martes, 11 de mayo de 2010

El marxismo y la transición al socialismo



Escrito por Gabriel De Los Santos (CMR Venezuela)
viernes, 23 de abril de 2010







Últimamente, sobre todo, a partir que en enero pasado el propio presidente Chávez asumiera por primera vez el marxismo y dijera que es “la teoría más avanzada en la interpretación científica de la historia, de la realidad concreta de los pueblos”, algo que desde entonces ha venido repitiendo reiteradamente, hemos podido ver como han salido algunos miembros del gobierno a disertar sobre la revolución venezolana y sobre el socialismo desde una óptica supuestamente marxista, lo cual sería muy positivo sino fuera porque se han introducido, por lo menos es lo que se aprecia en el material al cual hemos tenido acceso, toda una serie de conceptos y de ideas que en nada, o en muy poco, tienen que ver con lo planteado por los padres del socialismo científico, es decir, Marx y Engels, y los aportes que luego hicieran Lenin y Trotsky, los principales dirigentes de la primera revolución socialista triunfante. Es por ello que consideramos oportuno abrir una discusión sobre este punto porque nada sería más perjudicial para el momento que vive la revolución venezolana, donde se agudiza la confrontación entre revolución y reformismo al interior de la propia revolución, que sembrar confusión en torno a las revolucionarias ideas del marxismo.

Con la doctrina de Marx ocurre hoy lo que ha ocurrido en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante "arreglo" del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que es o parece ser aceptable para la burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy -- ¡bromas aparte! -- "marxistas"… Ante esta situación, ante la inaudita difusión de las tergiversaciones del marxismo, nuestra misión consiste, ante todo, en restaurar la verdadera doctrina de Marx sobre el Estado” (“El Estado y la Revolución”, Lenin).

1) El Estado y la revolución

Para comenzar habría que decir que es imposible hablar honestamente de socialismo, o de la transición hacia él, sin hablar del Estado burgués, de la democracia burguesa, de las relaciones de producción capitalistas, que son el punto de partida en el cual nos encontramos, y el cual queremos trascender con el socialismo, y qué vamos a hacer con ellos, que fue el dilema que se le presentó originalmente a Marx y a Engels cuando comenzaron a estudiar el tema. ¿Es posible para los trabajadores, para las masas, construir el socialismo o avanzar hacia él utilizando la estructura del actual Estado burgués?, o es necesario destruir esa vieja maquinaria y construir una nueva que se adapte a los intereses del pueblo y le permita realizar las tareas que implica la construcción del socialismo. Desde finales del año pasado el presidente Chávez viene recomendando con insistencia la lectura y el estudio de uno de los más importantes libros escrito por Lenin, El Estado y la Revolución, un magnífico trabajo realizado de una forma científica desde la perspectiva del materialismo dialéctico, el método marxista, y a partir de una revisión exhaustiva de todo lo que habían escrito Marx y Engels sobre el tema. Es en este libro donde se encuentran las respuestas para las preguntas que nos realizábamos antes y es en él que nos apoyaremos para tratar de aclarar algunos puntos donde se ha creado confusión al hablar de la transición hacia el socialismo.

1.1.- Lucha de clases vs conciliación de clases

Desde que la sociedad humana se dividió en clases sociales la historia de la humanidad se convirtió en la lucha de las distintas clases entre sí por apropiarse de los frutos del trabajo de los que han trabajado en los distintos sistemas socioeconómicos que han existido desde entonces: en el sistema esclavista los que trabajaban eran los esclavos y los que se quedaban con la riqueza que éstos producían eran los ciudadanos esclavistas, en el sistema feudal los siervos trabajaban y los nobles feudales se quedaban con lo que aquéllos producían, y en el sistema capitalista, los proletarios trabajan y los burgueses capitalistas se quedan con la producción. Todo a cuenta que la clase que se quedaba finalmente con la riqueza producida por los trabajadores de las distintas épocas, era la dueña, o tenía la propiedad privada, de los medios de producción. En pocas palabras, todas estas han sido sociedades conformadas por explotados (los trabajadores) y de explotadores (los dueños de los medios de producción) y, evidentemente, los intereses de unos y otros son completamente distintos, irreconciliables. Sin embargo, como los explotados siempre han sido una inmensa mayoría en comparación con los explotadores, estos últimos tuvieron que crear un órgano, una institución, que le permitiera a la minoría explotadora controlar y someter a la mayoría explotada, ese órgano es el Estado.




