jueves, 27 de enero de 2011

Identifican restos de mujer de Edad de Hierro

Los paleontólogos han diagnosticado que la muchacha de la ciénaga tenía un tumor benigno en la base del cráneo, lo que terminó ocasionando una curvatura en la columna vertebral y una inflamación crónica en los huesos de las piernas (Foto: Tomada de ElMundo.com )
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Policías de Hannover hallaron un cadáver excepcionalmente bien conservado que fue sometido a pruebas de ADN para ver si pertenecía a la chica desaparecida; pero al no coincidir el material genético se archivó el caso
La datación de radiocarbono permitió a la policía de Alemania descubrir que los restos de una mujer encontrados en la zona pantanosa de Moora no eran los de una joven de 16 años desaparecida en 1969, sino el cuerpo momificado de una joven de entre 17 y 19 años de edad que murió hace 2 mil 600 años.

Policías de Hannover hallaron un cadáver excepcionalmente bien conservado que fue sometido a pruebas de ADN para ver si pertenecía a la chica desaparecida; pero al no coincidir el material genético se archivó el caso.

Cinco años más tarde, el 5 de Enero de 2005, apareció en la misma zona una mano derecha humana y con las huellas digitales intactas que inmediatamente fue asociada a los restos.

Los forenses advirtieron la presencia de sustancias propias de una momificación y así fue como el caso pasó al campo de la arqueología.

Los arqueólogos Hennig Haßmann y Andreas Bauerochse realizaron la datación por radiocarbono en la Universidad de Kiel.

Los investigadores descubrieron que la chica, a quien nombraron Moora, había muerto entre el 764 y el 515 antes de Cristo, según publicó el diario español El Mundo.

La triste historia de Moora

Tras seis años de trabajo científico, hoy lo conocemos casi todo sobre ella. Gracias a un equipo multidisciplinar compuesto por paleontólogos, profesionales de la justicia, antropólogos y arqueólogos, sabemos por ejemplo que era zurda, que su cabello era ligeramente pelirrojo y que vivió en lo que hoy es Baja Sajonia, en la Edad de Hierro prerromana, llevando una existencia llena de penurias y sufrimientos.

Según el experto en huesos Dennis Saring, del Hospital Universitario Hamburg-Eppendorf, de niña sufrió al menos dos fracturas parciales de cráneo que tuvieron tiempo de soldar solas y padeció largos periodos de enfermedad fácilmente asociables a largos inviernos de privaciones.

Las líneas de crecimiento de los huesos revelan que durante toda su infancia y adolescencia sufrió una desnutrición crónica y un ejercicio físico duro que estaría relacionado posiblemente con el traslado de grandes vasijas cargadas con agua sobre su cabeza.

Belleza sajonia mantiene incógnitas

El semanario Der Spiegel publicó la reconstrucción de su rostro, realizada por la Policía Criminal del estado de Sajonia-Anhalt y expertos de las Universidades de Friburgo y Dundee (Reino Unido).

Los paleontólogos han diagnosticado que la muchacha de la ciénaga tenía un tumor benigno en la base del cráneo, lo que terminó ocasionando una curvatura en la columna vertebral y una inflamación crónica en los huesos de las piernas.

Pero la cuestión de cómo y por qué Moora murió permanece abierta.

Uno de los principales interrogantes es por qué estaba desnuda, ya que es evidente que no hay restos de ropajes ni joyería. Otra pregunta es por qué su cuerpo no fue cremado, según las costumbres funerarias de la época.

El equipo de antropólogos considera que su trabajo podría consistir en cruzar el páramo pantanoso haciendo equilibrios sobre un estrecho puente o pasarela de troncos flotantes en el fango y llevando algún tipo de carga.

El área que cruzaba debió ser importante para su grupo, no solamente como fuente de alimentos o agua, sino también por su significado religioso.

La zona en la que aparecieron los restos ha sido intensamente estudiada, pero no han aparecido más, según el jefe de la Oficina de Monumentos, Stefan Winghart y la investigación ha llegado a un callejón sin salida, pero la mirada de Moora sigue motivando a los investigadores, que saben que el puzle de su muerte están aún por completar, informó El Mundo.

Fuente:

domingo, 16 de enero de 2011

Qué es un terrorista

Luis Posada Carriles



¿Qué es un terrorista?
Por: Roberto Hernández Montoya
Fecha de publicación: 15/01/11



Quién es Posada Carriles


A Julian Assange de WikiLeaks lo juzgan por terrorista y a Luis Posada Carriles por embustero. Como enjuiciar a Al Capone por malas notas en la escuela.

Así opera la Inquisición. Esa santa y paranoica institución desató su furor persecutorio mediante la estigmatización de la víctima, al elevar la herejía a Mal Absoluto. Quemar vivo a un hereje, preferiblemente a una hereje, porque la Inquisición era misógina, era un mal menor al Absoluto.

Uno supone que calificar a alguien de Mal Supremo debe hacerse con solemnidad, con miramiento, luego de escrutar las minucias, etc., porque es algo que merece la hoguera; pena, me parece, bastante molesta.

Pero no, la Inquisición Santa prodigaba el calificativo de hereje sin cortesía y le raspaba un fósforo en cualquier plaza vacante. No se sabe cuántas “brujas” mandó a achicharrar vivas. Una señora se mostraba algo danzante y los santos frailes la torturaban y hacían tostar por hechicera. Imagina los alaridos desesperados, sus hijos e hijas incluidos, el olor a carne quemada. ¿Imaginas a Cristo en eso?

El método no ha cambiado mucho allá que se diga. Al soldado Bradley Manning, acusado de filtraciones a WikiLeaks, lo tienen en condiciones no mucho mejores: no lo dejan dormir, lo hacen caminar en su celda horas y horas y demás tratos, como los de Abu Ghraib y Guantánamo, propios de una verdadera democracia; no esta dictadura venezolana en que los asesinos de oposición gozan de Internet, Blackberry y otras torturas despiadadas, que eso parte el alma francamente.

Ya no te motejan de hereje porque la Iglesia perdió el poder exhaustivo que otrora le causó tanta fruición. Hoy eres terrorista. A los trancazos. No te tomas la sopa, miras a quien sea con lujuria, se te rompe el condón y no paras el coito, como Assange, y la Gran Democracia te puede llamar terrorista y prepárate a morir.

El gobierno venezolano, elegido y relegitimado como en 15 elecciones, ocupa unos hoteles vacíos para que la gente con el agua infecciosa a la cintura no pase la noche de pie, en total oscuridad, aterrorizada por otra posible creciente, con críos en brazos, y cualquier personal menor del Departamento de Estado lo puede intitular terrorista.

Es más, este artículo es terrorista. Y tú que lo lees también. ¡Corre!

roberto.hernandez.montoya@gmail.com
Fuente:

http://www.aporrea.org/ddhh/a115728.html

jueves, 13 de enero de 2011

No todos los Sacerdotes son Apátridas



Entrevista en Dando y Dando
Padre Vidal Atencio: Documento de la CEV es un panfleto más de la oposición

Enero 12, 2011 - 21:05 (orodriguez)



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Así lo afirmó el Padre Vidal Atencio, entrevistado en Dando y Dando, por VTV, al analizar el reciente pronunciamiento de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) / Sentenció que entre los obispos no hay gallardía para reconocer logros del Gobierno a favor del pueblo / Recordó el triste papel de obispos en Golpe de Estado de 2002

Obispos pueden hacer críticas, pero no pueden negar la realidad y utilizar medias-verdades que se convierten en mentiras en contra del pueblo venezolano.

