domingo, 5 de febrero de 2012

Clasificación de las ideologías políticas




Prof. Andrés Luetich

Todas las ideologías políticas pueden reducirse, en última instancia, a cuatro fundamentales: liberalismo, socialismo, nacionalismo y anarquismo. En la práctica política nunca las encontramos en estado puro sino combinadas de diversas formas.

El objeto del presente trabajo es mostrar que entre las cuatro ideologías fundamentales no hay dos que se opongan en todo. Se podría decir que son equidistantes entre sí: en las cuestiones de mayor importancia, cada una coincide con otra y se opone a las restantes dos.


Primer Criterio de Clasificación: Primacía del individuo o del grupo

El hombre, tal como lo conocemos, vive en relación con otros hombres. No hay sociedad sin individuos ni individuos sin sociedad. Al reflexionar sobre esta mutua relación, algunos autores asignan mayor importancia a uno de los dos términos y colocan al otro a su servicio.

Según este criterio, las cuatro ideologías políticas fundamentales pueden ser divididas en dos grupos: las totalistas, socialismo y nacionalismo, que priorizan al grupo; y las individualistas, liberalismo y anarquismo, que dan prioridad al individuo.


Segundo Criterio de Clasificación: Aceptación o rechazo de la propiedad privada

La propiedad de los bienes es un tema de suma importancia para los intelectuales. Del régimen de propiedad depende, en definitiva, toda la organización económica de la sociedad. Algunos autores entienden que en la propiedad privada de los medios de producción reside el origen de todos los males sociales; otros, por su parte, la consideran indispensable para la marcha de la economía y para el ejercicio efectivo de la libertad individual.

Según este criterio, las cuatro ideologías políticas fundamentales pueden ser divididas en dos grupos: las contrarias a la propiedad privada, socialismo y anarquismo; y las que están a favor de la propiedad privada, liberalismo y nacionalismo.


Tercer Criterio de Clasificación: Relación con el "mito" racionalista del progreso

¿Es la Historia un camino gobernado por un sentido, por una ley racional que la rige y orienta más allá de las decisiones de los individuos y los grupos hacia un destino de perfección? Muchos lo creen así y piensan y actúan convencidos de colaborar con el desarrollo que la Historia impone al hombre en cuanto camino de paulatino perfeccionamiento. Otros, por el contrario, descreyendo de todo finalismo, basan sus propuestas en la decisión personal de individuos o grupos limitados sólo por su contexto y su propia capacidad, o aceptan un cierto finalismo pero de tipo romántico, no racionalista, cuyos protagonistas son los pueblos con sus particularidades.

Según este criterio, las cuatro ideologías políticas fundamentales pueden dividirse en dos grupos: las progresistas, socialismo y liberalismo; y las románticas o no racionalistas , anarquismo y nacionalismo.

LIBERALISMO

Primacía del individuo sobre el grupo:

Resalta la libertad del individuo como un derecho inalienable, previo a toda experiencia social. Considera que, si bien la libertad es un derecho primario, la falta total de límites acarrearía un caos que impediría su ejercicio. La propuesta es, entonces, renunciar voluntariamente a una parte de la libertad individual para conservar con seguridad la restante. Por ello para el liberal el Estado —que es quien custodia ese resto— es un mal necesario, surgido del acuerdo de los individuos, mediante un "contrato". La Teoría del Contrato Social sirve de fundamento teórico para quienes defienden al individuo frente a la sociedad y al Estado, reivindicando su originalidad y sus derechos y mostrando que el fin del Estado es el individuo y no al revés.

Sí a la propiedad privada:

El liberalismo acepta la propiedad privada de los medios de producción como una condición necesaria para el normal desarrollo de la vida económica de la sociedad. El liberal ve en la propiedad una condición necesaria para la vigencia efectiva de la libertad individual. Cada uno puede hacer con sus bienes lo que crea conveniente, dentro de unos límites muy amplios custodiados por el Estado para evitar la disolución social y el riesgo de la pérdida de los bienes propios. El esfuerzo del individuo en sus tareas está relacionado directamente con el deseo egoísta de progresar económicamente y acumular riquezas en forma personal. Buscando optimizar sus ganancias, quien ha reunido un capital, pequeño o grande, lo invierte, generando proyectos y emprendimientos. Al actuar de este modo, y sin proponérselo, genera más riquezas y fuentes de trabajo, beneficiando al conjunto de la sociedad.
Si bien reconoce que el régimen de propiedad privada genera, tarde o temprano, marcadas diferencias económicas, prefieren eso a la ausencia de propiedad y, por lo tanto, de libertad individual.