EI Estado es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.

En torno a este punto importantísimo y cardinal comienza precisamente la tergiversación del marxismo, tergiversación que sigue dos direcciones fundamentales. De una parte, los ideólogos burgueses y especialmente los pequeñoburgueses, obligados por la presión de hechos históricos indiscutibles a reconocer que el Estado sólo existe allí donde existen las contradicciones de clase y la lucha de clases, "corrigen" a Marx de manera que el Estado resulta ser el órgano de la conciliación de clases. Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Para los profesores y publicistas mezquinos y filisteos -- ¡que invocan a cada paso en actitud benévola a Marx! -- resulta que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del "orden" que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases. En opinión de los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra. Amortiguar los choques significa para ellos conciliar y no privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha para el derrocamiento de los opresores.

Que el Estado es el órgano de dominación de una determinada clase, la cual no puede conciliarse con su antípoda (con la clase contrapuesta a ella), es algo que esta democracia pequeñoburguesa no podrá jamás comprender, La actitud ante el Estado es uno de los síntomas más patentes de que nuestros socialrevolucionarios y mencheviques no son en manera alguna socialistas (lo que nosotros, los bolcheviques, siempre hemos demostrado), sino demócratas pequeñoburgueses con una fraseología casi socialista”. (“El Estado y la revolución”, Lenin)

En Venezuela hemos podido ver como desde que comenzó la revolución el Estado, que se encuentra en manos de una burocracia sobre la cual no existe ningún tipo de control por parte de las masas, lo ha utilizado, entre otras cosas, para tratar de conciliar con la burguesía, con los capitalistas disfrazados de “empresarios socialistas”, de “empresarios serios”, a los cuales se les otorgan créditos y se les dan facilidades, se los invita a participar en esta etapa de “transición”, mientras que a empresas que se encuentran bajo control obrero, como Inveval, Vivex, etc., se les cierran todas las puertas y son estranguladas económicamente, es una extraña transición hacia el socialismo ésta que predican los burócratas “marxistas”, lo menos que se puede decir de ella es que no tiene nada que ver con el marxismo o el socialismo y sí mucho con el reformismo. O será que con estos “marxistas” hay que aplicar aquello de haz lo que yo digo y no lo que yo hago. Sea como sea, el propiciar una economía mixta donde tenga cabida la propiedad privada sobre los medios de producción es una forma muy evidente de tratar de conciliar los intereses antagónicos de la clase trabajadora y la clase capitalista desde el Estado, y no aporta nada en la tarea de acabar con el capitalismo, sino que lo refuerza. Hoy en día, buena parte de las palancas de la economía, como la banca, el procesamiento y distribución de alimentos, etc., continúan estando en manos de los capitalistas.


1.2.- La destrucción del Estado burgués: extinción gradual o revolución radical

Otro punto donde la burocracia “marxista” genera confusión y tergiversa al marxismo, además que le es muy útil para sostener sus planteamientos de economía mixta que comentábamos antes, es cuando plantea que en la transición hacia el socialismo el Estado burgués se irá “extinguiendo” poco a poco, por eso es que necesitan varias generaciones de venezolanos para llegar al socialismo, mientras se va destruyendo la “hegemonía” capitalista se va construyendo una “hegemonía” ¿socialista?, y para poder hacerlo deben reforzar aún más al Estado actual que continúa siendo ¡el viejo Estado burgués!, en definitiva, que esto suena más a Heinz Dieterich que a Carlos Marx. Increíblemente, hemos oído en más de una ocasión a uno de estos “marxistas” afirmar que el socialismo recién lo van a ver sus tataranietos, lo que no sabemos es qué piensa al respecto la burguesía, si está dispuesta a esperar tranquila a que ello ocurra, o si las masas empobrecidas están dispuestas a renunciar a la posibilidad de una vida digna hoy por una promesa de un futuro mejor para sus descendientes, igual que el cielo que les ha venido prometiendo durante generaciones el cura en la iglesia. Blanco y en botella, leche, como dice un camarada, aunque a estos “marxistas” no les guste llamar a su teoría gradualismo reformista, desgraciadamente, eso es lo que es. Veamos que decía Lenin al respecto:



“Las palabras de Engels sobre la "extinción" del Estado gozan de tanta celebridad y se citan con tanta frecuencia, muestran con tanto relieve dónde está el quid de la adulteración corriente del marxismo por la cual éste es adaptado al oportunismo, que se hace necesario detenerse a examinarlas detalladamente. Citaremos todo el pasaje donde figuran estas palabras:

"El proletariado toma en sus manos el Poder del Estado y comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y, con ello mismo, el Estado como tal. La sociedad hasta el presente, movida entre los antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea de una organización de la correspondiente clase explotadora para mantener las condiciones exteriores de producción, y por tanto, particularmente para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión (la esclavitud, la servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado), determinadas por el modo de producción existente. El Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su síntesis en un cuerpo social visible; pero lo era sólo como Estado de la clase que en su época representaba a toda la sociedad: en la antigüedad era el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es el de la burguesía. Cuando el Estado se convierta finalmente en representante efectivo de toda la sociedad, será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener en la opresión; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los choques y los excesos resultantes de esta lucha, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión, el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y se adormecerá por sí misma. El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será 'abolido'; se extingue…”

Sin temor a equivocarnos, podemos decir que de estos pensamientos sobremanera ricos, expuestos aquí por Engels, lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, "se extingue", a diferencia de la doctrina anarquista de la "abolición" del Estado. Truncar así el marxismo equivale a reducirlo al oportunismo, pues con esta "interpretación" no queda en pie más que una noción confusa de un cambio lento, paulatino, gradual, sin saltos ni tormentas, sin revoluciones. Hablar de "extinción" del Estado, en un sentido corriente, generalizado, de masas, si cabe decirlo así, equivale indudablemente a esfumar, si no a negar, la revolución. Además, semejante "interpretación" es la más tosca tergiversación del marxismo, tergiversación que sólo favorece a la burguesía y que descansa teóricamente en la omisión de circunstancias y consideraciones importantísimas que se indican, por ejemplo, en el "resumen" contenido en el pasaje de Engels, citado aquí por nosotros en su integridad. En primer lugar, Engels dice en el comienzo mismo de este pasaje que, al tomar el Poder del Estado, el proletariado "destruye, con ello mismo, el Estado como tal". "No es uso" pararse a pensar qué significa esto. Lo corriente es ignorarlo en absoluto o considerarlo algo así como una "debilidad hegeliana" de Engels… En realidad, Engels habla aquí de la "destrucción" del Estado de la burguesía por la revolución proletaria, mientras que las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren a los restos del Estado proletario después de la revolución socialista. El Estado burgués no se "extingue", según Engels, sino que "e s d e s t r u i d o " por el proletariado en la revolución. El que se extingue, después de esta revolución, es el Estado o semi-Estado proletario.” (“El Estado y la revolución”, Lenin)

Imposible expresar esta idea de una forma más clara que como lo hace Lenin aquí, pero no está de más repetirlo para dejar al descubierto la tergiversación que se ha tratado de hacer de ella: el Estado capitalista no se extingue gradualmente, debe ser derrocado de una vez porque los capitalistas van a ofrecer toda la resistencia posible a que ello ocurra, tal como viene pasando en Venezuela desde hace 11 años a pesar de los buenos modales que tienen con ellos y de las concesiones que les hacen los burócratas “marxistas”, lo que se extingue poco a poco es el Estado de transición, o semi Estado, o Estado socialista, el cual aún no lo tenemos en Venezuela por la simple razón que aún no se ha derrocado al Estado burgués, la primera precondición para poder empezar a hablar de transición al socialismo, y si ese Estado revolucionario no existe todavía, entonces, mal se puede extinguir. No pueden coexistir simultáneamente en un país dos formas de Estado distintas, o es un Estado capitalista o es un Estado socialista, y ¿qué Estado tenemos actualmente en Venezuela?, creemos que no hay dudas que, a pesar de todas las conquistas sociales que ha realizado la revolución, se trata, como el propio presidente Chávez lo ha reconocido en más de una ocasión, de un Estado que en su esencia sigue siendo capitalista. Salvo los escuálidos más recalcitrantes y disociados, hay consenso en torno a esta clasificación.