Así lo afirmó el Padre Vidal Atencio, entrevistado en Dando y Dando, por VTV, al analizar el pronunciamiento de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) donde una vez más la cúpula eclesiástica del país arremete contra el Gobierno Bolivariano y la Ley Habilitante, aprobada por la AN para atender la emergencia nacional creada por el fenómeno climatológico y que ocasionó miles de damnificados.

-No hay que mentir al pueblo y desconocer la tragedia y la atención del Gobierno a damnificados, dijo, y sentenció que entre los obispos no hay gallardía para reconocerlo.

El sacerdote de Maracaibo consideró que el comunicado de la CEV es un panfleto más asociado a la oposición política de Venezuela.

-Vestirse de clérigo y decir cuatro cosas para que la gente se sume a su posición, no es válido ni moral, reclamó. Recordó además el triste expediente de 2002, cuando prelados y obispos estaban sumados al golpe de Estado de Pedro Carmona Estanga.

Advirtió que entre muchos otros ejemplos, en el seminario de Maracaibo hicieron reuniones para ese golpe contra la democracia venezolana.

El Padre zuliano no entiende de cuál país habla la CEV sobre la supuesta censura del pensamiento. Dijo que en Venezuela todos podemos hablar lo que queramos en plena libertad, aunque advirtió que dentro del mundo eclesiástico, su posición frontal ha ocasionado que reciba amenazas cuando opina y expresa su pensamiento.

El sacerdote afirmó que su voz es la de miles de campesinos zulianos que no pueden reclamar crítica situación en la que viven Hay que desmantelar el sistema que niega la tierra a quien la trabaja. Hay haciendas privadas con miles de hectáreas en Zulia, denunció.

Aprovechó para presentar un documento de Vaticano II, donde se establece que la propiedad privada muchas veces es un factor de enfrentamiento social.

El Padre invitó al Presidente de la República a consultar este documento del Vaticano, que le da la razón al mandatario venezolano en su lucha por los pobres.

Al ser consultado sobre el Poder Popular y las Comunas que impulsa el Estado venezolano, el Padre Atencio reconoció no saber de dónde viene el rechazo de la Iglesia Católica al proceso de empoderamiento del pueblo.

-La Iglesia debe acompañar al pueblo. Queda mal denigrar estos logros sociales.

(VTV)

Cristo Entre Nosotros


Matrimonios Cristo Entre Nosotros 13 de enero a las 9:26

Por: Pbro. Ernesto María Caro

Primera Lectura (Lectio Divina)
Hebreos 3, 7-14
Hermanos: Oigamos lo que dice el Espíritu Santo en un salmo: Ojalá escuchen ustedes la voz del Señor, hoy. No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión y el de la prueba en el desierto, cuando sus padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no ha conocido mis caminos". Por eso juré en mi cólera que no entrarían en mi descanso.

Procuren, hermanos, que ninguno de ustedes tenga un corazón malo, que se aparte del Dios vivo por no creer en él. Más bien anímense mutuamente cada día, mientras dura este "hoy", para que ninguno de ustedes, seducido por el pecado, endurezca su corazón; pues si nos ha sido dado el participar de Cristo, es a condición de que mantengamos hasta el fin nuestra firmeza inicial.

+ Meditatio
Uno de los peligros latentes de nuestra comunidad cristiana es lo que se podría llamar: El riesgo de la normalidad. Esto es, el pensar que nuestra vida "no es tan mala", que no somos grandes pecadores pues no matamos, no robamos bancos, vamos a misa los domingos, etc. Todo esto es claramente una forma de endurecer el corazón. Dios nos ha llamado a ser SANTOS, la mediocridad en la vida espiritual, sobre todo en nuestra relación con Dios, enfría el corazón y lo endurece.

Por ello, el autor de esta carta invita a la comunidad a animarse mutuamente para que ningún pecado llegue a endurecer su corazón. Esta ayuda debe ser diaria, ya que es el único tiempo que tenemos: el ayer ya no existe y el mañana aún no llega. Tómate el tiempo para compartir tu fe con los demás y no permitas jamás que llegue a tu vida el "riesgo de la normalidad".

+ Oratio
Señor, reconozco mis pecados, sobre todo el de omisión. Siempre confieso las cosas que hago mal, faltando a la ley de Dios fundada en el amor, pero nunca confieso las cosas que dejo de hacer por mi bien y el de mis hermanos. Quiero dejarme ablandar por tu gracia y hacer mi corazón más sensible a tus mandatos.

+ Operatio
Hoy le hablaré de mi fe en ti a la persona que esté a mi lado, y le haré saber que somos miembros de una pequeña comunidad, parte también del cuerpo de Cristo.
Regresar


El Evangelio de hoy
Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: "Si tú quieres, puedes curarme". Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: "¡Sí quiero: sana!". Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: "No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés".

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

+ Reflexión
¿Cómo puede el hombre que ha sido tocado por el amor de Dios permanecer callado? Es imposible. Creo que esta puede ser la causa por la cual muchos cristianos permanecen callados: no han sido tocados por el amor sanante de Dios. Permanecen llenos de miedos y temores, viviendo como lo hacían los leprosos, aislados de la comunidad. Jesús desde el bautismo nos ha tocado y nos ha dicho: ¡Sana! Más aún, nos ha llenado de su Espíritu, sin embargo no hemos dejado la lepra de la envidia, del odio, del rencor, etc. Es necesario de nuevo decirle al Señor: "Si quieres puedes sanarme". Él lo hará, una y mil veces, pues nos quiere sanos y llenos de vida en el Espíritu. Así, una vez tocados por el amor sanante de Dios, nos convertiremos en verdaderos testigos de este Amor en el mundo.


Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro


La oposición kamikaze



Roberto Hernández Montoya

Sábado 11 de marzo de 2006

Suscribirse al grupo del programa radial Como ustedes pueden ver (un programa para la gente que escucha)


El autor el lunes 27 de setiembre de 2004 en el
Museo de Arte Contemporáneo de Caracas
Caracas, Venezuela (foto de Clara Díaz de San Martín).

La temeridad de la oposición es desconcertante. Uno se enreda porque es imposible entender cómo repite los mismos errores a sabiendas de que son errores y luego dicen algunos que son los demás quienes los cometen y no se explican por qué cada vez tienen menos seguidores.

Abandonan a 18.000 empleados de la nómina mayor de Pdvsa, su tropa de élite, que ahora anda como alma en pena. Los enardecieron con técnicas de guerra sicológica y luego los dejaron desarmados en pleno campo de batalla. Pasó también con muchos militares golpistas, hoy desmovilizados y sin uniforme.

Una ex cantante de protesta denuncia con aquel sugerente gesto de rencor el «castrismo» y hace pocos años se hizo famosa cantando, entre otras, una canción que terminaba diciendo: «¡Que mueran los yanquis, que viva Fidel!».

Unos alcaldes patoteros salen cual esbirros a apresar gente durante el golpe de abril de 2002, asaltan embajadas, participan y protegen guarimbas (focos de violencia callejera).

Un gobernador promueve y protege un movimiento secesionista para luego declarar, espero que con sinceridad, que no, que Venezuela es una sola. Esas cosas se rechazan cuando un país es un país y no un campamento como lo perciben algunos.

Instigaron a la gente a abstenerse en nombre de que el secreto del voto no estaba garantizado. Pero no ir a votar era expresar públicamente su voluntad política.