Progresismo:

El liberalismo descansa sobre la creencia de que la Historia marcha hacia una realización plena de la vida humana. Incluso muchos de ellos no dudarían en sostener que ya la hemos alcanzado.
Para el liberalismo, la Historia es la lucha por conquistar la libertad individual y esta conquista es paulatina. El último gran acontecimiento en este camino fue la Revolución Francesa y el surgimiento de los gobiernos constitucionales. Con el sistema republicano de gobierno, el individuo —ahora ciudadano— logra el máximo status político posible. Participa en un plano de igualdad con los demás individuos y sólo reconoce autoridad a unos representantes elegidos por él mismo que tienen una injerencia limitada sólo a aquello que es indispensable controlar para evitar el caos y garantizar la libertad.
Esta herencia racionalista aporta al liberalismo un claro tinte universalista. Por ello los revolucionarios franceses proclamaron los "derechos del hombre" y no sólo los de los franceses, a quienes representaban

SOCIALISMO

Primacía del grupo sobre el individuo:

Para el socialismo el todo es mayor que la suma de las partes. es decir, la sociedad es más que los individuos que la integran. La sociedad, que preexiste a los individuos y continúa existiendo después de la muerte de tal o cual individuo particular, es más importante que ellos.
Para el socialismo el grupo de pertenencia y el sujeto de la Historia es la clase social. De allí que sus historiadores pongan énfasis en describir los modos de producción y las relaciones de producción, mostrando los intereses de las clases en lucha, su dinámica y sus avatares.
Llevada al extremo, una teoría de este tipo puede justificar el sacrificio de unos por el "bien" de todos. Ese sacrificio puede no ser voluntario: muchas veces es decretado por quienes tienen el poder para decidir qué conviene al Estado o al partido que gobierna.
El Estado se convierte en el centro de la vida política y, explícita o implícitamente, se genera un sistema de partido único. Esto recorta las libertades individuales, tanto de expresión como de participación en la vida política y favorece el sostenimiento de una unidad monolítica. Así, el totalismo se transforma en totalitarismo, no quedando espacio para la crítica y la generación de propuestas opuestas a las del partido en el gobierno.

No a la propiedad privada:

El socialismo ve en la propiedad el origen de las desigualdades, la violencia y, en general, de todos los males sociales.
Desde una postura que se pretende "científica", los socialistas se declaran contrarios no a todo tipo de propiedad, sino específicamente a la propiedad privada de los medios de producción. La razón es clara y sencilla: es este tipo de propiedad el que genera la división en clases sociales. Si un particular es dueño de un medio de producción inevitablemente terminará contratando a otros que trabajarán para él. (Pensemos en una fábrica, por ejemplo. ¿Podría el dueño hacerla producir por sí mismo?) Si el primer objetivo del socialismo es llegar a una sociedad sin clases (sin división de clases) y la propiedad privada de los medios de producción es lo que genera esa división, comprendemos por qué el socialismo se muestra tan contrario a ella.
A pesar de los escritos de Marx sobre la "abolición del Estado", en la práctica el socialismo reemplaza la propiedad privada de los medios de producción por una propiedad estatal. De este modo, todos terminan trabajando para el Estado y nadie se ve necesitado de vender su fuerza de trabajo a un particular.

Progresismo:

Descansa sobre la creencia de que la Historia marcha hacia una realización plena de la vida humana. Sin embargo, los socialistas consideran que la sociedad capitalista es esencialmente injusta y que la plena realización del hombre sólo se dará cuando ésta sea superada.
El socialismo ve a la Historia como un camino de emancipación y anuncia y propugna el advenimiento de una nueva y definitiva etapa en la Historia Política: la sociedad comunista. Por ello, no se identifica con el statu quo : es revolucionario. Considera que sólo una transformación radical de la estructura económica posibilitará la construcción de una sociedad verdaderamente justa e igualitaria. Su componente racionalista se trasluce en su carácter universalista. El "Manifiesto Comunista" dice "proletarios del mundo unios", más allá de las circunstanciales diferencias nacionales o culturales.