Aunque en los últimos años la burguesía ha perdido el control directo del Estado y, si se aplicasen las condiciones que Lenin planteó que debe tener un Estado obrero: elegibilidad y revocabilidad de todos los funcionarios, que ninguno de ellos gane más que un trabajador calificado, rotatividad en las tareas burocráticas, desarrollo de milicias obreras y populares frente a un ejército separado del pueblo, sería posible hoy mismo desmantelar el Estado burgués y sustituirlo por el Estado revolucionario que mencionábamos antes. En la medida que esto no se ha realizado, se mantiene la estructura burguesa del Estado y, además, coexistiendo con una economía que sigue siendo capitalista. El resultado de ello es que la burocracia, que inevitablemente tiende a desarrollarse en el aparato estatal si éste no se halla bajo el control de los trabajadores y demás explotados, tiende a fusionarse con los capitalistas y atacar al proletariado, reproduciendo las lacras del Estado burgués: burocratismo, corrupción, etc.

“En segundo lugar, el Estado es una "fuerza especial de represión". Esta magnífica y profundísima definición de Engels es dada aquí por éste con la más completa claridad. Y de ella se deduce que la "fuerza especial de represión" del proletariado por la burguesía, de millones de trabajadores por un puñado de ricachos, debe sustituirse por una "fuerza especial de represión" de la burguesía por el proletariado (dictadura del proletariado). En esto consiste precisamente la "destrucción del Estado como tal". En esto consiste precisamente el "acto" de la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante sustitución de una "fuerza especial" (la burguesa) por otra (la proletaria) ya no puede operarse, en modo alguno, bajo la forma de "extinción". En tercer lugar, Engels, al hablar de la "extinción" y -- con frase todavía más plástica y colorida -- del "adormecimiento" del Estado, se refiere con absoluta claridad y precisión a la época posterior a la "toma de posesión de los medios de producción por el Estado en nombre de toda la sociedad", es decir, posterior a a la revolución socialista. Todos nosotros sabemos que la forma política del "Estado", en esta época, es la democracia más completa. Pero a ninguno de los oportunistas que tergiversan desvergonzadamente el marxismo se le viene a las mentes la idea de que, por consiguiente, Engels hable aquí del "adormecimiento" y de la "extinción" de la democracia. Esto parece, a primera vista, muy extraño. Pero esto sólo es "incomprensible" para quien no haya comprendido que la democracia también es un Estado y que, consiguientemente, la democracia también desaparecerá cuando desaparezca el Estado. El Estado burgués sólo puede ser "destruido" por la revolución… En cuarto lugar, al establecer su notable tesis de la "extinción del Estado", Engels declara a renglón seguido, de un modo concreto, que esta tesis se dirige tanto contra los oportunistas, como contra los anarquistas. Además, Engels coloca en primer plano la conclusión que, derivada de su tesis sobre la "extinción del Estado", se dirige contra los oportunistas… En quinto lugar, en esta misma obra de Engels, de la que todos citan el pasaje sobre la extinción del Estado, se contiene un pasaje sobre la importancia de la revolución violenta. El análisis histórico de su papel lo convierte Engels en un verdadero panegírico de la revolución violenta. Esto "nadie lo recuerda". Sobre la importancia de este pensamiento, no es uso hablar ni siquiera pensar en los partidos socialistas contemporáneos estos pensamientos no desempeñan ningún papel en la propaganda ni en la agitación cotidianas entre las masas. Y, sin embargo, se hallan indisolublemente unidos a la "extinción" del Estado y forman con ella un todo armónico. He aquí el pasaje de Engels:

". . . De que la violencia desempeña en la historia otro papel [además del de agente del mal], un papel revolucionario; de que, según la expresión de Marx, es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva; de que la violencia es el instrumento con la ayuda del cual el movimiento social se abre camino y rompe las formas políticas muertas y fosilizadas, de todo eso no dice una palabra el señor Dühring. Sólo entre suspiros y gemidos admite la posibilidad de que para derrumbar el sistema de explotación sea necesaria acaso la violencia, desgraciadamente, afirma, pues el empleo de la misma, según él, desmoraliza a quien hace uso de ella…”

¿Cómo es posible conciliar en una sola doctrina este panegírico de la revolución violenta, presentado con insistencia por Engels a los socialdemócratas alemanes desde 1878 hasta 1894, es decir, hasta los últimos días de su vida, con la teoría de la "extinción" del Estado? Generalmente se concilian ambos pasajes con ayuda del eclecticismo, desgajando a capricho (o para complacer a los detentadores del Poder), sin atenerse a los principios o de un modo sofístico, ora uno ora otro argumento y haciendo pasar a primer plano, en el noventa y nueve por ciento de los casos, si no en más, precisamente la tesis de la "extinción". Se suplanta la dialéctica por el eclecticismo: es la actitud más usual y más generalizada ante el marxismo en la literatura socialdemócrata oficial de nuestros días. Estas suplantaciones no tienen, ciertamente, nada de nuevo; pueden observarse incluso en la historia de la filosofía clásica griega. Con la suplantación del marxismo por el oportunismo, el eclecticismo presentado como dialéctica engaña más fácilmente a las masas, les da una aparente satisfacción, parece tener en cuenta todos los aspectos del proceso, todas las tendencias del desarrollo, todas las influencias contradictorias, etc., cuando en realidad no da ninguna noción completa y revolucionaria del proceso del desarrollo social. Ya hemos dicho más arriba, y demostraremos con mayor detalle en nuestra ulterior exposición, que la doctrina de Marx y Engels sobre el carácter inevitable de la revolución violenta se refiere al Estado burgués. Este no puede sustituirse por el Estado proletario (por la dictadura del proletariado) mediante la "extinción", sino sólo, por regla general, mediante la revolución violenta… La necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta, precisamente en esta idea sobre la revolución violenta, es algo básico en toda la doctrina de Marx y Engels. La traición cometida contra su doctrina por las corrientes socialchovinista y kautskiana hoy imperantes se manifiesta con singular relieve en el olvido por unos y otros de esta propaganda, de esta agitación. La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso de "extinción". Marx y Engels desarrollaron estas ideas de un modo minucioso y concreto, estudiando cada situación revolucionaria por separado, analizando las enseñanzas sacadas de la experiencia de cada revolución”. (“El Estado y la revolución”, Lenin).

1.3.- ¿Qué es la transición para los marxistas?

como decíamos en el punto anterior para transitar del capitalismo al socialismo, hay que dar un primer paso que no es otro que derrocar al Estado burgués, destruir esa maquinaria de dominación de la clase capitalista, lo cual también ya nos explicaba Lenin que se debe realizar de una forma drástica, tanto en lo que respecta al modo de hacerlo como al tiempo para hacerlo, tal como hicieron los bolcheviques en octubre de 1917 donde no necesitaron varias generaciones para acabar con el Estado burgués: la revolución rusa había comenzado en febrero de 1917 con el derrocamiento del zar y OCHO MESES después los bolcheviques estaban conduciendo al proletariado a la toma del poder y a la destrucción de dicho Estado. Luego de derrocado y destruido el Estado burgués es que comienza el período de transición hacia el comunismo, como también se dijo antes, ese período de transición es lo que se llama socialismo. Por lo tanto, si hablamos de transición del capitalismo al socialismo, y si somos coherentes y honestos, sólo podemos plantearlo a partir del derrocamiento y destrucción del Estado capitalista, algo para lo cual, como también ya se dijo, no se necesita que transcurran generaciones de hombres sino que se puede hacer de un día para otro si, como ha ocurrido en Venezuela en estos últimos 11 años, la correlación de fuerzas favorece tan ampliamente a los revolucionarios por sobre los contrarrevolucionarios como quedó demostrado el 13 de abril de 2002, en el paro petrolero de 2002-2003, en el referéndum revocatorio de 2004, en las elecciones presidenciales de 2006, etc., etc., con lo cual, además, la “violencia” requerida para realizar la expropiación de la burguesía y la destrucción del Estado capitalista sería ínfima.

