Roberto Hernández Montoya
Sábado 11 de marzo de 2006
Suscribirse al grupo del programa radial Como ustedes pueden ver (un programa para la gente que escucha)
El autor el lunes 27 de setiembre de 2004 en el
Museo de Arte Contemporáneo de Caracas
Caracas, Venezuela (foto de Clara Díaz de San Martín).
La temeridad de la oposición es desconcertante. Uno se enreda porque es imposible entender cómo repite los mismos errores a sabiendas de que son errores y luego dicen algunos que son los demás quienes los cometen y no se explican por qué cada vez tienen menos seguidores.
Abandonan a 18.000 empleados de la nómina mayor de Pdvsa, su tropa de élite, que ahora anda como alma en pena. Los enardecieron con técnicas de guerra sicológica y luego los dejaron desarmados en pleno campo de batalla. Pasó también con muchos militares golpistas, hoy desmovilizados y sin uniforme.
Una ex cantante de protesta denuncia con aquel sugerente gesto de rencor el «castrismo» y hace pocos años se hizo famosa cantando, entre otras, una canción que terminaba diciendo: «¡Que mueran los yanquis, que viva Fidel!».
Unos alcaldes patoteros salen cual esbirros a apresar gente durante el golpe de abril de 2002, asaltan embajadas, participan y protegen guarimbas (focos de violencia callejera).
Un gobernador promueve y protege un movimiento secesionista para luego declarar, espero que con sinceridad, que no, que Venezuela es una sola. Esas cosas se rechazan cuando un país es un país y no un campamento como lo perciben algunos.
Instigaron a la gente a abstenerse en nombre de que el secreto del voto no estaba garantizado. Pero no ir a votar era expresar públicamente su voluntad política.
Repiten como loros los mismos argumentos de la élite militarista más criminal que ha gobernado en los Estados Unidos, una codiciosa banda de borrachines y forajidos, como muchos opositores venezolanos. Entonces denuncian el militarismo en Venezuela, acompañados por los que montaron un régimen militar de facto en la Plaza Altamira, hoy llamada Monumento al Fracaso, «territorio liberado» al que los vecinos tenían que acceder con salvoconducto, donde se fraguaron asesinatos, todo democráticamente.
Y la obra maestra: atacan al gobierno en todo lo que es más fuerte: las misiones, la «trocha»; la más amplia libertad de expresión de la historia de Venezuela y la más libertina del mundo; la política cultural de repercusión colectiva más amplia jamás vista, etc.
No atacan por donde es más débil. No diré dónde porque quiero que alguna vez en su vida se ganen sus dólares trabajando.
Fuente:
http://www.analitica.com/bitblioTeca/roberto/kamikaze.asp
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