenido por el Estado y por la sociedad, cuyos programas preventivos y curativos, su sistema ambulatorio y hospitalario de alta calidad, racionalmente estructurados brinden servicios gratuitos a todos/as los/as usuarios, garanticen áreas de investigación y renovación técnica-científica, promuevan una industria farmacéutica y una industria de equipos médicos nacionales, una política de cooperación intercontinental y mundial en esas vertientes y sistemas de compra y suministros de medicamentos invulnerables a la desmedida mercantilización y adulteración de los medicamentos.
Igual el sistema educativo nacional precisa ser socializado en sus niveles escolares primarios, medios, universitarios, de postgrado y de educación especial, dotándolo de un carácter científico y de contenidos humanísticos que posibiliten subvertir y superar tanto los anti-valores de la cultura dominante como la mediocridad y el bajo nivel que hoy lo caracteriza.
El rescate de la verdad histórica, el reencuentro con nuestra identidad cultural, la elevación de su nivel tecno-científico, la superación de la cultura del miedo y de la banalizacion del saber, la recuperación del sentido critico y de la capacidad de pensar…deberán estar siempre presentes dentro de sus grandes metas.
El deporte y la educación física-escolar necesitan ser relanzado, masificado y liberado de los mecanismos y malas prácticas que fomentan su comercialización y elitizan sus competencias. Ambas disciplinas deben estar presentes en todos los centros de estudios y de trabajos y en todas las comunidades urbanas y rurales, procurando la instalación de infraestructuras sencillas, modestas pero eficaces; garantizando una óptima calidad moral y profesional de sus instructores y dirigentes.
La autosuficiencia alimentaría y la vigencia de programas que garanticen -vía acceso a la canasta familiar y a los planes sociales complementarios- de un suministro de calorías adecuado a la necesidad de vida de toda la sociedad, especialmente a niños/as y a envejecientes, debe ser un propósito de primer orden, como también la superación del déficit de vivienda y el derecho a un techo digno. Todo esto es inseparable de la posibilidad de una vida sana y del desarrollo educativo necesario.
En otro orden, la conversión del Estado dominicano en un narco-estado exige que en la reconstrucción del mismo esté presente la erradicación de toda conexión-protección institucional con los cárteles de la droga, mientras declaramos urgente examinar a fondo el tema de las drogas y la sociedad para diseñar audaces políticas que pongan fin o reduzcan al mínimo el gran negocio de las drogas ilegales y superen los daños que su consumo indebido causan a la sociedad y especialmente a la juventud.
En resumen: propiedad social o comunitaria, apropiación común del producto del trabajo y de los recursos naturales, reservas científicas y patrimonio histórico-cultural; vivienda confortables, trabajo justamente remunerado, salud y educación gratuita y de alta calidad, diversión sana, transporte eficiente y económicamente accesible, energía barata y no contaminante, alimentación adecuada y asegurada, relación armónica con el entorno natural y ambiente sano, igualdad ante la ley, democracia e igualdad de oportunidades entre géneros y generaciones, justicia y equidad social, superación de los procesos de empobrecimiento, libertad plena, participación, democracia integral, satisfacción plena de las necesidades humanas, control social y ciudadano sobre las instituciones y extinción progresiva del Estado como cuerpo coercitivo… son propósitos concretos de esta necesaria transición hacia la nueva democracia y el nuevo socialismo.
La meta suprema es la creación de una asociación de seres humanos plenamente libres y capaces de disfrutar en igualdad de condiciones bienes y servicios abundantes y de satisfacer sus necesidades crecientes aumentando sus expectativas de vidas con calidades ascendentes.
La meta suprema previsible por el pensamiento humano basado en la ciencia, aunque no la estación final, es la sociedad comunista, aquella donde se logren todas estas conquistas y muchas más, aquella en que la vida comunitaria armonice con los grandes avances de la ciencia y con el desarrollo cualitativo de todos y cada uno de los seres que la integren.