Repiten como loros los mismos argumentos de la élite militarista más criminal que ha gobernado en los Estados Unidos, una codiciosa banda de borrachines y forajidos, como muchos opositores venezolanos. Entonces denuncian el militarismo en Venezuela, acompañados por los que montaron un régimen militar de facto en la Plaza Altamira, hoy llamada Monumento al Fracaso, «territorio liberado» al que los vecinos tenían que acceder con salvoconducto, donde se fraguaron asesinatos, todo democráticamente.

Y la obra maestra: atacan al gobierno en todo lo que es más fuerte: las misiones, la «trocha»; la más amplia libertad de expresión de la historia de Venezuela y la más libertina del mundo; la política cultural de repercusión colectiva más amplia jamás vista, etc.

No atacan por donde es más débil. No diré dónde porque quiero que alguna vez en su vida se ganen sus dólares trabajando.

Fuente:
http://www.analitica.com/bitblioTeca/roberto/kamikaze.asp

miércoles, 12 de enero de 2011

Venezuela: Fundación Infocentro recibe premio de Unesco


12 enero 2011
La labor de Infocentro impresionó tanto al jurado calificador, así como a todos los asistentes que alabaron la estructura y alcance masivo que ha tenido la alfabetización tecnológica



Foto/Archivo
Producto de las políticas de masificación de las Tecnologías de la Información de Comunicación (Tic) en materia educativa dirigida a los sectores históricamente excluidos, la Fundación Infocentro recibió este miércoles el premio Rey Hamad Bin Isa Al Khalifa, que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

La presidenta de la fundación, Nancy Zambrano, en el programa Despertó Venezuela que transmite Venezolana de Televisión, celebró el premio recibido e indicó que este reconocimiento refleja el éxito de las políticas estatales dirigidas a masificar las nuevas tecnologías, como el Programa Nacional de Alfabetización Tecnológica (Pnat), que ya lleva un millón 96 mil personas formadas en todo el país.

“Este premio es un reconocimiento a la calidad de la educación en el aspecto tecnológico que nosotros le damos a nuestro pueblo y, en especial, al proceso formativo en el uso de las tecnologías para los adultos mayores”, señaló.

Agregó que gracias a estas políticas, fue posible que en el 2010 se totalizaran 10 millones 971 mil 345 visitas a Infocentros en todo el territorio nacional, lo que evidencia y desmonta la matriz de los sectores opositores que alegan una supuesta restricción de internet impuesta por el Gobierno Bolivariano.

“Esas cifras son muy importantes y además dan al traste con esa campaña de que el Gobierno restringe el acceso a internet, porque si algo hemos hecho es expandir el universo que ofrece esta posibilidad”, subrayó.

Zambrano enfatizó que la fundación brinda las herramientas para que las propias comunidades se apoderen de las tecnologías y desarrollen instrumentos para su propio beneficio.

El premio Rey Hamad Bin Isa Al Khalifa fue entregado en París cerca de la 1:00 de la tarde (hora local de Francia) de este miércoles.

El jurado calificador y los asistentes quedaron impresionados con la labor de la fundación, al tiempo que alabaron la estructura y el alcance masivo que ha tenido la alfabetización tecnológica.

Fuente/AVN
Texto/CO

Fuente:
http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/fundacion-infocentro-recibe-premio-unesco-2/

martes, 11 de enero de 2011

Cuba: Descubren vacuna contra cáncer de pulmón



(Correo del Orinoco)
11 enero, 2011

Especialistas del Centro de Inmunología Molecular de la Habana (CIM) descubrieron la primera vacuna terapéutica (CIMAVAX-EGF) para tratar el cáncer de pulmón avanzado, según informaciones del semanario Trabajadores.

El tratamiento que es resultado de 15 años de investigación se aplicó en más de 1000 pacientes en Cuba y ofrece la oportunidad al paciente de controlar la enfermedad.

Gisela González, responsable del proyecto, explicó que la vacuna ejerce su acción en el sistema relacionado con el tumor sin provocar efectos adversos severos. “Está basada en una proteína que todos tenemos y que cuando hay cáncer están descontroladas”, dijo.

La sustancia debe ser aplicada durante las etapas terminales de la afección, luego de concluidos los procedimientos de radioterapias o quimioterapias y ayuda a “controlar el crecimiento del tumor sin toxicidad asociada”.

Después de haber sido registrada en 2008 la vacuna ha sido aceptada en diversos países, al tiempo que está siendo evaluada para emplear su principio activo en el tratamiento de tumores de próstata, útero y mamas.

Fuente:
http://www.gisxxi.org/noticias/descubren-vacuna-contra-cancer-pulmon-cuba/

domingo, 9 de enero de 2011

VENEZUELA: SISTEMA ESTADÍSTICO NACIONAL


Definición

El Sistema Estadístico Nacional (SEN) es el conjunto de principios, órganos, funciones y recursos interrelacionados por medio de los cuales las ramas del Poder Público Nacional, Estadal y Municipal producen información estadística de interés nacional. La definición contempla también a los organismos desconcentrados del Poder Público Nacional, las empresas del estado venezolano y a cualesquiera entidades con autonomía funcional que ejerzan la función estadística.

La creación del Sistema Estadístico Nacional (SEN), permitirá coordinar e integrar, eficientemente, la estructura, los procesos y los recursos de la función estadística del estado venezolano.

Estructura

El Sistema Estadístico Nacional (SEN) ha sido organizado en subsistemas que corresponden a los tres niveles de gobierno: Central, Estadal y Municipal en los cuales concurren productores y usuarios de información estadística de los poderes públicos, actores sociales y económicos de estados y municipios, quienes reunidos en los Comité Coordinación Estadística articulan esfuerzos y toman decisiones dirigidas a fortalecer la producción de información estadística de país para garantizar su pertinencia, oportunidad y calidad en a la toma decisiones públicas.

En el Sistema Estadístico Nacional (SEN) los órganos que lo conforman se agrupan en tres subsistemas, a saber: en el Subsistema Estadístico Central, Subsistema Estadístico Estadal y el Subsistema Estadístico Municipal tal como se indica en la figura 1.

Figura 1
Estructura de los Subsistemas Estadísticos


Subsistema Estadístico Central

Subsistema Estadístico Estadal

SISTEMA ESTADÍSTICO NACIONAL
La rectoría del SEN le compete al Ministerio de Planificación y Desarrollo quien la ejerce a través del Instituto Nacional de Estadística (Art. 33 de la Ley de la Función Pública de Estadísticas) por medio de su presidencia, consejo directivo, de sus gerentes y por los otros órganos indicados en el sistema del citado Decreto Ley.


Subsistemas Estadísticos

Subsistema Estadístico Central

El Subsistema Estadístico Central está constituido, tal como se indica en la Figura 1, por el Ministerio de Planificación y Desarrollo, el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Consejo Nacional de Estadística, los Comités de Coordinación Estadística Central, los órganos estadísticos de las ramas del Poder Público Nacional y otras entidades con autonomía funcional que ejerzan la función estadística.

El Ministerio de Planificación y Desarrollo, a través del INE ejercerá la función rectora del SEN y, por ende la regulación, planificación, dirección, ejecución, coordinación, uniformidad, racionalización, supervisión y control técnico sobre la labor estadística que realicen los órganos que integran el sistema. (Art. 33 de Ley). El Instituto Nacional de Estadística podrá exigir de los órganos del Sistema Estadístico Nacional y de los particulares, información sobre la metodología utilizada en la elaboración de cada estadística y demás características técnicas de las mismas.