“”… Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista — prosigue Marx — media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, y el Estado de este período no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado".

Esta conclusión de Marx se basa en el análisis del papel que el proletariado desempeña en la sociedad capitalista actual, en los datos sobre el desarrollo de esta sociedad y en el carácter irreconciliable de los intereses antagónicos del proletariado y de la burguesía.

Antes, la cuestión planteábase así: para conseguir su liberación, el proletariado debe derrocar a la burguesía, conquistar el Poder político e instaurar su dictadura revolucionaria. Ahora, la cuestión se plantea de un modo algo distinto: la transición de la sociedad capitalista, que se desenvuelve hacia el comunismo, a la sociedad comunista, es imposible sin un "período político de transición", y el Estado de este período no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado En la sociedad capitalista, bajo las condiciones del desarrollo más favorable de esta sociedad, tenemos en la República democrática un democratismo más o menos completo. Pero este democratismo se halla siempre comprimido dentro de los estrechos marcos de la explotación capitalista y es siempre, en esencia, por esta razón, un democratismo para la minoría, sólo para las clases poseedoras, sólo para los ricos. La libertad de la sociedad capitalista sigue siendo, y es siempre, poco más o menos, lo que era la libertad en las antiguas repúblicas de Grecia: libertad para los esclavistas. En virtud de las condiciones de la explotación capitalista, los esclavos asalariados modernos viven tan agobiados por la penuria y la miseria, que "no están para democracias", "no están para política", y en el curso corriente y pacífico de los acontecimientos, la mayoría de la población queda al margen de toda participación en la vida político-social…

(“Democracia para una minoría insignificante, democracia para los ricos: he ahí el democratismo de la sociedad capitalista. Si nos fijamos más de cerca en el mecanismo de la democracia capitalista, veremos siempre y en todas partes, hasta en los "pequeños", en los aparentemente pequeños, detalles del derecho de sufragio (requisito de residencia, exclusión de la mujer, etc.), en la técnica de las instituciones representativas, en los obstáculos reales que se oponen al derecho de reunión (¡los edificios públicos no son para los "de abajo"!), en la organización puramente capitalista de la prensa diaria, etc., etc., en todas partes veremos restricción tras restricción puesta al democratismo. Estas restricciones, excepciones, exclusiones y trabas para los pobres parecen insignificantes sobre todo para el que jamás ha sufrido la penuria ni se ha puesto en contacto con las clases oprimidas en su vida de masas (que es lo que les ocurre a las nueve décimas partes, si no al noventa y nueve por ciento de los publicistas y políticos burgueses), pero en conjunto estas restricciones excluyen, eliminan a los pobres de la política, de su participación activa en la democracia.”)

Pero, partiendo de esta democracia capitalista —inevitablemente estrecha, que repudia por debajo de cuerda a los pobres y que es, por tanto, una democracia profundamente hipócrita y mentirosa— el desarrollo progresivo, no discurre de un modo sencillo, directo y tranquilo "hacia una democracia cada vez mayor", como quieren hacernos creer los profesores liberales y los oportunistas pequeñoburgueses. No, el desarrollo progresivo, es decir, el desarrollo hacia el comunismo pasa a través de la dictadura del proletariado, y no puede ser de otro modo, porque el proletariado es el único que puede, y sólo por este camino, romper la resistencia de los explotadores capitalistas.