Esta visión sobre la transición socialista necesaria y el socialismo a que aspiramos se apoya en el orden de la reflexión teórica en tres columnas fundamentales:
• La recuperación de importantes componentes del pensamiento original de los fundadores del socialismo científico violados en el devenir posterior de las formidables revoluciones de orientación socialista escenificadas en Rusia y sus colonias y en otros países de Europa Oriental. La reivindicación, en consecuencia, de sus grandes conquistas sociales y especialmente de los extraordinarios aportes de la Revolución de Octubre y del Partido Bolchevique en la historia del socialismo del siglo XX
• La reflexión crítica, desde una incuestionable postura anticapitalista y pro-socialista, sobre las causas y efectos negativos de los prolongados y crecientes procesos de burocratización y negación de la democracia proletaria y popular en las experiencias socialistas de la URSS y de otros países Europa Oriental, que a finales de los 80 y principio de los 90 del siglo pasado provocaron el colapso de sus estructuras de poder y abrieron espacios a la restauración del capitalismo y al avance del neoliberalismo en el mundo .
• El desarrollo de la teoría y la práctica del socialismo a partir de un espíritu innovador que tiene muy en cuenta los procesos al interior del sistema capitalista mundial y de las sociedad impactadas por él, los cambios hacia situaciones peores y crisis mayores, las transformaciones operadas en los viejos y nuevos sujetos de la dominación y los nuevos actores del cambio revolucionario en la era neoliberal del capitalismo y los avances del pensamiento revolucionario transformador a la luz de las experiencias vividas en el siglo pasado, de los aciertos y errores cometidos y de los valiosos aportes teóricos-políticos producidos el calor de las luchas libradas contra los principales ejes de la dominación capitalista actual: explotación de las clases y sectores oprimidos, exclusión social masiva, patriarcado, adulto-centrismo, militarización en alto grado del imperialismo y nuevas guerras de conquista, ecocidio, racismo funcional a la sobre-explotación de los/as inmigrantes y países dependientes, especulación financiera a niveles sin precedentes, empleo a fondo de las nuevas tecnologías y la dictadura de la gran propiedad privada en función de las grandes ganancias, alto riesgo de vida y para la existencia de la humanidad, cambios culturales y tecnológicos, y sobre-dimensionamiento del rol enajenante de los modernos medios de comunicación.
IV
Estrategia de creación y ruptura
El inicio de estas grandes transformaciones es imposible sin crear poder desde abajo y sin romper, derrotar y remontar el poder impuesto. La construcción de ese contrapoder debe empezar a construirse con anticipación, debe crearse desde abajo y desarrollarse paralelamente al existente. Un verdadero contrapoder popular es imprescindible para dar un salto que no caiga en el vacío o que no tarde en debilitarse, para que la toma del poder estatal y la construcción de un nuevo Estado no devengan a la larga en nueva modalidad de dominio y presión.
A ese poder popular le toca producir de la manera mas eficaz, inteligente y menos dolorosa posible la ruptura, el desmonte y la superación de la vieja maquinaria estatal y la hegemonía de los poderes permanentes de la gran burguesía. En su seno, sin separarse nunca de sus componentes sociales (trabajadores/as explotados/as, pueblo empobrecido y oprimido, mujeres discriminadas, jóvenes excluidos, comunidades religiosas que optan por la liberación de los pobres, intelectuales comprometidos…) debe crearse y actuar su nueva vanguardia revolucionaria, su fuerza de conducción, sus militantes y cuadros formados, disciplinados y articulados como contrapartida de las fuerzas políticas dominantes, de las fuerzas políticas al servicio del gran capital.
Las vías para la acumulación de fuerzas organizadas y activas deben ser tan amplias y diversas como capaces de combinar todas las formas y métodos de lucha que surjan del combate cotidiano, reciban respaldo de pueblo o posibiliten incorporar las fuerzas motrices de las transformaciones obligadas previamente a vencer la resistencia de la clase dominante-gobernante y sus instrumentos de acción y de dominación violenta. La creatividad y la innovación en las líneas y métodos de acción debe ser la norma.
