domingo, 12 de febrero de 2012

«Es el Fidel de siempre»



Junto a 48 ronocidos escritores, pensadores y científicos cubanos, los 69 intelectuales de 21 países que asisten a la Feria del Libro de La Habana se encontraron con un Fidel íntimo, que prestó atención a cada interlocutor y eran para él, a la vez, fuentes en que saciaba su inagotable curiosidad.

Rosa Miriam Elizalde
Arleen Rodríguez Derivet



Nueve horas de conversación, interrumpidas por dos breves recesos. Se dice rápido, pero quien en medio siglo haya seguido al líder de la Revolución Cubana sabe que esos 540 minutos suponen la intensidad de varias bibliotecas y una carga emocional que durará días y ya no olvidarán los que la vivieron. “Es el Fidel de siempre”, dice admirado Ignacio Ramonet, el autor de un voluminoso libro de entrevistas con el Comandante. “Qué memoria inagotable y privilegiada”, comenta en el pasillo del Palacio de Convenciones la poeta y Premio Nacional de Literatura, Fina García Marruz.

Al calor del “Encuentro de Intelectuales por la paz y la preservación del medio ambiente”, título que resultó insuficiente para la larga lista de temas que afloraron, los 69 intelectuales de 21 países que asisten a la XXI Feria Internacional del Libro de La Habana junto a 48 reconocidos escritores, pensadores y científicos cubanos, se encontraron con un Fidel íntimo, que prestó atención a cada interlocutor y eran para él, a la vez, fuentes en que saciaba su inagotable curiosidad. Cuando los invitados exponían sus ideas, se podía seguir el rumbo de los pensamientos del líder cubano por la expresión de su mirada, por ese gesto tan usual en él de extender el dedo índice para enmarcar su cara o acariciar distraídamente la barba.

Con la presencia en la salita del Palacio de Convenciones del mexicano Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005, y el Premio Nobel de la Paz, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, los temas gravitaron sobre los asuntos más urgentes. A veces el tono era de notable preocupación, como la posibilidad de la extinción de la especie humana, el agotamiento de los recursos naturales, la perversión de las transnacionales mediáticas y la aparición de artefactos de guerra y hasta de control de la mente, que nadie imaginó antes ni en las peores fantasías.

Daniel Chavarría, uruguayo-cubano y Premio Nacional de Literatura, hilvanó su intervención sobre la capacidad de Fidel de adelantarse a los acontecimientos, de ser una especie de “adivino histórico” —y un pesimista táctico y optimista estratégico, recordó alguien después—. Básicamente Chavarría quería que el líder le dijera, si en este mundo que está a punto de irse a bolina y con un problema enorme a cuestas, él tenía que acabar de alarmarse o quedarse tranquilo. Fidel le respondió sin titubear: “Para quedarse tranquilo hay que pensar en el problema y luchar contra él”.

Una de las mejores vías para ayudar a “pensar en el problema” es ofrecer la mayor información posible a los pueblos. Fidel recomendó que las intervenciones en ese encuentro se transcriban e incluyan en un libro que ayude a difundir las ideas expresadas allí. Los intelectuales podrían, incluso, revisar sus palabras, editarlas y agregar lo que pudieran haber olvidado en el fragor del diálogo: “Como estamos muy apurados, no hay que apurarse”, dijo.

Pero la conversación también tomó a veces rumbos sorprendentes, como cuando la brasileña Marilia Guimaraes ofreció noticias sobre un amigo de Fidel, el arquitecto Oscar Niemeyer —quien ha cumplido 104 años, “está clarísimo” y suele preguntar “por el muchacho” de 85 años—, y el Jefe de la Revolución preguntó divertido “¿por qué no le hacemos un estudio genético?”. O cuando pidió al ministro de Cultura del Chaco, Neri Francisco Romero, que le recordara “por dónde bajó San Martín hacia Chile”. Al alemán Harri Grünberg le encomendó indagar sobre cómo en su país van a sustituir la energía nuclear, según anunció el gobierno germano después del desastre en la planta japonesa de Fukushima. Y a Santiago Alba Rico, “árabe por adopción” y “europeo desamparado que como muchos anda apoyándose en Cuba”, le hizo decenas de preguntas sobre la situación actual tras la revuelta, la economía, la agricultura y hasta la producción de vinos y dátiles en Túnez, país en el que vive.

Por eso, dijo lo que dijo el fraile dominico Frei Betto, autor del memorable libro Fidel y la religión: “Muchos aquí, como Santiago Alba, el compañero de Túnez, ha experimentado lo que significa una prueba oral en una escuela de Jesuitas. Es duro. De ahí viene Fidel.”