Subsistema Estadístico Estadal

En el ámbito Estadal, tal como se indica en la figura 1, el SEN está conformado por los Comités de Coordinación Estadística Estadales y Municipales, los órganos estadísticos de las ramas

Del Poder Público Estadal y la Oficina Estadal del Instituto Nacional de Estadística y cualesquiera otros órganos de entidades nacionales, con sede en la entidad federal correspondiente, que ejerzan la función estadística.

Los órganos estadísticos del Subsistema Estadístico Estadal y Municipal, por medio de los Comités de Coordinación de Estadística Estadales y Municipales, pueden convenir la creación de Subsistemas Estadísticos Regionales.

Subsistema Estadístico Municipal

Son órganos del Subsistema Estadístico Municipal los órganos e instancias de coordinación que determinen los Municipios, bajo la rectoría del Instituto Nacional de Estadística. (Art. 45, Ejusdem).

Competencias de los órganos que conforman el Subsistema Estadístico Municipal

Los órganos del Subsistema Estadístico Municipal, por medio de los Comités de Coordinación Estadística Estadales y Municipales, pueden convenir la creación de Subsistema Mancomunados.

Los Subsistemas así creados acordarán la realización conjunta de la actividad estadística de interés común y estará bajo el control técnico metodológico del Instituto Nacional de Estadística.

SISTEMA ESTADÍSTICO NACIONAL
Consejo Nacional de Estadística

Estará integrado por el Ministro o Ministra de Planificación y Desarrollo (Presidente), el Presidente del INE, Gerente General de Planes y Desarrollo Estadístico.

Los consejeros suplentes serán designados en la misma oportunidad que el titular, siempre y cuando ostente un cargo del mismo nivel administrativo que aquel.

Competencias del Consejo Nacional de Estadística

Son competencias del Consejo Nacional de Estadística:

Hacer recomendaciones sobre las necesidades nacionales en materia estadística y elevarlas al Ejecutivo Nacional.

Opinar sobre el proyecto del Plan Estadístico Nacional y el Plan Estadístico Anual.

Formular recomendaciones sobre la aplicación del secreto estadístico.

Fuente:
http://www.ine.gov.ve/eline/sistema3.htm

Internacional Comunista

Lenin hace anotaciones en los escalones de la tribuna en una sesión del III Congreso de la Internacional Comunista, en 1921.




Internacional Comunista



La Internacional Comunista, también conocida como la Tercera Internacional, así como por su abreviatura en ruso Komintern (Коминтерн, abreviatura de Коммунистический Интернационал, "Internacional Comunista") o Comintern (abreviatura del inglés: Communist International), fue una organización comunista internacional, fundada en marzo de 1919, por iniciativa de Lenin y el Partido Comunista de Rusia (Bolchevique), que agrupaba a los partidos comunistas de los distintos países, y cuyo objetivo era luchar por la supresión del sistema capitalista, el establecimiento de la Dictadura del Proletariado y de la República Internacional de los Soviets, la completa abolición de las clases y la realización del socialismo, como primer paso a la sociedad comunista, como fijaba en sus primeros estatutos.
La Tercera Internacional se creó con el objetivo de extender la revolución fuera de la URSS.

Antecedentes históricos

Como ya recordaba el preámbulo de los primeros estatutos de la Internacional Comunista, los antecedentes de ésta se remontan a la Asociación Internacional de los Trabajadores, fundada entre otros por Karl Marx y Friedrich Engels, en Londres, en 1864, que por primera vez en la historia agrupaba a los trabajadores de distintos países.
Tras la desaparición de esta Primera Internacional en 1876, Friedrich Engels promovió la creación de una Segunda Internacional, creada en París, en 1889, que agrupó a los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas. Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, se produce la fractura de la Segunda Internacional entre los socialistas reformistas y los revolucionarios, pues los primeros apoyaron a sus respectivos gobiernos nacionales al declarar la guerra, y los segundos se opusieron por completo a la misma.
Los grupos socialistas revolucionarios celebraron la Conferencia de Zimmerwald en septiembre de 1915 y la Conferencia de Kienthal en abril de 1916, y estas organizaciones se convirtieron en la base de la Tercera Internacional, creada en marzo de 1919, en Petrogrado, para romper definitivamente con los elementos reformistas que, a juicio de los socialistas revolucionarios, habían traicionado a la clase trabajadora y provocado la "bancarrota" de la Segunda Internacional.


Historia de la Internacional Comunista



La Internacional Comunista celebró siete congresos mundiales, aunque en un principio estos congresos eran anuales y posteriormente se fueron espaciando.
Del I al IV Congreso Mundial


Lenin hace anotaciones en los escalones de la tribuna en una sesión del III Congreso de la Internacional Comunista, en 1921.
El I Congreso Mundial de la Internacional Comunista tuvo lugar en Petrogrado, entre el 2 y el 6 de marzo de 1919. En este congreso se abordó la "democracia burguesa y la dictadura del proletariado" y la necesidad de difundir el sistema de soviets. También se nombró a Grigory Zinoviev como presidente del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC), que era la máxima autoridad de la I.C. durante el periodo entre congresos.
Se invitó a los siguientes partidos y movimientos al Congreso Fundacional:
Alemania: Liga Espartaquista
Rusia: Partido Comunista (Bolchevique) de Rusia
Austria: Partido Comunista de Austria
Hungría: Partido Comunista de Hungría
Finlandia: Partido Comunista de Finlandia
Polonia: Partido Comunista de Polonia
Estonia: Partido Comunista de Estonia
Letonia: Partido Comunista de Letonia
Lituania: Partido Comunista de Lituania
Bielorrusia: Partido Comunista de Bielorrusia
Ucrania: Partido Comunista (Bolchevique) de Ucrania
República Checa: Sectores revolucionarios del Partido Socialdemócrata Checo
Bulgaria: Partido Social-Demócrata de Bulgaria
Rumanía: Partido Socialdemócrata de Rumania
Serbia: El ala izquierda del Partido Socialdemócrata de Serbia
Suecia: Partido Social Democrático de Izquierda
Noruega: Partido Laborista Noruego
Dinamarca: El grupo Klassekampen de Dinamarca
Países Bajos: Partido Comunista de Holanda
Bélgica: Sectores revolucionarios del Partido Obrero Belga (que después formarían el Partido Comunista de Bélgica en 1921)
Francia: Sectores de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (que después formarían el Partido Comunista Francés en 1920)
Suiza: Sectores revolucionarios del Partido Socialista Suizo (que después formarían el Partido Comunista Suizo)
Italia: Partido Socialista Italiano Partido Comunista Italiano
España: Sectores revolucionarios del Partido Socialista Obrero Español (que después formarían el Partido Comunista de España en 1921)
Portugal: Grupos revolucionarios marxistas, que luego formarían el Partido Comunista Portugués en 1921
Reino Unido: Partido Socialista Británico
Reino Unido: Partido Laborista de Reino Unido
Irlanda: Sectores revolucionarios de organizaciones obreras de Irlanda.
Reino Unido: Sectores revolucionarios del sindicalismo británico.
Estados Unidos: Partido Socialista Laborista de América
Estados Unidos: Sectores de izquierda del Partido Socialista de América
Estados Unidos: el sindicato Industrial Workers of the World de Estados Unidos
Australia: el sindicato Industrial Workers of the World de Australia
Estados Unidos: el sindicato Unión Internacional Industrial de Trabajadores
Japón: Grupos socialistas de Tokio y Yokohama
Perú: Partido Comunista del Perú
La Internacional de Jóvenes Comunistas
De ellos, los siguientes atendieron la llamada: los Partidos Comunistas de Rusia, Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Finlandia, Ucrania, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Estonia, Armenia, la Región del Volga; el Partido Social Democrático de Izquierda de Suecia, representantes de la Conferencia de Zimmerwald, grupos comunistas checos, búlgaros, yugoslavos, británicos, franceses y suizos; socialdemócratas de los Países Bajos, el Partido Socialista Laborista de América, la Liga de Propaganda Socialista de los Estados Unidos, el Partido Socialista de los Trabajadores de China, la Unión de Trabajadores de Corea, y las Secciones del Buró Central soviético correspondientes a Turquía, Azerbaiyán, Georgia, Persia y Turquestán.
También se unió a ella el Partido Laborista Noruego (aunque la abandonó en 1923). La negativa del Partido Socialista Italiano a ingresar en la Internacional Comunista también provocó que en 1921 el sector partidario se escindiera y se formara el Partido Comunista Italiano.
El II Congreso Mundial de la Internacional Comunista se reunió en Moscú entre el 19 de julio y el 7 de agosto de 1920, cuando estaba por terminar la Guerra Civil Rusa, pero cuando la agitación revolucionaria en Alemania se extinguía sin remedio. En este congreso se insistió en la necesidad de propagar el sistema de soviets y, debido a las numerosas organizaciones socialdemócratas que solicitaban el ingreso, se acordaron las 21 condiciones para la adhesión a la I.C., y se aprobaron los primeros estatutos.
El III Congreso Mundial de la Internacional Comunista se celebró entre el 22 de junio y el 12 de julio de 1921, en Moscú. En él, se combatieron las posturas ultraizquierdistas de algunos partidos comunistas, como el KPD alemán (tras el fracaso del Levantamiento Espartaquista) y, asumiendo que la situación mundial había cambiado (en tanto la revolución bolchevique sólo había triunfado en Rusia y no pudo expandirse a Alemania y Polonia), los concurrentes resolvieron trabajar con las bases reformistas en los llamados "frentes únicos" que aglutinaran a los militantes izquierdistas afines. También se trató acerca de la importancia de incorporar a las mujeres trabajadoras al movimiento comunista.