EL ejercicio o no de la violencia desde el pueblo oprimido, así como los grados y modalidades de la misma, estarán determinados por la intensidad de la violencia de la clase dominante-gobernante, por sus niveles de resistencia y respuestas opresivas y represivas frente al asenso de las luchas y a la escalada de las confrontaciones sociales y políticas. Estará determinada también por la capacidad disuasiva que logre alcanzar la acumulación político-militar de las fuerzas populares alternativas. Lo militar como lo político, lo ideológico, lo económico, lo social… jamás deberá entenderse como monopolio de las derechas y de la dominación burguesa. Cambios profundos e integrales, nuevas instituciones, nuevo estado, nuevo poder, precisan de un componente militar que garantice la ruptura del viejo orden y la transición revolucionaria hacia el nuevo socialismo.
La historia dominicana es un manantial de experiencias útiles y abril del 65 es una de sus fuentes más recientes y espléndidas en cuanto a justa rebeldía y creación de nuevo poder. En este aspecto y otros órdenes se trata de recuperar y renovar el valioso legado de nuestro pueblo y de todos los héroes y heroínas de nuestra patria y de nuestra América.
V
El mundo actual y el socialismo como proceso continental y mundial.
La República Dominicana pertenece a un mundo capitalista afectado por una profunda prolongada crisis económica, social, política-institucional, alimentaria, militar, urbanística, ecológica y moral.
Actualmente, un gran parte de la humanidad sufre, además de las consecuencias tradicionales del predominio del capitalismo y del imperialismo a escala mundial (explotación, sobreexplotación, saqueo, desigualdades sociales profundas, depredación y contaminación de la naturaleza, polarización entre desarrollo y subdesarrollo y entre modernización y atraso…), el impacto destructivo, empobrecedor y avasallante de la reestructuración capitalista inspirada en la internacionalización-transnacionalización del gran capital (conocida como globalización), los efectos negativos de la uni-polaridad y supremacía militar del imperialismo estadounidense (derivada del colapso de los países del llamado “socialismo real” y de la desintegración de la URSS) y los trágicas consecuencias del plan de guerra global con que EEUU procura recuperar su dominio sobre el planeta y convertirse en una especie de imperialismo totalitario, cabeza de una gran dictadura mundial.
El capitalismo se ha tornado más brutal y más voraz, más especulador, más concentrador de riquezas y generador de pobreza, más polarizador, más corrompido y corrupto, más destructor de la naturaleza y de los seres humanos. Ha pasado a una fase francamente caníbal y depredadora del entorno, amenazando la vida y existencia de una parte importante de la humanidad y del planeta.
Los formidables avances de las ciencias y la tecnologías, la progresiva incorporación de la micro-electrónica y la informática al proceso de acumulación capitalista, lejos de emplearse para superar la pobreza y los graves problemas que amenazan la existencia de la humanidad, son usados para enriquecer aun más las minorías gobernantes-dominantes de los países altamente desarrollados y de los países subordinados a ellos y para alienar en mayor grado a los seres humanos.
El derrumbe de la URSS facilitó el domino del capitalismo en otras regiones del planeta y aumentó la agresividad del gran capital provocando la anulación o reducción de gran parte de las conquistas históricas de los(as) trabajadores(as), disminuyendo en extremo el rol social de los Estado, desmontando gran parte de los programas sociales y de la legislación social.
El imperialismo actual ha devenido, en sus centros y procesos de expansión, en un capitalismo más transnacional, más financierizado, sustentado fundamentalmente en una concepción neoliberal adversa al Estado-nación en la periferia del sistema y al Estado-distribuidor de ingreso y protector social.