El poder mediático, aparato ideológico de la globalización

Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro, y Abel Prieto, ministro de Cultura, acompañaron a Fidel en la mesa principal, de cara a la audiencia. Ella, que acaba de ganar el Premio Casa de las Américas, abrió las intervenciones con la presentación de los invitados y una excelente disertación que animó de inmediato el debate. Abel ofició como moderador y dio la primera palabra a Ignacio Ramonet, el autor del libro Cien horas con Fidel, quien había recibido en la mañana de este viernes el Premio de Doctor Honoris Causa de Comunicación, de la Universidad de La Habana.

El tema del uso y abuso de los medios inmediatamente robó la atención de todos, y en cierto modo fue la columna vertebral que articuló el debate y los acuerdos que salieron del encuentro, al ser la palabra la herramienta común con que los presentes pueden atravesar el muro de mentiras, medias verdades y distorsiones que acompañan las estrategias de dominación actuales. “Hay que partir del principio de que hoy en día en el sistema mediático la información funciona como una mercancía”, afirmó Ramonet, que reproduce, en síntesis, parte de su discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

“La información hoy es una mercancía, pero una muy particular, en la medida en que es gratuita. La mayoría de nosotros, cuando consumimos información, por la radio, la televisión, la Internet y hasta la prensa escrita —hoy hay muchos diarios gratuitos—, no pagamos por ella. ¿Cómo es que el sistema que tan preocupado siempre está por los beneficios, hace que la circulación de la información sea gratuita? Porque hoy el comercio de la información no consiste en vender información a la gente, sino en vender gente a los anunciantes”, añadió.

Esto ha convertido al sistema de información dominante en productores de noticias triviales, maniqueas, muy cortas para que cualquiera las pueda entender, escritas con un arsenal de 600 palabras básicas que suprimen todo tipo de matiz y que apelan a resortes emocionales, por encima de lo racional. “Cuanto más comunicación, más dinero ganará la empresa. En ese sentido, la información es una materia prima estratégica”, comentó el investigador.

Por otra parte, dijo, el poder mediático en la globalización solo se puede concebir gemelo del poder financiero. “¿Quién tiene la función de apaciguar, de domesticar, a las sociedades? El aparato mediático”, y reconoció que este binomio es más poderoso que el poder político, que ha perdido fuerza hasta el punto de que literalmente las transnacionales barren el piso con los políticos. “¿Es porque los medios hoy tienen más libertades que antes? La respuesta es no, lo que ocurre es que los dirigentes políticos tienen menos poder que antes y los medios aprovechan ese debilitamiento y la ausencia de autoridad para atacar en nombre de los objetivos que se fija el poder financiero”, admitió.

Ramonet solo ve una salida, y de ahí la importancia de este tipo de encuentro, con el privilegio de tener a Fidel encabezándolo:

“Es el momento de que se cree un quinto poder, con la posibilidad que nos da internet hoy en día con las redes sociales de elaborar y difundir nuestra propia información, una oportunidad que nunca hemos tenido, sin creernos que llegará por sí sola la democratización de la información. Pero hoy tenemos herramientas que nos permiten intervenir, modificar, dar una opinión y no solo pasiva, interna, sino participando a nivel general. Nos permiten dirigirnos como ciudadanos, como quinto poder, capaces de hacer contrapeso a ese superpoder que se ha constituido”.


La dominación cultural

El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel desgranó precisas palabras para identificar riesgos latentes. “La dominación no empieza por lo económico; empieza por lo cultural”, dijo para señalar a continuación: “El sistema es jodido, pero inteligente.”

Frente al intento de establecer un “monocultivo de las mentes”, el intelectual argentino llamó a “la resistencia frente a la dominación cultural”. “No tenemos recetas, pero tenemos formas de construir, de pensar y de hacer”, recalcó para destacar: “En América Latina nosotros vivimos Indignados”.

A la resistencia cultural, al enfrentamiento a la dominación avasalladora, a la preservación del medio ambiente, a la importancia del debate de ideas aludieron también en sus intervenciones el escritor argentino Vicente Battista, la teatrista salvadoreña Lina Cerritos, y las ministras de Cultura de Angola, Ecuador y Jamaica, entre otros.


“Me gusta mucho Telesur”

Más de una vez se habló de Telesur y varias veces elogió el líder de la Revolución cubana al canal multiestatal, que trabaja “con mucha seriedad y profesionalidad” y “se oye cada vez más”.