El IV Congreso Mundial de la Internacional Comunista tuvo lugar en Moscú, entre el 30 de noviembre y el 5 de diciembre de 1922. En él, se profundizó en las tácticas de la I.C. del llamado "frente único", y se abordó la situación de los negros, así como el trabajo de los comunistas en los sindicatos. También se analizó la situación de los comunistas en Asia y el Pacífico. El congreso promulgó la incompatibilidad entre la pertenencia a la masonería o la Liga de los derechos humanos y un Partido Comunista.1

Del V al VII Congreso Mundial


El V Congreso Mundial de la Internacional Comunista se celebró en Moscú entre junio y julio de 1924, después de la muerte de Lenin y cuando los líderes del comunismo ruso ya habían fundado la Unión Soviética. Marcado por el fracaso de la revolución comunista en Alemania se adoptan unos nuevos estatutos con los que se comienza la llamada "bolchevización" de la Internacional Comunista y de los partidos miembros, insistiendo en adoptar el modelo de organización del Partido Comunista de la Unión Soviética, en tanto éste es el único de los partidos asistentes que ejerce funciones de gobierno en un país.
En el verano de 1926 se abolió la presidencia del CEIC, y Grigory Zinoviev perdió la dirección de la Komintern. Fue elegido Nikolái Bujarin para sucederle como Secretario General del CEIC.
El VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista tuvo lugar entre julio y septiembre de 1928 en Moscú. En el nuevo contexto del comienzo de la grave crisis económica, se aprobaron la consigna de "clase contra clase", que oficializó el comienzo del llamado "Tercer Periodo". Se aprobó también el Programa de la Internacional Comunista, y se reiteró la necesidad de acudir a la revolución armada como recurso último para la toma del poder.
En abril de 1929 Nikolái Bujarin se vio obligado a dimitir de su cargo, acusado de derechista y tras caer en desgracia con la dirigencia del PCUS, donde empezó a destacarse Stalin, siendo que la influencia de Trotsky dentro del régimen soviético comenzaba a reducirse rápidamente. Para sustituir a Bujarin al frente del CEIC, fue elegido en 1934 el comunista búlgaro Georgi Dimitrov, residente en la URSS, quien dirigiría la Internacional Comunista hasta su disolución.
El VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista se reunió en agosto de 1935 en Moscú. Tras el auge de los fascismos, y el fracaso de la política ultraizquierdista aprobada en el anterior congreso, se dio paso a la política de frentes populares, auspiciada insistentemente por Stalin (quien ya era gobernante supremo de la URSS, tras eliminar a sus rivales en la Gran Purga). En este periodo se oficializó la ruptura entre Stalin y Trotsky, y éste último tuvo que refugiarse fuera de la URSS mientras sus seguidores fueron encarcelados o asesinados por el nuevo régimen. Mientras los movimietos trotskistas rechazaban la política de frentes populares y promovían la revolución mundial inmediata, los partidos y organizaciones no trotskistas reconocían la totalidad de estos siete congresos.


Suspensión temporal de la Internacional Comunista

La Segunda Guerra Mundial implicaba que el gobierno de la URSS perdiese contacto con numerosos partidos comunistas del resto del mundo, considerando además que los países capitalistas recelaban del gobierno soviético después del Pacto Ribbentrop-Mólotov, celebrado con los nazis en agosto de 1939. Cuando la URSS fue invadida por el Tercer Reich en junio de 1941, el régimen soviético se vio repentinamente como aliado de Gran Bretaña, y desde diciembre de 1941 tuvo como aliado a los EEUU. Ante la nueva situación (imprevista pero necesaria alianza con dos potencias capitalistas), el 15 de mayo de 1943, antes de celebrar la Conferencia de Teherán, el Presidium del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, "teniendo en cuenta la madurez de los partidos comunistas" nacionales, y para evitar los recelos de los países capitalistas aliados, decidió disolver la Internacional Comunista.
En 1947, a instancias de Stalin, se creó la Kominform (Oficina de Información Comunista) como sustituta de la Komintern, que reunía a los Partidos Comunistas de Bulgaria, Checoslovaquia, Francia, Hungría, Italia, Polonia, la Unión Soviética y Yugoslavia. Fue disuelta en 1956 como parte de la desestalinización impuesta por Nikita Jruschev, y también como consecuencia de la condena hecha por los comunistas franceses e italianos (los más influyentes fuera del Pacto de Varsovia) contra la intervención militar soviética en la sublevación húngara de 1956.
La ruptura soviética con Yugoslavia y la pugna ideológica con China desde 1960 tornaron innecesario formar una organización de coordinación internacional entre partidos comunistas, considerando además la inevitable primacía efectiva de la URSS en tal entidad. Aunque carecieran de una organización internacional, los distintos Partidos Comunistas existentes fuera de la URSS pero leales al Kremlin siguieron las directrices principales del Partido Comunista de la Unión Soviética, con el que mantuvieron reuniones periódicas aunque sin estructurar nuevamente una entidad a nivel oficial.

Organización de la Internacional Comunista

Los órganos de la Internacional Comunista, según sus primeros estatutos, eran:
El Congreso Mundial de la Internacional Comunista: el órgano que ejercía la autoridad máxima de la Internacional Comunista era el Congreso Mundial, que debía reunirse una vez al año y tenía en exclusividad la modificación del programa y los estatutos. Se celebraron siete congresos mundiales.
El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista: el órgano que tenía la autoridad máxima en los periodos entre congresos era el Comité Ejecutivo, y era elegido por el Congreso Mundial. Su sede se decidía en cada congreso.
Más tarde se crearía otro órgano más:
El Presidium, que tenía la máxima autoridad entre los plenos del Comité Ejecutivo.