Esta evolución del sistema, en el que chocan a veces sus viejas bases tecnológicas industriales y sus nuevos patrones de acumulación, lejos de anular o disminuir el predominio de la propiedad privada altamente concentrada y el control oligárquico al acceso al capital, lo ha potenciado en una escala nunca vista, convirtiéndose en la principal causa generadora de los viejos y nuevos males acumulados y superpuestos: explotación, desigualdades, saqueo, exclusión social, depredación de la naturaleza, enajenación, consumismo discriminado, pobreza, hambre, modernización segregada…
Ese sistema dominante y la evolución de la ideología en que se inspira, ha potenciado el empleo de los llamados métodos de acumulación extra-económica, los procedimientos gangsteriles y la perversión de las instituciones estatales y de las fuerzas políticas que las controlan.
La democracia liberal, que prometió, igualdad y fraternidad, ha deviniendo –incluso allí donde sus características han estado menos contaminadas por el despotismo tradicional- en un sistema político secuestrado por minorías o tutelado por un poder supranacional altamente corrompido, controlado por la cúpula capitalista, usurpador de la voluntad expresada en el sufragio e incluso capaz de pervertir el sufragio.
El capitalismo, el imperialismo actual, se ha tornado senil, incapaz de auto-transformase –aun sea en escala limitada- en un sentido social y éticamente positivo.
La tendencia a la multi-polaridad, la conformación de la Unión Europea como factor de mayor potencia cuantitativa y cualitativa respecto a viejo continente fraccionado y el surgimiento de nuevas potencias como China y la India fraccionan más aun la globalización del gran capital y le resta capacidad de consenso, como también debilita e incluso impide la pretendida hegemonía totalitaria de EEUU. Pero de ninguna manera detiene los entrelazamientos del gran capital, la trans-nacionalización y el incremento del peso de lo supranacional a escala mundial, ni tampoco frena la crisis integral de la civilización burguesa provocada por la esencia misma del capitalismo, ni la tendencia al envejecimiento y la decadencia de todo el sistema, la cual podría ser tan larga como la dilación del desarrollo de las fuerzas alternativas capaces de abolirlo y tan corta como si se logra acelerar ese proceso de acumulación y acción para reemplazarlo.
La declinante fase neoliberal del capitalismo mundial en general ha resultado más insoportable y perversa que todas las que le precedieron y si bien los rasgos mas decadentes y brutales de ese sistema se expresan con más dramatismo en y desde el imperialismo estadounidense, la crisis y el proceso de decadencia cobra fuerza en Europa y Japón y se traducen en endurecimientos y prácticas imperiales parecidas, aunque no con los mismos volúmenes e intensidades en el terreno militar dados los desniveles de la acumulación en esa vertiente, los diferentes roles y las variadas expresiones de sus crisis.
Así las cosas gran parte de la humanidad estaría condenada a morir y a sacrificar el futuro de su descendencia si no toma conciencia, se organiza y lucha para transformar esta trágica realidad; sobre todo las mayorías trabajadoras, los excluidos y las excluidas, la humanidad explotada, empobrecidas y vejada, condenada a vivir en la pobreza y la discriminación y a habitar las zonas mas empobrecidas y contaminadas de la naturaleza.
La conquista de otro mundo, la transformación del existente, se ha tornado en una cuestión de vida o muerte para la humanidad que no pertenece a la minoría opulenta y privilegiada que hoy domina y gobierna.
En ese contexto, la expresión de la crisis, la estrategia de dominación y los afanes de conquista y reconquistas militares imperialistas, y la resistencia de los pueblos, asumen modalidades muy relevantes en nuestra América.
Esto tiene que ver con las características particulares del decadente y militarizado imperialismo estadounidense y con la historia y el presente continental, sin menospreciar en lo más mínimo el reforzamiento de la voracidad de los imperialismos europeos en sus respectivas áreas de influencia y la capacidad de lucha de los pueblos de otros continentes.
Nuestros pueblos latino-caribeños han dado clara señales de relanzar su proyecto emancipador, plasmando ese histórico anhelo en la oleada de cambios transformadores en marcha. Los pueblos de este sub-continente oprimido han pasado a la ofensiva política y EEUU a la defensiva, por lo que la súper potencia herida y en crisis mayor ha instrumentado a la vez un fuerte y peligroso contraataque político-militar expresado en su resistencia y la de sus aliados oligárquicos a los cambios escenificados y en un intenso y agresivo re-despliegue militar (viejas bases reforzadas, nuevos militares, reactivación de su IV Flota, ocupación militar de Haití, activos planes de desestabilización y agresión de los gobiernos avanzado de la región).