“A mí me gusta mucho Telesur”, dijo cuando se analizaba cómo enfrentar las mentiras del poderoso aparato mediático del adversario. Reconoció que ya ni se molesta ante las mentiras. “El problema no está en las mentiras que ellos digan. Eso no lo podemos impedir. Lo que estamos mirando hoy es cómo decimos nosotros la verdad”. Entonces mencionó a la televisora como uno de los más valiosos instrumentos para difundir esa verdad. La clave, según Fidel, es “que el televidente esté informado.”

Comentó que prefiere este canal por la cantidad de informaciones políticas y del deporte. “Mitad deporte y mitad política”, dijo y elogió el acercamiento que también hace a los valores patrimoniales de nuestra región y sin publicidad en su programación, una plaga que bombardea a los usuarios de los medios de comunicación en casi todo el mundo.

En animado intercambio con Francisco Sexto, el Ministro venezolano para la reconstrucción de Caracas, indagó sobre los planes de viviendas y otros proyectos sociales que desarrolla el gobierno bolivariano y denunció al “aparato de propaganda y publicidad que está disparando contra Chávez”.

Al tema de la publicidad también se refirió Carlos Frabetti, italiano radicado en España, reconocido escritor de literatura para niños y jóvenes. “La publicidad intenta convencernos de que la felicidad es tener más que los demás, cuando la felicidad es tener más con los demás”, comentó. Los más vulnerables son los niños. Felicitó que Cuba no está sometida a esta agresión, pues en Europa una persona puede recibir hasta mil impactos de recursos publicitarios al día.

Frabetti se admira de que Cuba es un país donde los niños apenas lloran. En lugares donde se vive bajo permanentes estímulos consumistas, los pequeños suelen estar frustrados y reaccionan con agresividad. Recordó la frase de Plutarco, el historiador griego: “Los niños no son vasos que hay que llenar, sino llamas que hay que alimentar”. Este análisis dio pie a Fidel para reflexionar más a fondo sobre su aversión a la publicidad, a la que nunca apeló la Revolución Cubana ni para dar fe de sus buenas acciones.

Todo lo que Cuba hizo por otros pueblos, fue sin afán de “competencia, publicidad o propaganda”, y habló de que el espíritu solidario es parte de los cimientos de la Revolución que triunfó en enero de 1959. En esos primeros años, la Isla tenía entonces 6 000 médicos y muchos se fueron para Estados Unidos cuando comenzó el cerco económico y político, sin embargo algunos de esos profesionales que se integraron al proceso revolucionario estuvieron dispuestos también a ir a Argelia, para ayudar a ese país. “Allí comenzó la tradición internacionalista de Cuba”, y también recordó que “en los viejos aviones Britannia que teníamos se trasladó la primera ayuda a Angola. Lo hacíamos sin buscar ningún protagonismo”.

A estos principios, enlazados con lo que Fidel llamó “una política honrada, no exenta de errores, pero honrada”, se unió la experiencia. Sin esta conjunción, “no habríamos podido resistir”, y añadió: “Las ideas que defendemos han partido de la experiencia, no son simplemente imaginaciones. Lo hemos vivido.”


Se tendrán que ir de Malvinas

El escritor Miguel Bonasso recordó conmovido cierto episodio en apariencias insignificante ocurrido en febrero del 2006, cuando el estadista escribió la siguiente dedicatoria en la primera página de un libro que le extendieron: “Con gran esperanza en la juventud y en que el mundo siga existiendo”, idea que seis años después vuelve a estar en el horizonte del líder cubano.

Compartió otra anécdota. Cierta noche en el Palacio de la Revolución, poco después del terremoto al norte de Pakistán, en octubre de 2005 y cuando ya se había tomado la decisión de que viajara una brigada médica cubana en auxilio de las víctimas. “Ahora viene el invierno, el frío —dijo Fidel y recordó Bonasso— y miles y miles de personas han perdido sus casas en las montañas, qué pasará con esas personas, con las mujeres y los niños”. El escritor argentino añadió: “Usted es el único hombre de Estado que yo he conocido que tiene la capacidad de pensar sensiblemente, y a quien vi profundamente conmovido por el drama de la gente. Me conmuevo todavía al recordar esa excepcional sensibilidad suya.”

Por supuesto, Bonasso no se abstrae del tema que agita hoy la opinión argentina: la nueva agresión colonial de Gran Bretaña en torno a las Malvinas. Sobre ello terció el líder de la Revolución Cubana: “No les queda más remedio que negociar e irse. Es tan descarado lo que han hecho: hasta mandaron un barquito, un destructor, un helicóptero con un Príncipe que es piloto”, y añadió: “Los norteamericanos seguramente no están muy felices. La situación no es de guerra, pero hay que presionarlos”.