Cuarta Internacional

La IV Internacional fue una organización internacional de partidos comunistas seguidores de las ideas de Karl Marx, Friedrich Engels, Vladimir Ilich Uliánov Lenin y León Trotsky, quien además fue su principal dirigente. Fue establecida en un congreso de delegados en París en septiembre de 1938, donde fue aprobado el Programa de Transición. La IV Internacional es heredera de todas las internacionales obreras, pero su modelo organizativo y programa político se basa en los cuatro primeros congresos de la III Internacional.

Las internacionales obreras

La fundación de la Primera Internacional fue el primer intento de los sectores más avanzados del movimiento obrero de dar una expresión organizativa a la política internacionalista de la revolución proletaria. En ella jugaron un papel destacado Marx, Engels y Bakunin; en torno a este último se organizó el anarquismo.
La Segunda Internacional (1889), de la cual Engels fue uno de sus fundadores, terminó apoyando a los gobiernos de los países imperialistas votando a favor de los créditos de guerra para la Primera Guerra Mundial, enfrentando a los trabajadores de los distintos países resultando una de las mayores matanzas de la historia, y produciéndose la separación entre los socialistas reformistas (socialdemocracia) y los socialistas revolucionarios, germen de la Tercera Internacional.
Ante éstos hechos, el Partido Bolchevique fundó la Tercera Internacional después de la Revolución rusa para recuperar la política revolucionaria a escala internacional. Después del triunfo de Stalin y la burocratización del estado soviético, la Tercera Internacional pareció convertirse en un instrumento de la política exterior de la URSS y de su política del socialismo en un solo país.
La necesidad de construir la Cuarta Internacional había sido proclamada por Trotsky al considerar que la Tercera Internacional había renunciado a defender los intereses de proletariado internacional, como se habría comprobado, en opinión de los trotskistas, por las grandes traiciones de los Partidos Comunistas en Alemania, Francia y España durante la década de los 30 del siglo XX, resultando la victoria del fascismo en gran parte de Europa. La IV Internacional se fundó de hecho en una conferencia en el año 1938.

La IV Internacional

Leon Trotsky entendía la Internacional como el partido mundial de la revolución proletaria, con secciones en los diferentes países que actuaran como un todo (con un régimen interno de centralismo democrático) en pos de la revolución mundial. Los ejes programáticos se basaron en la teoría de la revolución permanente, el Programa de Transición y el internacionalismo; por tanto se defendía que la revolución socialista sólo podría triunfar definitivamente si se daba a nivel mundial.
La sede del Secretariado General fue trasladada a Nueva York al comenzar la Segunda Guerra Mundial en 1939.
En 1940 el que entonces era el partido más importante de la Cuarta Internacional, el Partido Socialista de los Trabajadores (SWP) de los Estados Unidos, sufrió una división. La escisión fue protagonizada por una fracción minoritaria encabezada por Max Schachtman y James Burnman que discrepaban con las posiciones de Trotsky y James Cannon.
El asesinato de Trotsky en agosto de 1940 por un agente español (Ramón Mercader) de la NKVD mandado por Stalin, significó un grave golpe político para la Cuarta Internacional que quedó muy debilitada, con una dirección muy joven e inexperta elegida tras la Segunda Guerra Mundial en 1946 en el segundo congreso mundial.


Graffiti en el País Vasco en honor de James Cannon, destacado trotskista norteamericano.
El primer gran desafío y crisis se produjo en 1953, cuando distintos grupos (entre ellos el Partido Socialista de los Trabajadores argentino, el Partido Comunista Internacionalista francés o el SWP norteamericano) se negaron a aceptar las tesis mayoritarias impulsadas por Michel Pablo (seudónimo del trotskista de origen griego Michel Raptis), quien defendía que al estallar una inmediata Tercera Guerra Mundial, los Partidos Comunistas (PC) estalinistas tomarían un papel revolucionario al enfrentarse violentamente al imperialismo; por tanto, en los estado obreros burocráticos la gran tarea no sería construir partidos trotskistas revolucionarios, si no entrar a los PC estalinistas para impulsarlos a tomar el poder. La internacional acabó el proceso rota en diversas fracciones, y las secciones que siguieron la política pablista fueron destruidas y sus cuadros absorbidos por los PC.
En la década de los 60 se produjo una reunificación en torno al planteamiento de que la revolución cubana había producido un nuevo estado obrero. El recién creado Secretariado Unificado tendría como dirigentes a los principales líderes que se negaron a aplicar la política pablista, entre ellos al belga Ernest Mandel, a Pierre Frank, a James Cannon del SWP de Estados Unidos y a Nahuel Moreno del PST argentino. Sin embargo la reunificación duró poco, al defender Mandel la construcción de guerrillas foquistas dejando en un segundo plano al partido revolucionario de masas. Los grupos norteamericano y argentino rechazaron esta política. Nuevamente la internacional estaba rota ( Pierre Frank, La longue marche des troskystes,Editions la brèche, Paris, 1978 ).