En Suramérica y Centroamérica se expresan las mayores dificultades del poder imperialista norteamericano y por eso al tiempo de reforzar sus planes contra-revolucionarios en esas zonas, convierte al Caribe en su retaguardia militar estrategia, potenciando su presencia militar en Puerto Rico, Aruba, Curazao, Haití y Republica Dominicana e incrementando el acoso a la revolución cubana.
Por tanto, en estas condiciones el desafío emancipador de nuestros pueblos y movimientos es inseparable de la defensa de los avances alcanzados en países hermanos de Sur y Centroamérica y de los esfuerzos para revertir el triangulo fatal representado por el régimen narco-paramilitar terrorista de Colombia, (bajo ocupación estadounidense), la continuidad del golpe en Honduras y la ocupación militar de Haití, así como de las luchas para cambiar la correlación de fuerza en los países dominados por las derechas viejas y nuevas bajo tutela de EEUU, incluida nuestra República Dominicana.
Eso exige atacar por todas las vías posibles el contraataque imperialista, terminar de derrotar el neoliberalismo declinante y avanzar en las movilizaciones y luchas multitudinarias por la nueva independencia y la nueva democracia camino al nuevo socialismo.
Continentalización e internacionalización de las luchas.
En este contexto continental y mundial es claro que el tránsito a un nuevo socialismo puede tener como escenario inicial las fronteras nacionales de un país o grupo de países. Pero esto es insuficiente tanto para el despliegue de sus potencialidades, el aseguramiento de su victoria frente al capitalismo mundial como para la consolidación de la sociedad alternativa a este sistema decadente.
En nuestra América, después de la ejemplar resistencia de la revolución cubana al impacto desgarrante del colapso de la URSS en medio del reforzamiento del bloqueo imperialista y en el marco del presente auge de las luchas contra el neoliberalismo, estamos ciertamente frente a la posibilidad de la creación de nuevas democracias y nuevos tránsitos al socialismo, estamos ante el anuncio de nuevos procesos inspirados en ese ideal debidamente renovado.
Esos procesos pueden avanzar más o menos aceleradamente en sus respectivos escenarios nacionales o pueden incluso estancarse, retroceder y hasta ser revertidos. Pero es claro ya –y esto es muy positivo- que en éstas y otros procesos promisorias que involucran a diversos actores sociales y políticos con voluntad transformadora, no se ha estado pensando en limitarse a la idea del difícil y casi ilusorio tránsito al socialismo en un solo país.
Las fronteras bolivarianas y el despliegue de las nuevas transformaciones apuntan en dirección a la liberación de la Patria Grande, puesto que de más en más se ha estado hablando y actuando en términos continentales, planteando la necesidad de nuevas independencias, nuevas democracias y nuevos socialismos a escala latinoamericana-caribeña. Realidad alentadora y trascendente porque una soberanía pequeña o mediana, una revolución liberadora, que se sume y articule a otras hasta alcanzar dimensiones continentales, darían progresivamente como resultado una soberanía mayor y un tránsito revolucionario con mayores energías y posibilidades de éxito, con mas potencia emancipadora.
El capitalismo es un sistema mundial de dominación integral: económica, social, política, militar, ideológica y cultural con el poder altamente concentrado sobre las fuerzas productivas, el sistema financiero, el mercado y el comercio mundial, las fuerzas armadas y los medios masivos de comunicación e imponiendo su ideología y modo de vida, lo que se expresa intensa y dramáticamente a escala planetaria.