Pero la dictadura del proletariado, es decir, la organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante para aplastar a los opresores, no puede conducir tan sólo a la simple ampliación de la democracia. A la par con la enorme ampliación del democratismo, que por vez primera se convierte en un democratismo para los pobres, en un democratismo para el pueblo, y no en un democratismo para los ricos, la dictadura del proletariado implica una serie de restricciones puestas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. Debemos reprimir a éstos, para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada, hay que vencer por la fuerza su resistencia, y es evidente que allí donde hay represión, donde hay violencia no hay libertad ni hay democracia.

Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, es decir, exclusión de la democracia, para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo.

Sólo en la sociedad comunista, cuando se haya roto ya definitivamente la resistencia de los capitalistas, cuando hayan desaparecido los capitalistas, cuando no haya clases (es decir, cuando no haya diferencias entre los miembros de la sociedad por su relación hacia los medios sociales de producción), sólo entonces "desaparecerá el Estado y podrá hablarse de libertad ". Sólo entonces será posible y se hará realidad una democracia verdaderamente completa, una democracia que verdaderamente no implique ninguna restricción. Y sólo entonces la democracia comenzará a extinguirse, por la sencilla razón de que los hombres, liberados de la esclavitud capitalista, de los innumerables horrores, bestialidades, absurdos y vilezas de la explotación capitalista, se habituarán poco a poco a la observación de las reglas elementales de convivencia, conocidas a lo largo de los siglos y repetidas desde hace miles de años en todos los preceptos, a observarlas sin violencia, sin coacción, sin subordinación, sin ese aparato especial de coacción que se llama Estado.

Dicho en otros términos: bajo el capitalismo, tenemos un Estado en el sentido estricto de la palabra, una máquina especial para la represión de una clase por otra, y, además, de la mayoría por la minoría. Se comprende que para que pueda prosperar una empresa como la represión sistemática de la mayoría de los explotados por una minoría de explotadores, haga falta una crueldad extraordinaria, una represión bestial, hagan falta mares de sangre, a través de los cuales marcha precisamente la humanidad en estado de esclavitud, de servidumbre, de trabajo asalariado”. (“El Estado y la revolución”, Lenin).

Esta última situación se parece mucho a la que tenemos actualmente en Venezuela y es una prueba más de que la estructura del Estado venezolano continúa siendo burguesa y es aprovechada por la minoría capitalista, propietaria de los medios de producción, para, con la ayuda de una parte de la burocracia de dicho Estado, continuar reprimiendo a la mayoría, a los trabajadores, como ha venido ocurriendo, por ejemplo, en Anzoátegui, en el caso de la empresa multinacional Mitsubishi, donde todo el aparato del Estado: policía, Poder Judicial, Ministerio del Trabajo, Gobernación, etc., se ha puesto al servicio de los capitalistas para someter a los trabajadores de la empresa, mostrando el verdadero rostro de estos burócratas “marxistas”. En un Estado de transición, un Estado socialista, los órganos de represión de dicho Estado estarían en manos de los trabajadores, de las masas, serían las milicias obreras y campesinas, y los reprimidos no serían los trabajadores explotados sino los capitalistas explotadores.

“Ahora bien, en la transición del capitalismo al comunismo, la represión es todavía necesaria, pero ya es la represión de una minoría de explotadores por la mayoría de los explotados. Es necesario todavía un aparato especial, una máquina especial para la represión, el "Estado", pero éste es ya un Estado de transición, no es ya un Estado en el sentido estricto de la palabra, pues la represión de una minoría de explotadores por la mayoría de los esclavos asalariados de ayer es algo tan relativamente fácil, sencillo y natural, que costará muchísima menos sangre que la represión de las sublevaciones de los esclavos, de los siervos y de los obreros asalariados, que costará mucho menos a la humanidad. Y este Estado es compatible con la extensión de la democracia a una mayoría tan aplastante de la población, que la necesidad de una máquina especial para la represión comienza a desaparecer. Como es natural, los explotadores no pueden reprimir al pueblo sin una máquina complicadísima que les permita cumplir este cometido, pero el pueblo puede reprimir a los explotadores con una "máquina" muy sencilla, casi sin "máquina", sin aparato especial, por la simple organización de las masas armadas (como los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, digamos, adelantándonos un poco)”. (“El Estado y la revolución”, Lenin).