La IV Internacional en la actualidad


Mas de 10 organizaciones a nivel internacional se consideran herederas de la IV Internacional de Trotsky. Muchas de ellas provienen de algunos jovenes dirigentes o miembros de esta organización como Ernest Mandel, Pierre Frank, Nahuel Moreno, Tony Cliff, Pierre Lambert o Ted Grant. A continuación un pequeño resumen de estas "internacionales" a dia de hoy:
El Secretariado Unificado de la IV internacional, de tradición mandelista, sigue reivindicando la denominación de la IV Internacional, aunque ha renunciado a alguna de sus bases programáticas, como el centralismo democrático (funcionando como una federación de partidos, y no como un partido mundial) o la consigna de la dictadura del proletariado en algunas de sus secciones. Esta corriente internacional fue muy criticada por otras organizaciones trotskistas por su participación en los gobiernos de Prodi (Italia) y Lula (Brasil). En su XVI congreso, se ha posicionado claramente por la construcción de partidos anticapitalistas amplios como una forma de avanzar en su proyecto revolucionario. Cuenta con secciones y grupos simpatizantes en más de 40 países. La ex-LCR francesa (ahora disuelta en el Nuevo Partido Anticapitalista era uno de sus referentes a nivel mundial.
El video de el 16 congreso (2010): [[1]].
La Corriente Marxista Internacional, fundada por Ted Grant, proviene de la sección inglesa de la IV Internacional. Su principal característica, que la diferencia de otros grupos, es que se orienta a organizaciones de masas que ellos consideran como los únicos instrumentos validos de la clase obrera, tales como sindicatos y partidos socialdemócratas, socialistas y comunistas. Esta organización ha renunciado a la reagrupación del trotskismo internacional y no mantiene ningún tipo de relación con los grupos que buscar reorganizar la IV Internacional. Actualmente, su dirigente y teórico más conocido es Alan Woods. La CMI está presente en más de 30 países. En Brasil encabeza los movimientos de ocupación de empresas. Posee también una notable influencia en el Partido del Pueblo de Pakistán. Alan Woods ha hecho explícito en un sinnúmero de oportunidades su "apoyo crítico" al gobierno de Hugo Chávez en Venezuela.
La Liga Internacional de los Trabajadores - Cuarta Internacional (LIT-CI) de tradición morenista, plantea la reconstrucción de la IV internacional con un programa revolucionario. Está presente especialmente en Latinoamérica y Europa, donde destacan el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (Brasil) y el Partido de Alternativa Comunista (Italia) y el Partido Obrero Socialista (México). En Argentina, el país originario de Moreno, su corriente empezó como un grupo que hacía entrismo en el peronismo hasta fusionarse con la agrupación liderada por Santucho en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y luego dividirse en base a la cuestión de la lucha armada. De esa división surgiría el Partido Socialista de los Trabajadores, que después pasaría a denominarse Movimiento al Socialismo. El MAS a mediados de los 80 llegó a ser posiblemente el partido trotskista más grande e influyente de su tiempo en el mundo, contando con varios millares de militantes esparcidos por todo el país y consolidados como la principal fuerza de izquierda de Argentina. Con el fallecimiento de Moreno, el MAS se dividió en múltiples agrupaciones, algunas de las cuales siguen reivindicando la herencia morenista.
La Unidad Internacional de los Trabajadores es uno de los agrupamientos internacionales de partidos creados después de la diáspora morenista de principios de los 90.
la International Socialist Tendency de tradición clifista, formó el Socialist Workers Party británico. Este grupo se alejó de la IV internacional por su definición de la URSS y sus satélites como Capitalismo de Estado, adoptando posiciones no defensistas frente al imperialismo, aunque ellos se siguen considerando en parte herederos de las ideas de Trotsky, autoenmarcándose en el trotskismo crítico ó heterodoxo.
La IV Internacional (Centro Internacional de Reconstrucción), de tradición lambertista, encontramos la organización que en 1993 se autoproclamó la IV Internacional, aunque no es reconocida por ningún otro grupo.
En 1997 se funda en Génova, Italia, el Movimiento por la Refundación de la Cuarta Internacional que reagrupaba a partidos trotskistas de Sudamérica y Europa. Siete años más tarde, en 2004, esta organización se convierte en la Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional (CRCI) con secciones en 3 continentes y 10 países, entre las que se encuentran el Partido Obrero de Argentina, el Partido Revolucionario de los Trabajadores de Grecia, el Partido de los Trabajadores de Uruguay y el Partido Comunista de los Trabajadores de Italia.1
También encontramos la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional, (FT-CI) que rompió con el morenismo creando una corriente internacional. Destaca el Partido de Trabajadores por el Socialismo de Argentina, Liga Estratégia Revolucionária de Brasil o Clase Contra Clase de España.
Existen otros grupos que se consideran parte o herederos de la propia la IV Internacional, como Lucha Obrera en Francia.
Hoy día, el gran desafío de quienes se consideran herederos de la tradición trotskista de la IV Internacional es la conformación de una nueva dirección unitaria revolucionaria mundial que recupere las tradiciones del movimiento comunista (especialmente de la experiencia del partido bolchevique, sintetizadas por Lenin y Trotsky) para impulsar y liderar la revolución socialista internacional. Sin embargo, el eterno problema de los trotskistas son las innumerables escisiones y divisiones internas.

Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Internacional_Comunista

http://es.wikipedia.org/wiki/Cuarta_Internacional

Manifiesto del Partido Comunista




Manifiesto del Partido Comunista

Por
K. Marx & F. Engels



Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.

No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.

De este hecho se desprenden dos consecuencias:

La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.

La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.

Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.





I
BURGUESES Y PROLETARIOS

Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad , es una historia de luchas de clases.

Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.

En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos , dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones.

La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas.

Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.

De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de las primeras ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía.

El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición.

El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller.

Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.

La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.

Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción.

A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político. Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna” una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado representativo. Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.

La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario.

Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación.

La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.

La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares .

La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.

La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones.

La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. Las limitaciones y peculiaridades del carácter nacional van pasando a segundo plano, y las literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal.

La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza.

La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.

La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera.

En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?

Hemos visto que los medios de producción y de transporte sobre los cuales se desarrolló la burguesía brotaron en el seno de la sociedad feudal. Cuando estos medios de transporte y de producción alcanzaron una determinada fase en su desarrollo, resultó que las condiciones en que la sociedad feudal producía y comerciaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura, en una palabra, el régimen feudal de la propiedad, no correspondían ya al estado progresivo de las fuerzas productivas. Obstruían la producción en vez de fomentarla. Se habían convertido en otras tantas trabas para su desenvolvimiento. Era menester hacerlas saltar, y saltaron.

Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y social a ella adecuada, en la que se revelaba ya la hegemonía económica y política de la clase burguesa.

Pues bien: ante nuestros ojos se desarrolla hoy un espectáculo semejante. Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía. Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas.

Las armas con que la burguesía derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella.

Y la burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios.

En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarrollase también el proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.

La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo , equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.

La industria moderna ha convertido el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del magnate capitalista. Las masas obreras concentradas en la fábrica son sometidas a una organización y disciplina militares. Los obreros, soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales y jefes. No son sólo siervos de la burguesía y del Estado burgués, sino que están todos los días y a todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del contramaestre, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, más execrable, más indignante, cuanta mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.

Cuanto menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, también es mayor la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del hombre. Socialmente, ya no rigen para la clase obrera esas diferencias de edad y de sexo. Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste.

Y cuando ya la explotación del obrero por el fabricante ha dado su fruto y aquél recibe el salario, caen sobre él los otros representantes de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.

Toda una serie de elementos modestos que venían perteneciendo a la clase media, pequeños industriales, comerciantes y rentistas, artesanos y labriegos, son absorbidos por el proletariado; unos, porque su pequeño caudal no basta para alimentar las exigencias de la gran industria y sucumben arrollados por la competencia de los capitales más fuertes, y otros porque sus aptitudes quedan sepultadas bajo los nuevos progresos de la producción. Todas las clases sociales contribuyen, pues, a nutrir las filas del proletariado.

El proletariado recorre diversas etapas antes de fortificarse y consolidarse. Pero su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia.

Al principio son obreros aislados; luego, los de una fábrica; luego, los de todas una rama de trabajo, los que se enfrentan, en una localidad, con el burgués que personalmente los explota. Sus ataques no van sólo contra el régimen burgués de producción, van también contra los propios instrumentos de la producción; los obreros, sublevados, destruyen las mercancías ajenas que les hacen la competencia, destrozan las máquinas, pegan fuego a las fábricas, pugnan por volver a la situación, ya enterrada, del obrero medieval.

En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas de obreros no son todavía fruto de su propia unión, sino fruto de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus fines políticos propios tiene que poner en movimiento -cosa que todavía logra- a todo el proletariado. En esta etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes señores de la tierra, los burgueses no industriales, los pequeños burgueses. La marcha de la historia está toda concentrada en manos de la burguesía, y cada triunfo así alcanzado es un triunfo de la clase burguesa.

Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen, y crece también la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando las diferencias y categorías en el trabajo y reduciendo los salarios casi en todas partes a un nivel bajísimo y uniforme, van nivelándose también los intereses y las condiciones de vida dentro del proletariado. La competencia, cada vez más aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsión de posibles batallas. De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones.

Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. Coadyuvan a ello los medios cada vez más fáciles de comunicación, creados por la gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas regiones y localidades. Gracias a este contacto, las múltiples acciones locales, que en todas partes presentan idéntico carácter, se convierten en un movimiento nacional, en una lucha de clases. Y toda lucha de clases es una acción política. Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, necesitaron siglos enteros para unirse con las demás; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unión en unos cuantos años.

Esta organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político, se ve minada a cada momento por la concurrencia desatada entre los propios obreros. Pero avanza y triunfa siempre, a pesar de todo, cada vez más fuerte, más firme, más pujante. Y aprovechándose de las discordias que surgen en el seno de la burguesía, impone la sanción legal de sus intereses propios. Así nace en Inglaterra la ley de la jornada de diez horas.