Hay manera de hacerlo, reaccionó el escritor, pues existe una Ley argentina —la 26569— que establece que las compañías británicas que operan en Malvinas no pueden hacerlo en el continente argentino.

“Pinochet ya no está ahí; fue quien ayudó a los británicos en su última guerra contra Argentina. Están desesperados, y así reaccionaron cuando Uruguay vetó recientemente la entrada del barco británico con bandera de las Malvinas. No tienen nada que hacer ahí. Irse es lo único que les queda”, recalcó Fidel.


No controlan las terribles fuerzas que han desatado

“Vine a escucharlos a ustedes, a aprender de ustedes”, insistía el Comandante cuando alguno de los invitados se preocupaba por su esfuerzo. En esos términos estimuló la intervención del politólogo argentino Atilio Borón, quien recordó las absurdas divisiones dentro de la propia izquierda que a veces provocan censuras incluso entre quienes comparten ideales superiores. “Son viejas costumbres que se irán eliminando”, terció Fidel.

Retomando la insistencia de gran parte del auditorio en la necesidad de potenciar el uso de las redes sociales, con lo cual concuerda, Borón advirtió a su vez que en los procesos recientes del norte de África se difundió mucho la idea de que internet actuaba como dinamizador social fundamental, pero, según las estadísticas, apenas el 20 por ciento de la población tiene acceso a la red en esa región. Pidió, además, no olvidar el origen militar de internet y la vigilancia a que someten a todos.

Fidel comentó entonces cómo con el uso y abuso de la tecnología “han acabado con la privacidad de la gente. Se meten en todo. Todos los seres humanos vigilados por aquellos que se consideran a sí mismos campeones de los derechos individuales”.

Se rió de que “algunos creen todavía en las claves” y dijo que el secreto de los yanquis en las guerras había sido siempre conocerlas. Habló entonces de aparatos, ya en fase de estudios avanzados, que pueden transmitir la electricidad a través de medios que poseen apenas un átomo de altura, de los aviones sin piloto y de la posibilidad de hacer que los soldados reaccionen subconscientes a órdenes electrónicas, de forma más veloz que con los métodos tradicionales. Lo que inventan, comentó “va más allá de la locura”.

Durante el intercambio, Atilio sugirió retomar la Tricontinental (cita de luchadores de África, Asia y América Latina), porque de este lado del mundo hay mucho desconocimiento aún del carácter y alcance de los movimientos revolucionarios del Norte de África y la gente es presa fácil de las distorsiones de los conglomerados mediáticos.
Antes, Fidel había calificado el momento que vive la humanidad como duro y difícil, en el que “todos nos preguntamos qué hacer”, pero, optimista siempre, dijo “hay respuestas” y recordó a Telesur.

En cuanto al adversario, lo que más le preocupa es que “ellos creen que controlan, tratan de imponer cosas, pero no controlan. Nadie sabe lo que está sucediendo en realidad” dijo y se extendió en un análisis de la situación en torno a Irán, considerando los antecedentes históricos mediatos e inmediatos. “La verdad principal es el peligro de guerra”, declaró.

Con la experiencia de lo que vivió Cuba cuando la Crisis de Octubre, advirtió que lo más peligroso es que ellos hoy controlan cada vez menos las terribles fuerzas y los procesos que han desatado. Ejemplificó con la situación de norteamericanos y europeos en Afganistán e Iraq, donde no pueden quedarse, ni pueden irse.

De la guerra, en los inicios del encuentro había hablado Stella Calloni. La periodista y escritora argentina se angustiaba por el silencio aterrador de los medios y de parte de la izquierda, frente a las guerras coloniales que desde el 2001 se han desatado una tras otra y las que amenazan repetir el guión en Siria e Irán. “Tenemos un tema ante nosotros: la información como arma. Ella es la que lleva a la guerra. La palabra mata”, repitió angustiada Stella, convocando a una mayor coordinación en la red En defensa de la Humanidad para “poner en acción a ese quinto poder —al que alude Ramonet— creativamente.”

“Si no podemos parar esas guerras, ellos vendrán después sobre nosotros... El silencio de los intelectuales, nunca más...” pidió.

En el principio de la reunión, al presentar a los invitados, Zuleica Romay había preguntado a Fidel qué le parecía el auditorio. “Infinito”, había respondido él, seguramente pensando, más que en el número o el tiempo —que siempre resulta breve cuando las ideas brillan en función del bien común— en la capacidad de los hombres y mujeres que le acompañaban, de multiplicar su inconformidad con el orden mundial vigente y hacer valer proyectos y paradigmas que salven a nuestra especie de su autodestrucción.

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