Diríamos en Venezuela, parafraseando a Lenin:… por la simple organización de las masas armadas (como las asambleas de consejos comunales, de consejos de trabajadores, de campesinos, etc.)

2) Conclusión

Cuando se habla de conceptos como transición al socialismo o hegemonía hay que tener mucho cuidado. Desde un punto de vista marxista la transición sólo empieza cuando se ha expropiado política y económicamente a la burguesía, tal como decía Marx. Esto es: cuando los medios de producción son propiedad del Estado y éste se encuentra en manos de los trabajadores y el pueblo a través de Consejos elegibles y revocables formados por los propios trabajadores, campesinos y demás explotados organizados. Por su parte, la famosa hegemonía no es otra cosa que el hecho de que los revolucionarios cuentan con el apoyo y la voluntad de la mayoría de la sociedad para llevar la revolución hasta el final, algo que en Venezuela ha sido demostrado tanto en el terreno de la movilización de masas como en el más complejo y fácilmente manipulable terreno electoral. Por ello, y valga repetirlo una vez más, hablar de transición sin plantearse derrocar previamente al capitalismo es algo sin mucho fundamento, es una idea que más bien habría que enmarcar dentro de la fracasada tesis estalinista de las dos etapas, que en el fondo no es más que un refrito reformista, en la primera etapa se desarrolla al capitalismo nacional (a los empresarios “socialistas” y “serios”) para tener la base económica necesaria para luego sí, en una segunda etapa, que sólo Dios sabe cuándo será y por eso se habla de “varias generaciones” para alcanzarla, comenzar a construir el socialismo. El propio Marx reconoció, luego de estudiar lo ocurrido con la Comuna de París, que los trabajadores no pueden construir el socialismo con el viejo Estado burgués, que primero tienen que destruirlo, como hicieron los comuneros, y que Lenin lo explicaba de la siguiente forma: “La idea fundamental de Marx: la conquista del poder político por el proletariado NO significa tomar posesión de la máquina estatal “existente”, sino “la ruptura”, la destrucción de la misma y su sustitución con una nueva. Ahora bien, ¿con qué máquina nueva? Marx estudia la experiencia de la Comuna, no inventa ese “nuevo” poder, sino que estudia para ver cómo las propias revoluciones lo “descubren”, cómo el propio movimiento obrero aborda esta tarea y cómo la actividad práctica comienza a cumplirla… Supresión de la burocracia, incluido los jueces: a) expulsar a los altos funcionarios del Estado, b) reducir a los demás a un papel puramente ejecutivo, c) revocabilidad, d) la remuneración de un obrero corriente… Sustitución de la representación parlamentaria popular con la “comunal” (“organización por comunas”), es decir, legislativa y ejecutiva a la vez… Administración autónoma local sin supervisión y tutela estatal desde arriba… Democracia completa en general… La condición para todo ello: el despertar (mediante un incendio revolucionario, la actividad revolucionaria) de las masas trabajadoras, la mayoría de la población, la participación activa de éstas, en lugar de los funcionarios, en los asuntos del Estado –la dirección proletaria-, deben dirigirlas los proletarios organizados y centralizados.” (“El marxismo y el Estado”, Lenin).

Evidentemente, la revolución ha dado grandes pasos en la dirección correcta, las misiones sociales, la redistribución de la riqueza, la nacionalización de empresas, etc., son una prueba de ello pero esto no es suficiente, aún falta dar el paso más importante para comenzar a construir el socialismo: el derrocamiento del capitalismo y la destrucción del Estado burgués, la cual es la gran tarea pendiente de la revolución, tarea que, por otra parte, deben realizar los trabajadores, asumiendo la construcción y dirección del PSUV para desde ahí ponerse al frente de las masas venezolanas y conducirlas a la victoria. Mientras esto no se realice, mientras continuemos viviendo en un Estado capitalista, es, en el mejor de los casos, una utopía hablar de que se está trascendiendo el capitalismo o de una transición al socialismo.

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