Las colisiones producidas entre las fuerzas de la antigua sociedad imprimen nuevos impulsos al proletariado. La burguesía lucha incesantemente: primero, contra la aristocracia; luego, contra aquellos sectores de la propia burguesía cuyos intereses chocan con los progresos de la industria, y siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates no tiene más remedio que apelar al proletariado, reclamar su auxilio, arrastrándolo así a la palestra política. Y de este modo, le suministra elementos de fuerza, es decir, armas contra sí misma.

Además, como hemos visto, los progresos de la industria traen a las filas proletarias a toda una serie de elementos de la clase gobernante, o a lo menos los colocan en las mismas condiciones de vida. Y estos elementos suministran al proletariado nuevas fuerzas.

Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros.

De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar.

Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia. Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado.

El proletariado andrajoso , esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la vieja sociedad, se verá arrastrado en parte al movimiento por una revolución proletaria, si bien las condiciones todas de su vida lo hacen más propicio a dejarse comprar como instrumento de manejos reaccionarios.

Las condiciones de vida de la vieja sociedad aparecen ya destruidas en las condiciones de vida del proletariado. El proletario carece de bienes. Sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen ya nada de común con las relaciones familiares burguesas; la producción industrial moderna, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Alemania que en Norteamérica, borra en él todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión, son para él otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan otros tantos intereses de la burguesía. Todas las clases que le precedieron y conquistaron el Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición. Los proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás.

Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial.

Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía.

Al esbozar, en líneas muy generales, las diferentes fases de desarrollo del proletariado, hemos seguido las incidencias de la guerra civil más o menos embozada que se plantea en el seno de la sociedad vigente hasta el momento en que esta guerra civil desencadena una revolución abierta y franca, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, echa las bases de su poder.

Hasta hoy, toda sociedad descansó, como hemos visto, en el antagonismo entre las clases oprimidas y las opresoras. Mas para poder oprimir a una clase es menester asegurarle, por lo menos, las condiciones indispensables de vida, pues de otro modo se extinguiría, y con ella su esclavizamiento. El siervo de la gleba se vio exaltado a miembro del municipio sin salir de la servidumbre, como el villano convertido en burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. La situación del obrero moderno es muy distinta, pues lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del nivel de su propia clase. El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad.

La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado Presupone, inevitablemente, la concurrencia de los obreros entre sí. Los progresos de la industria, que tienen por cauce automático y espontáneo a la burguesía, imponen, en vez del aislamiento de los obreros por la concurrencia, su unión revolucionaria por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre que produce y se apropia lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado sin igualmente inevitables.




II
PROLETARIOS Y COMUNISTAS



¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general?

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.

Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario.

El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder.

Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. La abolición del régimen vigente de la propiedad no es tampoco ninguna característica peculiar del comunismo.

Las condiciones que forman el régimen de la propiedad han estado sujetas siempre a cambios históricos, a alteraciones históricas constantes.

Así, por ejemplo, la Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas la propiedad burguesa.

Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros.

Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.

Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia.

¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano! ¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No, ésa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas.

¿O queréis referimos a la moderna propiedad privada de la burguesía?

Decidnos: ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo de proletario, le rinde propiedad? No, ni mucho menos. Lo que rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto de su explotación. La propiedad, en la forma que hoy presenta, no admite salida a este antagonismo del capital y el trabajo asalariado. Detengámonos un momento a contemplar los dos términos de la antítesis.

Ser capitalista es ocupar un puesto, no simplemente personal, sino social, en el proceso de la producción. El capital es un producto colectivo y no puede ponerse en marcha más que por la cooperación de muchos individuos, y aún cabría decir que, en rigor, esta cooperación abarca la actividad común de todos los individuos de la sociedad. El capital no es, pues, un patrimonio personal, sino una potencia social.

Los que, por tanto, aspiramos a convertir el capital en propiedad colectiva, común a todos los miembros de la sociedad, no aspiramos a convertir en colectiva una riqueza personal. A lo único que aspiramos es a transformar el carácter colectivo de la propiedad, a despojarla de su carácter de clase.

Hablemos ahora del trabajo asalariado.

El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de víveres necesaria para sostener al obrero como tal obrero. Todo lo que el obrero asalariado adquiere con su trabajo es, pues, lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y trabajando. Nosotros no aspiramos en modo alguno a destruir este régimen de apropiación personal de los productos de un trabajo encaminado a crear medios de vida: régimen de apropiación que no deja, como vemos, el menor margen de rendimiento líquido y, con él, la posibilidad de ejercer influencia sobre los demás hombres. A lo que aspiramos es a destruir el carácter oprobioso de este régimen de apropiación en que el obrero sólo vive para multiplicar el capital, en que vive tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante aconseja que viva.

En la sociedad burguesa, el trabajo vivo del hombre no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado. En la sociedad comunista, el trabajo acumulado será, por el contrario, un simple medio para dilatar, fomentar y enriquecer la vida del obrero.

En la sociedad burguesa es, pues, el pasado el que impera sobre el presente; en la comunista, imperará el presente sobre el pasado. En la sociedad burguesa se reserva al capital toda personalidad e iniciativa; el individuo trabajador carece de iniciativa y personalidad.

¡Y a la abolición de estas condiciones, llama la burguesía abolición de la personalidad y la libertad! Y, sin embargo, tiene razón. Aspiramos, en efecto, a ver abolidas la personalidad, la independencia y la libertad burguesa.

Por libertad se entiende, dentro del régimen burgués de la producción, el librecambio, la libertad de comprar y vender.

Desaparecido el tráfico, desaparecerá también, forzosamente el libre tráfico. La apología del libre tráfico, como en general todos los ditirambos a la libertad que entona nuestra burguesía, sólo tienen sentido y razón de ser en cuanto significan la emancipación de las trabas y la servidumbre de la Edad Media, pero palidecen ante la abolición comunista del tráfico, de las condiciones burguesas de producción y de la propia burguesía.

Os aterráis de que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad.

Nos reprocháis, para decirlo de una vez, querer abolir vuestra propiedad. Pues sí, a eso es a lo que aspiramos.

Para vosotros, desde el momento en que el trabajo no pueda convertirse ya en capital, en dinero, en renta, en un poder social monopolizable; desde el momento en que la propiedad personal no pueda ya trocarse en propiedad burguesa, la persona no existe.

Con eso confesáis que para vosotros no hay más persona que el burgués, el capitalista. Pues bien, la personalidad así concebida es la que nosotros aspiramos a destruir.

El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno.

Se arguye que, abolida la propiedad privada, cesará toda actividad y reinará la indolencia universal.

Si esto fuese verdad, ya hace mucho tiempo que se habría estrellado contra el escollo de la holganza una sociedad como la burguesa, en que los que trabajan no adquieren y los que adquieren, no trabajan. Vuestra objeción viene a reducirse, en fin de cuentas, a una verdad que no necesita de demostración, y es que, al desaparecer el capital, desaparecerá también el trabajo asalariado.

Las objeciones formuladas contra el régimen comunista de apropiación y producción material, se hacen extensivas a la producción y apropiación de los productos espirituales. Y así como el destruir la propiedad de clases equivale, para el burgués, a destruir la producción, el destruir la cultura de clase es para él sinónimo de destruir la cultura en general.

Esa cultura cuya pérdida tanto deplora, es la que convierte en una más.

Fuente:
http://www.twitlonger.com/show/7sn0sf