NACIONALISMO

Primacía del grupo sobre los individuos:

Para el nacionalismo el todo es mayor que la suma de las partes. ¿Qué significa esto? Que la sociedad es más que los individuos que la integran. La sociedad, que preexiste a los individuos y continúa existiendo después de la muerte de tal o cual individuo particular, es más importante que ellos.
Para el nacionalismo, el grupo esencial de pertenencia y el sujeto de la Historia es la nación. Por eso, cuando un nacionalista escribe libros de Historia, centra su atención en el surgimiento, desarrollo y ocaso de las grandes naciones.
Llevada al extremo, esta ideología puede justificar el sacrificio de unos por el "bien" de todos. Un sacrificio que muchas veces no es voluntario sino decretado por quienes tienen el poder para decidir qué conviene a la nación o al partido que la gobierna.
El Estado se convierte en el centro de la vida política y, explícita o implícitamente, se genera un sistema de partido único. Esto recorta las libertades individuales, tanto de expresión como de participación en la vida política, y favorece el sostenimiento de una unidad monolítica. Así, el totalismo se transforma en totalitarismo, no quedando espacio para la crítica y la generación de propuestas opuestas a las del partido en el gobierno.

Sí a la propiedad privada:

El nacionalismo acepta la propiedad privada de los medios de producción como una condición necesaria para el normal desarrollo de la vida económica de la sociedad.
El nacionalista está preocupado por el crecimiento económico de su nación, por que ella logre independencia y, de ser posible, se convierta en dominante. La propiedad privada es para él un medio en pos de la grandeza nacional. Las desigualdades económicas son vistas como un mal que debe ser soportado si beneficia a la nación. El Estado, fuerte y omnipresente, no niega ni anula el derecho de propiedad pero busca ponerlo al servicio de sus intereses.
El nacionalismo reconoce que el régimen de propiedad privada genera, tarde o temprano, marcadas diferencias económicas, pero prefieren eso a la ausencia de propiedad, para salvaguardar o aumentar el poderío nacional.

Irracionalismo:

El nacionalismo no ve a la Historia como un camino de realización, orientado hacia la conformación del tipo más perfecto de sociedad: destaca el componente no racional tanto del obrar humano cuanto de la Historia en su conjunto.
Los nacionalistas ven a las naciones como los sujetos de la Historia. Ésta es la lucha entre los pueblos por dominar a los demás, prosperar y mantener la propia existencia. Y ese dominio no tiene una fundamentación racional sino vital y emocional. Las naciones luchan por sobrevivir e imponerse, como lo hacen todos los demás seres vivos: es la ley de la vida. Y para lograrlo bien valen la astucia y el engaño. El individuo se siente unido a la nación y este sentimiento de pertenencia es tan fuerte que moviliza las emociones más profundas.

ANARQUISMO

Primacía del individuo sobre el grupo:

Resalta la libertad del individuo como un derecho inalienable, previo a toda experiencia social. Es tan celoso de la libertad individual que entiende que reconocer cualquier otra autoridad implicaría renunciar a la libertad y someterse a la esclavitud. Por ello para el anarquista el individuo es su propia norma y el Estado es un órgano represor. Toda autoridad es impuesta e injustificable y debe ser repudiada y desobedecida.

No a la propiedad privada:

El anarquismo ve en la propiedad el origen de las desigualdades, la violencia y, en general, de todos los males sociales. No distingue entre distintos tipos de propiedad, limitándose a pregonar una visión simple y monolítica: «Toda propiedad es un robo.» Es propietario quien se apropia, y quien se apropia toma para sí algo que es de todos. Ello genera injusticias, miedo, agresividad, envidias. Gran parte de los males que aquejan al hombre en su dimensión social pueden ser explicadas, desde esta perspectiva, como el resultado de esa injusta apropiación.
El anarquismo pretende eliminar la propiedad privada en todas sus formas, sin reemplazar a los particulares por otro propietario. Se hace difícil imaginar una aplicación práctica de esta propuesta, la cual permanece más como una idea irrealizable —convocante y movilizadora— que como una verdadera alternativa.

Irracionalismo:

El anarquismo no ve a la Historia como un camino de realización, orientado hacia la conformación de un tipo más perfecto de sociedad. Destaca, de un modo mucho más profundo y tajante que el marxismo, el componente no racional del obrar humano y de la Historia.
Considerar que la Historia tiene un sentido y que al hombre sólo le cabe aceptarlo o rechazarlo es, para el anarquista, atentar contra la libertad individual. De haber tal orden y sentido, se estaría reconociendo la existencia de una autoridad superior y esto es, por una cuestión de principios, inadmisible para el anarquista. Cada quien decide sobre su vida, libremente, sin referencia a una escala de valores absoluta. Cada uno construye su propia escala de valores, no en base a la verdad que descubre, sino en base a su libre determinación.

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