Ese poder mundial incluye el poder continental, la estrategia de dominación regional de los EEUU y de otras potencias capitalistas, los ejércitos interventores, las fuerzas gubernamentales e instituciones subordinadas y funcionales a ellas, los poderes oligárquicos tutelados por el imperialismo, los sistemas políticos y las estructuras dependientes, las mafias internacionales funcionales a la reproducción de ese dominio.
Por eso, el despliegue del tránsito al socialismo y el socialismo en su plenitud, son impensables sin una dimensión internacional, sin avances sostenidos sobre esa dominación mundial. Y esto, en nuestro caso, comienza por lo continental. Porque es lógico que mientras los cambios en marcha trasciendan en mayor grado las fronteras de un país o de un grupo limitado de países, más posibilidades tendrán el tránsito al socialismo y el socialismo como tal, y más profundos y creadores pueden resultar esos procesos emancipadores.
Los límites nacionales le facilitan al imperialismo contenerlos, afectarlos, bloquearlos, estancarlos…El tránsito al socialismo implica transformaciones de largo aliento, que solo restándole progresiva e ininterrumpidamente fuerzas productivas, espacios territoriales, mercados, instituciones, empresas, poder político, reservas naturales y científicas, y poderío militar al capitalismo y al imperialismo actual, podría ser completado en toda profundidad y alcance, incluida a más largo plazo la meta suprema de la abolición de las clases, la eliminación de las grandes desigualdades sociales, la extinción del Estado como medio de coerción y la libre asociación de los seres humanos en condiciones óptimas de existencia.
Esas metas son solo alcanzables en el contexto un proceso insular, continental y mundial, repleto de latino-americanismo, antillanismo e internacionalismo revolucionario. Nada uniforme. Suma de diversidades, variadas y múltiples transformaciones.
La expresión del nuevo internacionalismo proletario, popular, de pueblos y fuerzas sociales oprimidas y excluidas precisan en nuestro caso de una consistente expresión insular que exige asumir como propia las revoluciones en República Dominicana y Haití, procurando que confluyan y se fortalezcan mutuamente hasta lograr la plena emancipación nacional y social de toda la isla y la conformación de una confederación dominico haitiana de republicas libres, independientes y cooperantes.
La Revolución Continental debe concebirse como suma articulada y cooperante de las multi-étnicas y multiculturales naciones caribeñas-latinoamericanas.
La Revolución Mundial como producto de la victoria planetaria del trabajo sobre el capitalismo racista, xenófobo, machista, adulto-céntrico y escocida; como sistema integrado de transiciones socialistas variadas hacia la socialización integral y en gran escala.
Es esa dimensión internacional del tránsito revolucionario al socialismo la que posibilitaría alcanzar esas metas supremas como máxima expresión del no poder y de la no dominación de uno seres humanos sobre otros.
La existencia de otros poresos Estados bajo control capitalista, de corporaciones transnacionales, de ejércitos transnacionales, de guerras de conquista, de monopolios, oligopolios y mercados bajo su dominio, impide el despliegue del socialismo en toda su extensión y profundidad camino a la sociedad comunista, y afecta la velocidad y profundidad de los procesos de tránsito hacia él. Pero en la medida esa realidad sea debilitada, diezmada, erosionada por la lucha de los pueblos, incluidos los pueblos de las metrópolis dominantes, en esa medida tenderá a consolidarse y a avanzar la transición al socialismo anhelado.
De ahí la trascendencia del nuevo internacionalismo revolucionario, capaz de articular en un gran torrente transformador todos los sujetos y actores sociales y políticos oprimidos y/o excluidos por el gran capital, como contrapartida de la globalización capitalista; esto es, la importancia de la unidad del nuevo proletariado internacional, de los diversos componentes del mundo del trabajo y de todos los(as) oprimidos(as) y excluidos(as) en lucha contra el dominio del gran capital, en el contexto de una estrategia de ruptura y creación asumida por todos los actores políticos-sociales comprometidos con los valores de la autodeterminación, nueva democracia y el nuevo socialismo.
Santo Domingo, República Dominicana.
24 y 25 de abril de 2010.- I Congreso Caamañista “Héroes y heroínas de abril”.
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